Capitulo 1 "el comienzo"

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(O.O)/ —Es una adaptación del libro: LA CHICA DEL SERVICIO.

(O.O)/ —Los personajes le pertenecen a Tite-sama Kubo Troll.

(O.O)/ —Contiene Lemon (sexy) y palabras fuertes.

Gracias y disfruten de su lectura ...!
 

Pvos: Kuchiki Rukia


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Mi hermana Hisana me llevaba prácticamente a rastras al que, durante todo el verano, sería mi nuevo empleo. Aunque para ser sincera el empleo no me agradaba en absoluto.

La principal razón: tendría que mudarme desde Forks a Port Angeles (Washington. EEUU). Odiaba tener que marcharme de mi casa, de mi paz y tranquilidad, para emprender rumbo hacia lo desconocido. Otra de las razones: nunca llevé bien sentirme la enchufada, pero esta vez ha de ser así, ya que mis hermanos Koga y la

misma Hisana trabajaban en casa de los Kuchiki: Hisana de cocinera, Koga de chofer y ahora llegaba yo de chica del servicio... chacha, o como lo quieran llamar.

—Hisana, no quiero ir —protesté—. Buscaré otro empleo pronto, lo prometo. No me agrada ser la enchufada, no me agrada trabajar para ricos y mucho menos me gusta tener que dejar Forks. Por favor, déjame ir de vuelta a casa.

—Lo siento Rukia, ya hemos hablado de esto. Empezarás hoy mismo te guste o no. Sólo serán tres meses, luego tendrás dinero suficiente para poder comenzar tus estudios con tranquilidad.

—¿A cambio de qué? ¡Hisana, desde las ocho de la mañana hasta las once de la noche! ¡Eso es un abuso! —grité con impotencia—. Solamente tendré libre los domingos, no podré ver a Renji.

Hisana, al oír mi declaración, se detuvo bruscamente. La miré enfada, ella lo estaba aún más.

—¿De verdad es eso lo que quieres? —Me regañó molesta—. ¿Quieres compartir el resto de tu vida con un hombre que sólo piensa en el gimnasio?

La observé verdaderamente irritada, no entendía qué diablos le pasaba con Renji. ¿Por qué lo odia de esa forma? Él y yo éramos amigos desde hace dos años, de hecho los mejores amigos, pero tanto Hisana como Koga lo aborrecían desde el primer momento. Era una situación que yo no entendía.

Era cierto que a Renji le encantaba ejercitarse, ¿qué hay de malo en ello? Un chico de veinte años, apuesto, ¿por qué no cuidarse?

—Hisana, no hables así de Renji —le regañé con pesimismo—. Sabes que sólo somos amigos, no hay nada más entre nosotros... No entiendo tu adversidad por él.

—¡Te come con la mirada! —dijo exasperada—. No sé cómo no te das cuenta que solamente pretende llevarte a la cama. ¡No pienso permitir que ése sea el primer hombre en tu vida!

Con desgana, me reí de su comentario. ¿Qué piensa? ¿Que por ser dos años mayor que yo puede manejar mi vida? Bufé en su cara, eso no se lo creía ni ella misma. Yo no estaba hecha para obedecer órdenes, aunque parecía que tendría que acatar algunas.

Hisana y yo teníamos una relación muy buena, muy cómplice. Pero desde hacía varios días las cosas estaban algo tensas, ya que me obligó a aceptar un empleo que yo aborrecía. Desde que éramos pequeñas, Hisana me protegió, ahora entendía que en exceso.

—Hisana, mejor dejemos el tema —ignorándola, volví a dar pasos hacia mi casa (la calle 4th Ave).

—¡Rukia! —Su grito me detuvo. Con impotencia me di la vuelta y la miré de frente, enfrentándome a ella, a su rabia. Sus brazos estaban en jarras, parecía muy enfadada pero a mí me importaba muy poco. A pesar de tener carita de ángel, con su cabello corto y negro, haciendo juego con sus hermosos ojos grises, cuando lo pretendía era un auténtico demonio. El maldito de mi hermano Koga tenía el mismo genio que ella, también en lo que respecta al físico eran iguales. Él más fuerte y musculoso, demasiado... Ella tan delgada como una modelo, con perfectas curvas femeninas

—. Es lunes y no estoy de humor para pelear contigo a las cinco de la mañana. A las ocho la casa se pone en marcha y aún tenemos que llegar a la parada del autobús. No te lo digo más, ¡vamos!

Arrastrando los pies, la seguí. Hisana llevaba nueve meses trabajando para los Campbell, estaba feliz con su trabajo a pesar de trabajar tantísimas horas, a Scott le pasaba exactamente igual. ¿Y yo? ¿Qué voy a hacer yo? Quería estudiar, ir a la universidad, y para poder hacer frente a todos los gastos tendría que trabajar durante el verano. La realidad era que tenía planeado buscar otro tipo de empleo, algo parecido al último... Ayudar en las librerías, pero parecía que me tendría que conformar con el de "chica del servicio". Recién había terminado el instituto, en septiembre iría a la universidad y necesitaba tener ahorros para cubrir mis necesidades sin tener que acudir a mis hermanos, o llamar a mis padres. Papá y mamá se quedaron en Phoenix cuando dos años atrás, Hisana y Koga decidieron emprender un nuevo camino. Yo, desolada al saber que me quedaría sola, sin ellos, supliqué para que me llevasen a estudiar a Forks... Y ahora mira cómo nos encontrábamos los tres: cocinera, chofer y chacha, ¡genial! Toda esa situación tenía algo positivo: vería más a mis hermanos, ya que en los últimos meses sólo nos estábamos viendo los domingos. Desde que ambos empezaron a trabajar en casa de los Campbell apenas tenían vida, pero a pesar de todo estaban felices, ya que tenían un buen sueldo y no escatimaban a la hora de tener caprichos. Por ese hecho, Hisana decidió que trabajase con ellos intercediendo por mí con los señores Kurosaki. Me pasé todo el invierno anterior sola, del instituto a casa y ahora que tenía vacaciones mis hermanos no querían que estuviese sola y sin hacer nada. ¿Qué mejor que llevarme junto a ellos al infierno?, pensé con sarcasmo.

—¿Qué tramas? ¿Por qué estás tan callada? —Me preguntó Hisana, haciéndome volver a la puta realidad—. Rukia, te advierto algo: compórtate. Los Kurosaki son personas serias y formales, no hagas escándalos allí.

—Tranquila Hisana, no te dejaré mal —le susurré aburrida—. Cuéntame de la familia. Sé que nunca me han interesado, pero si voy a tener que convivir prácticamente con ellos será mejor prevenirme.

Hisana me miró con verdadero orgullo. Finalmente yo aceptaba las condiciones, y sobre todo el maldito empleo.

—Pues están los señores de la casa. Isshin y Masaki. Ellos son encantadores y no tendrás problemas. Luego está Riruka... Bueno, Koga tiene algunos problemas con ella. Ésa niña no es fácil, pero poco a poco se aprende a sobrellevarla. También está Ichigo. El más joven de todos, aunque tiene veinticinco años. Él es un chico raro, habla poco y suele pasar el día encerrado en el despacho, o con los negocios. El miércoles llega Kaien, otro de los hijos del matrimonio Kurosaki. A ése sólo lo he visto por fotos, es muy guapo.

Malcriada, raro y guapo. Estupendo.

—Ajá —murmuré abatida. La idea de aceptar el empleo empezaba a gustarme aún menos.

—Rukia, ¿me has oído? —Hisana suspiró desesperada—. Bueno, ya sabes lo esencial. Limítate a hacer tu trabajo y todo estará bien.

Aun así, tuve dudas.

—Una cosa más. Si tienen tanto dinero, ¿por qué viven en Port Angeles? Es extraño que no vivan en Seattle, como la mayoría de los ricos...

—En realidad se pasan el día en Seattle. Aunque al parecer prefieren Port Angeles, porque es más tranquilo y menos llamativo, eso he oído yo —asentí confusa—. Pero igual se ve en la casa la riqueza que hay, aunque el entorno no acompañe demasiado.

Tengo entendido que quieren volver a Seattle, pero no sé con certeza.

—¿Tienen en Seattle los negocios?

—Sí. Isshin es el dueño de una importante cadena de ropa, modas Kurosaki. Su mujer la diseña y Riruka hace de modelo, digámoslo así.

La miré ceñuda. En su última frase había ¿desprecio?

—Sólo posa para promocionar ropa de sus padres, aunque no siempre, claro. Es horrible ver a la misma modelo en todas las promociones, y ella aspira a algo más. En realidad a mucho más.

Respira, me dije a mí misma. Todo saldrá bien.

A las siete y media de la mañana llegamos a casa de los Kurosaki, (en 417 U.S 101). La verdad la mansión que tuve ante mí me dejó muy sorprendida, y al inspeccionarla desde dentro aún más.

Grandes cristaleras daban una claridad a la casa increíble. Todo era de diseño. Tonos claros en los muebles, todo entre el blanco y el color crema... Algo hermoso y a la vez demasiado elegante a mígusto.

Hisana continuaba con las prisas, enseñándome la casa y dándome las primeras instrucciones para empezar el día. Llegamos a mi habitación y eso fue lo único que me alegró la mañana hasta el momento. Tendría una habitación para mí sola, con baño incluido. Genial, ¿no? La habitación no era muy grande, pero sí acogedora. Cama individual en el centro, con edredón rosa a juego con las cortinas. Armario de doble puerta simple, justo enfrente, y varias mesillas auxiliares a los lados de la cama. También un escritorio pequeño cerca de la puerta del baño. Las paredes al estilo de la casa, color crema y los muebles de un blanco inmaculado... Perfecto.

—Rukia, ese de ahí es tu uniforme —me horroricé. ¿Está bromeando?—. No me mires así. Estos son los requisitos del trabajo y se tienen que cumplir.

—Menudos pijos de mierda —bufé tomando el traje—. ¿No puede ser de pantalón? Sabes que odio las faldas.

Vestido negro y corto, con detalles en blanco. ¿Qué es eso?

—A-d-á-p-t-a-t-e. Rukia, no seas caprichosa. Aquí tú sirves los caprichos, no se te complace a ti.

—Estupendo —protesté probándome por encima el vestido—. ¡Me queda genial! Parezco una porno-chacha...

Era horrible, era una mierda.

—¡Rukia Kuchiki, basta! —Me gritó Hisana, sobresaltándome—. ¡No quiero una sola queja de ti o te mandaré de vuelta a Phoenix! Y no me vengas a decir que ya tienes dieciocho años. Ese discurso me lo conozco muy bien.

Fui a protestar de nuevo, cuando desde la ventana de mi habitación se oyeron gritos que

provenían desde la primera planta.

—¿Qué pasa? —pregunté confusa, asomándome por la ventana—. ¿Ése es Koga?

—Seguro que sí —Hisana parecía acostumbrada a ello—. Ya te he dicho que Riruka es algo difícil. Desde hace dos meses está dando clases de modelaje. Se levanta todas las mañanas con este genio y Koga intenta sobrellevarla...

—¿Por qué le grita así? —Una chica pelirroja con cabello largo y rizado gritaba a mi hermano mientras éste soportaba los gritos—. Estúpida niña... ¿Me tratará así también a mí? Hisana, me parece que no voy a soportar mucho en éste lugar. Mira Koga, parece asustado esperando que la princesita deje el berrinche.

No pude creerlo, con el genio que tenía mi hermano...

—Vas a tener que tener paciencia, Rukia —me regañó de nuevo Hisana. Qué pesada...—. Riruka es así con él, conmigo, y tú nos vas a ser la excepción. Controla tu genio.

Con esas palabras de advertencia, Hisana se fue.

La situación parecía complicarse más a cada segundo. Aún no conocía a Riruka y ya sentía recelo en hacerlo. Me perturbaba conocer a los demás hermanos, sobre todo al chico raro... Ichigo.

Con desgana cogí el uniforme de nuevo.

Incómodo y demasiado corto a mí gusto. Un espejo, eso necesitaba. Con paso firme me dirigí al baño... ¡Oh! Jadeé al ver mi imagen en ese espejo. ¿Esa soy yo? Nunca me gustaron las faldas y ahora entendía el porqué. Demasiado provocativa... no, no me gustaba. Mi piel blanquecina se vislumbraba aún más con ese traje tan oscuro... Parecía incluso más delgada de lo que era. Suspiré al verme una y otra vez. No me quedaba mal, pero no era para nada mi estilo. ¿Pelo suelto y diadema? Oh, Dios ¿qué es todo eso? ¡No me reconozco! Mis ojos violetas, demasiado apagados. Mi cabello negro y corto, demasiado libre. Y esas mejillas que no lograban tomar color... menudo asco.

Me acomodé el vestido como pude, pero ese escote continuaba ahí... Mis pechos no muy grandes pero sí redondos saltaban a la vista, y mis piernas... oh, mis piernas totalmente expuestas.

Era una vergüenza trabajar así.

El lunes pasó muy rápido. Los señores Isshin y Masaki Kurosaki eran encantadores, amables y correctos como me hizo saber Hisana. Masaki e Isshin no eran muy mayores, tendrían alrededor de cuarenta y cinco o cincuenta años, padres jóvenes y tan guapos como sus propios hijos. Ambos tan hermosos como Riruka y Kaien.

Masaki tremendamente dulce e Isshin muy simpático. Se percibía la entrega y complicidad que tenían por su familia en todo momento.

Servir a Riruka fue una tortura... Era la princesita de la casa, sin dudas. ¡Hasta tengo que ayudarla a desvestirla en las noches, y ayudarla a hacerlo en las mañanas! ¿Pero de dónde sale? Y aunque era tremendamente hermosa con una figura espectacular... al parecer le faltaba lo más importante. Riruka Kurosaki, parecía no tener corazón.

El martes no fue mejor. Riruka continuó tratándome con desprecio, y exigiendo demasiado en cada momento. En la casa solamente se respiraba tranquilidad y paz una vez que ésta se marchaba, aunque para eso Koga tenía que lidiar con ella... Algo incomprensible para mí.

El miércoles fue más movido. Ese día llegó Kaien, otro de los hijos del matrimonio Kurosaki. Éste no se parecía en absoluto a Riruka, todo le parecía bien, no se quejaba por absolutamente nada y era bastante amable. Moreno como su padre, y de ojos tan verdes y profundos. Algo musculoso, aunque mucho menos que mi hermano Koga.

Hoy era jueves por la tarde. Hisana y yo estábamos preparando la bandeja con el té para la señora Masaki y sus amigas del "club privado" ¡Alergia me producían todas ellas! Pero poco a poco me iba acostumbrando a la rutina que llevaba la casa.

—Rukia, tengo entendido que Ichigo, el hijo menor está de vuelta —asentí enfrascada en mi trabajo—. Ha estado unos días fuera porque al parecer tiene problemas con su novia. Ha estado intentando solucionarlos.

—¿Cómo sabes? —pregunté curiosa—. Aún no le he servido. Nadie me ha hablado de él.

—Me lo ha contado Koga —cuchicheó Hisana para que nadie nos pudiese oír—. Ichigo es muy reservado pero cuando está mosqueado habla demasiado. En el coche ha puesto a su novia de vuelta y media.

Oh, vaya.

—Bueno, ¡todo listo! —Tomé la bandeja—. Nos vemos luego, Hisana.

—Ya sabes, paciencia con Riruka... y con Ichigo —un momento, ¿paciencia con Ichigo...?

Resignada, tomé mi rumbo...

Al llegar a la gran sala, todas las mujeres estaban enfrascadas en conversaciones de modas, fiestas y asuntos de esos, ¡qué ridículas! Ninguna me prestó atención, sólo la señora Masaki que se me acercó en cuanto me vio llegar. Gesto que me alivió. No deseaba acercarme a esas mujeres que se creían superiores al mundo sólo por tener dinero.

—Aquí tiene, señora. ¿Necesita algo más?

Masaki me sonrió con ternura.

—La verdad sí, Rukia —cada palabra desprendía una amabilidad que me impresionaba—: hoy ha llegado mi hijo Ichigo, ha estado fuera unos días por motivos personales. Está encerrado en su despacho, es el que ha estado cerrado con llaves todos estos días. Sírvele el té con unas pastas por favor, y gracias.

—Bien, señora.

Al llegar a la cocina de nuevo, Hisana no estaba allí. Era extraño, pues prácticamente no salía de ese lugar... tal vez se encontraba en el baño... Preparé de nuevo una bandeja con todo lo que me había pedido la señora Masaki para su hijo, y la cargué rezando para que Ichigo no tuviese el genio de su hermana Riruka.

Con mucho cuidado de no hacer ruido en exceso por si Ichigo estaba trabajando, llamé a la puerta. No parecía oírse absolutamente nada dentro. Tras varios intentos llamando sin ver que nadie contestaba, decidí abrirla sin permiso. ¿Qué malo puede haber en ese gesto? Al abrir la puerta me encontré con una habitación muy oscura, apenas se percibía nada, sólo oscuridad y tristeza en aquel fantasmal despacho. No tenía grandes ventanales como el resto de la casa y todos los muebles eran oscuros... Qué raro, pensé.

—¿Hola? —pregunté cerrando la puerta tras de mí. Nada, ninguna contestación a mi llamada.

Tenía que encender la luz, de seguro que en ese despacho no había nadie y la señora Masaki estaba confundida. ¡Y yo perdiendo mi tiempo!

Al encender la luz quedé impactada. Había un hombre joven, algunos años mayor que yo. Tremendamente guapo. Con facciones definidas y labios carnosos. De cabello naranja y ojos que me impactaron de lo castaños que eran... aun en la distancia.

Ichigo... debía ser él. Me observó sentado tras su escritorio y aparentemente ¿furioso?

—¿Quién eres? —Me preguntó alterado—. ¿Por qué entra sin mi permiso?

Oh, Dios, qué hombre...

—He llamado y como nadie me ha respondido he decidido entrar —no pude evitar ser algo borde al ver su reacción—. Señor Kurosaki, perdón por las molestias, pero su madre me ha ordenado que le trajese un té con pastas.

Con la mirada puesta donde yo me encontraba, rodeó el escritorio y se posicionó frente a mí. No pude evitar observar su cuerpo... Musculoso, trajeado y alto. Qué hombre tan impresionante, y al parecer tan prepotente por la posición en la que se encontraba, pensé de nuevo.

—¿Ha terminado la inspección? —Avergonzada, levanté la mirada hacia él. Más hermoso aún—. ¿Señorita...?

—Kuchiki. Rukia Kuchiki.

—Y bien, señorita Kuchiki. ¿Quién le ha dado permiso para entrar en mi despacho y hablarme con la altanería que lo ha hecho? —Me preguntó en tono paciente, pero visiblemente enfadado.

Qué dientes más blancos...

—Perdón. No era mi intención ofenderle con mi tono —suspiré tragándome el orgullo—. En cuanto al entrar, quise asegurarme que no hubiese nadie para avisar a su madre.

—Que no se vuelva a repetir —su tono era cortante y autoritario. De nuevo se dirigió a su asiento... Oh, qué culo—. Pase y déjeme la bandeja sobre la mesa, y por favor recoja un poco el despacho.

Intenté controlar mi genio e hice lo que Ichigo me pedía. Al parecer era otro estúpido como su hermana Riruka. Guapos sí, pero sin escrúpulos.

El despacho era un caos. Daba horror verlo, aún más limpiarlo, ¿cómo he llegado yo a esto? Sin pensarlo más, empecé a recoger vasos, botellas y platos pequeños que había sobre el escritorio. Un escritorio muy amplio color negro como el resto de los muebles. Varias estanterías con papeles. Grandes cuadros algo siniestros y un sillón bastante grande color marrón oscuro... Solamente una ventana, y no muy amplia en aquel lugar.

El señorito Ichigo controlaba todos mis movimientos. Siempre con postura prepotente, haciendo que me sintiese cohibida por su penetrante y fría mirada sobre mí. Intentando ignorarlo, continué con mi trabajo.

Me llevó más de tres cuartos de hora dejar el despacho visiblemente más organizado.

Cuando ya hube acabado de ordenarlo todo, me planté frente a él.

—¿Desea algo más, señor? —Le pregunté amablemente.

—Quizás... ¿Qué me ofrece? —Voz dura, prepotente, descarada.

Lo observé sin entender sus palabras. ¿Qué le ofrezco? ¿Qué mierda le voy a ofrecer?

—Es usted el que manda —respondí confusa—. Usted ordena y yo obedezco, ¿recuerda?

El tono sarcástico de mi voz no le gustó. Su mirada se mostró fría, oscura, posesiva. Y por su postura tan rígida y altiva, supe que algo no andaba bien. ¿Estoy en problemas?

—Ya sé lo que quiero —murmuró de pronto pensativo. Asentí esperando el pedido—: la quiero desnuda y tumbada sobre mi mesa. Voy a tomarla por insolente.

la chica del servicio (ichiruki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora