Capítulo 8. "Algo extraño"

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  Pvos: Kuchiki Rukia

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Pvos: Kuchiki Rukia

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Me inquieté cuando al volver a mirar él ya no estaba. Su rostro me dio señales de lo que pensaba en esos momentos. Pensaba que yo lo había traicionado, y eso aunque no debería, me hacía sentir culpable. ¿Qué hacía ahora? Ichigo ya no estaba ahí, él se había marchado.

—Renji, vuelvo enseguida —me giré para salir a buscarlo, pero los brazos de Renji

volvieron a atraparme—. Joder, suéltame.

—¿Qué ocurre? —preguntó preocupado. Enseguida rehuí de su mirada—. Ya entiendo, ¿es él? No puedo creer que esté aquí. Kia, hoy has quedado con tus amigos, ¿no eres capaz de olvidarte por un momento de ése y disfrutar con nosotros? No lo quiero aquí.

Lo que me faltaba.

—No seas estúpido, Renji, tú no mandas en este lugar —sus ojos se abrieron. Parecía impresionado, nunca antes le hablé así—. Renji, lo siento de verdad, pero te estás entrometiendo donde no te corresponde. No he quedado con él aquí, pero si lo hubiese hecho no es asunto tuyo. Ahora vuelvo.

Cuando doblé la esquina, ahí estaba él. Se encontraba de espaldas a mí y pude ver que ya había tenido su batalla particular, al observar el desastre que había junto a él.

—Señor Kurosaki —lo llamé suspirando, acercándome—. Tenemos que hablar.

Cuando Ichigo se encaró a mí, no tuve dudas. Se comportaría salvaje, animal...

—¿Quería burlarse de mí? Pues bien, lo ha conseguido. ¿Cómo puede ser tan ...? —Me tensé ante su insulto que no llego a conclusión. No iba a tolerarle que me insultase de nuevo—. Anoche mientras la hacía mía me prometió que ningún otro iba a gozar de usted, y mira lo que ha tardado. Tome —escupió con desprecio. Se dio la vuelta, entró en el auto y tomó su chequera. Enseguida supe que pretendía... Y lo odié más que nunca—: aquí tiene el dinero por los días que ha estado conmigo. Ha sido un placer amargo, señorita Kuchiki.

No le iba a consentir que me insultase de esa forma, claro que no. Yo creía conocerlo un poco, y sabía que tomar su cheque sería el insulto más grande que le podía hacer. Por eso mismo de un tirón, se lo quité de las manos y me lo guardé en la parte superior del bañador. Sus ojos se abrieron con horror, enseguida su mirada recorrió todo mi cuerpo. Todos sus músculos se contrajeron, y supe que aunque no lo quisiese demostrar, me volvía a desear.

—¿Sabe, señor Kurosaki? Es usted una mierda. Si primero preguntase las cosas y no llegase como un huracán que viene y se lo lleva todo, no le pasarían estos estúpidos malentendidos.

Su mirada era dolida, sus facciones totalmente tensas. Pensaba realmente que yo lo había traicionado.

—¿Qué quiere decirme? ¿Que lo que mis ojos vieron no es verdad? No quiera volverme loco, por favor —suspiró pellizcándose el puente de la nariz—. Está todo muy claro, señorita Kuchiki.

—Si lo quiere creer así, pues allá usted. Pero déjame decirle que se ha equivocado conmigo, yo soy una mujer de palabra. —Una sonrisa sarcástica brotó de sus estúpidos labios—. Ya veo que le hace mucha gracia. Yo pensé que usted era un hombre más inteligente, pero ya veo que me equivoqué. A la puta de su novia le perdona que lo engañe con su mejor amigo, así sin más. En cambio conmigo, que no le he dado motivos para que desconfíe de mí, lo hace. Ha perdonado a Uryuu sin más, ¿por qué a mí no me oye? Ya sé que me va a decir que soy una mierda en su vida, pero al menos déjame explicarle que ésta mierda no tiene nada que ocultar ante usted.

Sus puños se cerraban y se abrían... En cualquier momento estallaría.

—Se está pasando, señorita Kuchiki.

—Pues se jode —con su mano atrapó bruscamente mi brazo, conteniendo parte de su rabia—. Me importa una mierda si usted es mi jefe. Hoy es mi día libre, pero aun así usted se empeña en destrozarlo por completo. ¿Sabe qué? No lo va a lograr. En cuanto vuelva a entrar con mis amigos me voy a olvidar de usted y de toda su mierda.

Su mirada se penetró en la mía, dejándome helada. Pude sentir su frustración, su lucha interior, ¿acaso quiere creerme pero no lo logra? Ya no sabía qué pensar en cuanto al hombre que tenía enfrente. Todo en torno a él era demasiado oscuro y confuso. Pero no me marcharía sin antes explicarle lo equivocado que estaba conmigo.

—Quiero decirle algo, sus ojos han visto perfectamente. Renji me ha besado —su mirada se endureció aún más—. Si es verdad que ha visto la escena completa, se habrá dado cuenta que yo lo he apartado de mí. Sin llegar a corresponder a ese beso.

—Lo ha acariciado luego. Había ternura en ese gesto.

—Quería consolarlo, sólo eso —su ceja se alzó en señal de confusión—. Cuando he llegado, Renji ha querido saber porqué se comportó así el otro día. Yo he tratado de dar excusas pero él me conoce demasiado bien y no he podido mentirle. Le he contado lo que tengo con usted y no le ha gustado nada. Me ha pedido que me marchase de su casa y de toda la mierda que tiene que ver con usted. Luego me ha besado. Ha insistido que abriese mis labios para él, pero yo no lo deseaba. —Suspiré con pesar—. Cuando me he apartado, su triste mirada me ha hecho sentir pena por él. Por eso le he tomado las manos y lo he querido consolar.

—¿Y qué le ha dicho usted luego? —preguntó amargamente—. Parecía tenso, usted cómplice con él.

No iba a mentirle, no. Yo era valiente para enfrentar mis palabras, aunque en ese momento no deseaba reconocerlas.

—Le he dicho que lo quiero, pero sólo como un amigo —su mandíbula se tensó de nuevo, su mano volvió a apretarme—. A él no le ha gustado eso, aún menos cuando yo he reconocido que a usted lo deseo como hombre... Que por eso a él jamás le podría dar los besos como los que le doy a usted.

Sus ojos se cerraron y soltando mi mano, se dio la vuelta. Comenzó a mecerse el cabello, ¿qué le pasa ahora? ¿Merece la pena perder el tiempo así con ese hombre? ¡Uf, no lo sabía, por su culpa me iba a volver loca! Tenía demasiados trastornos de personalidad.

Al darse la vuelta y encontrase conmigo, me buscó con la mirada y sentí que había desesperación en ella. Todo terminaba aquí, yo lo sabía perfectamente. Él lo había dicho... Pero, ¡mierda!, yo no quería eso.

—Si es verdad que no tiene nada que ocultar y que no tiene nada con ese estúpido, entre conmigo ahí —señaló el acceso a la piscina—. Pasemos juntos la tarde, aunque sea junto a sus amigos. Así le demostrará a esa mierda que no tiene nada que hacer con usted. ¿Acepta?

Lo observé dudosa. Ahora era yo la que se pellizcaba el puente de la nariz en señal de desesperación. ¿Cómo podría mantener a Renji e Ichigo en el mismo lugar? Y sobre todo, ¿por qué Ichigo no me dejaba como una mierda y se iba, si no confiaba en mí? Sentía su posesión hacia mí, me trataba como si fuese suya realmente. ¿Por qué?

—No creo que sea buena idea —dije finalmente. Volvió a hervir de furia... sus puños volvieron a arder—. He venido a pasarla bien, usted no se lleva bien con Renji. No deseo más espectáculos en público. Por otro lado, su casa está muy cerca de esta piscina. Solamente está resguardada por los arbustos.

—Voy a ser correcto, y no me importa si alguien me ve. Mi familia no suele pasar por aquí. Para pasarla bien van a Seattle —afirmó mostrándome una breve sonrisa. Mi corazón dio un vuelco... Maldito hombre—. Le prometo que no voy a pelear. Si no quiere, entenderé que lo que no desea es pasar la tarde conmigo y ya. Si es así dígalo, no la voy a molestar má una boba, le sonreí ampliamente... Qué tonta me ponía cuando estaba con él. ¡Ah, odio sentirme así!

—¿Trae ropa de baño? —pregunté acercándome.

—Sí —alcé una ceja confundida—. Como le he dejado la nota y no me ha llamado, pensé en no privarla de sus amigos y pasar la tarde aquí con usted.

Qué generoso... Me perturbaba. Me complacían sus palabras.

—¿Por qué me hace esto?

—¿Qué quiere decir?

¿Por qué todo con él es tan difícil?

—Viene, me insulta, me trata mal y da por terminado el pacto. Ahora se comporta de forma correcta. Incluso me ha sonreído, algo extraño en usted. Luego vuelve a comportarse como si nada hubiese ocurrido, ¿qué quiere de mí? No logro entenderlo.

—Sigo sin entender. No entiendo la pregunta.

Inspiré intentando tranquilizarme. Sin duda ese hombre me volvería loca.

—Dice que me quiere sólo para el sexo, es decir, su puta —dije secamente—. Pero luego me busca cuando estoy de fiesta. En la piscina y me quiere llevar de compras... Le vuelvo a repetir la pregunta, ¿qué quiere de mí?

—A usted por entera —confesó con intensidad, haciendo que me temblasen las piernas—. Quiero su cuerpo, su entrega, su alegría. Quiero todo de usted.

Con el corazón acelerado, busqué su mirada para intentar descifrar lo que acababa de decir. Pero no encontré nada. Su mirada continuó siendo dura a pesar de lo tiernas que sonaban sus palabras. ¿O era yo que lo quería ver así?

—Sigo sin entenderlo.

La conversación había tomado un rumbo muy diferente, algo extraño que jamás hubiese esperado de él.

—Tendrá que conformarse. Creo que he sido demasiado claro —se acercó a mí con paso lento, y paró a unos centímetros de mi cuerpo—. ¿Entramos juntos o no?

Perdida como me encontraba, me acerqué a sus labios y los lamí con sensualidad. Esos labios que parecían suplicarme que no los dejase de morder, de besar salvajemente. Como a él le gustaba. En un segundo el cuerpo de Ichigo se amoldó al mío y me devolvió el beso con agresividad, marcando con su incipiente barba el contorno de mi boca. Aunque dolía, no me retiré. Su lengua se enredó en la mía con deseo y lujuria, a pesar de saber que no podríamos ir más allá del beso. No en mitad de la calle.

—Me vuelve loco. Entremos o no me aguanto mis ganas de usted.

Su mirada estaba nublada por la lujuria.

—Ese bañador le queda muy bien, Rukia —le sonreí tímidamente.

Parecía más despreocupado, y accesible que nunca. Hoy era mi día.

—Gracias, señor Kurosaki. Por cierto, allá dentro lo pienso tutear —sonreí tomando su mano. Ichigo me observó confundido—. Se supone que hoy es mi día libre, que usted no es mi jefe y que somos amigos. Por eso vamos juntos a la piscina, ¿o no? —pregunté divertida. Él asintió, y pude ver que intentaba no reír—. Los amigos se dan la mano y eso es lo que yo acabo de hacer. Anda, vamos.

A pesar de todo, Ichigo no protestó. Cogió mi mano con fuerza, y entramos algo tensos por la situación que estábamos a punto de vivir. Me sentía apenada por Renji, pero a la vez quería pasar la tarde junto a Ichigo.

En cuanto Renji nos vio, su rostro cambió totalmente. La furia hizo mella en él. En cambio cuando Momo nos vio, una sonrisa cómplice se dibujó en sus labios.

Cuando llegamos a su lado, Ichigo me abrazó por la cintura con posesión, ¡me sentí feliz! Lo miré y sus ojos volvieron a mí. No pude evitar sonreírle, él sabía que me gustaba demasiado.

—Chicos, como ya sabéis él es Ichigo, y va a pasar la tarde conmigo —Momo asintió emocionada, Renji gruñó básicamente—. Ichigo, ¿pides unos refrescos? —Me atreví a pedirle, suplicándole con la mirada unos segundos a solas con mis amigos.

Aunque dudó, finalmente me soltó y se fue hacia la barra a pedir. No sin antes dedicarme una mirada de ¿advertencia?

—Kia, ¿qué pretendes? —preguntó Renji molesto—. Sabes la tensión que hay entre nosotros. Además, ¿estás loca? ¿Quieres que todo el mundo vea que eres su...? ¡Tiene novia, por Dios, Kia, no te das cuenta!

Lo miré enfadada, no soportaba que se metiese en mi vida y él ya lo hacía demasiado en el día de hoy.

—Eres un imbécil, Renji —se mostró arrepentido al momento—, no vuelvas a hablarme así. Te repito una vez más: no te metas en mis asuntos.

—Pero...

—Pero nada. Eres mi amigo, me puedes dar consejos, pero no te atrevas a cuestionar mi vida y mis acciones, yo no lo hago con la tuya —le regañé dolida—. Él ha prometido mostrarse tranquilo, será mejor que no lo provoques o te las vas a ver conmigo.

—Vamos, Renji, déjalo ya —intervino Momo algo cansada—. Kia tiene razón, déjala que haga lo que le apetezca. ¿Nos damos un baño?

Renji asintió con desgana, y se marcharon juntos para refrescarse. El día empezó a despejarse en Port Angeles. Cuando me giré, Ichigo estaba atrapado entre dos rubia, ya las odiaba sin saber quiénes eran. Por el rostro de él, tampoco parecía conocerlas de nada. ¿Por qué no intervenir yo? Con una sonrisa en los labios, me hice paso entre las rubias y abracé a Ichigo por la cintura. Me observó sorprendido, yo le sonreí.

—¿Pasa algo, cariño? —Le pregunté acariciando su pecho.

Su cuerpo se tensó bajo mi tacto, sus carnosos labios volvieron a ocultar una sonrisa. Mi corazón volvió a correr...

—No, sólo le preguntábamos la hora... a tu...

—Novio —terminé la frese por ella—. Bueno, pues chicas, son las cuatro. Que paséis buena tarde.

Las rubias regalándome una sonrisa falsa se dieron la vuelta. No sin antes volver a poner sus ojos en Ichigo una vez más.

—¿Qué ha sido eso? —preguntó algo incómodo.

—Bueno, supongo que querías quitártelas de encima —respondí con descaro. Ichigo asintió seriamente—. Pues, ¡listo!

—Es indomable —afirmó regalándome una sonrisa torcida.

Adoraba sentirlo tan cercano y encantador.

Sí, hoy era mi día.

La tarde pasó tranquilamente, sin ningún altercado y la verdad la pasé muy bien con Ichigo. El lugar era tranquilo, pequeño y al aire libre, pero me gustaba el ambiente. Piscina en el centro, las hamacas alrededor y la barra al fondo. Bastante cómodo. Hoy era todo extraño, a veces sentía a Ichigo cercano, otras veces más tenso, pero siempre con su mirada puesta en mí. No se refrescó ni una sola vez, pero cada vez que yo lo hacía, su mirada quemaba cada centímetro de mi cuerpo de una forma brutal. Momo se pasó la tarde distrayendo a Renji para que no causase problemas, y ahora era tiempo de volver a casa.

Me sentí apenada, tenía ganas de pasar más tiempo con él...

—Ahora os veo, chicos —les dije a Momo y a Renji mientras seguía a Ichigo para despedirlo.

Yo me iba de vuelta a casa con ellos, y aunque me moría de ganas por pedirle a Ichigo que fuese él quién me llevase, no quería dejar más de lado a mis amigos por hoy. Demasiado sacrificio habían hecho tomando rumbo desde Forks a Port Angeles por mí.

Cuando llegamos al auto, Ichigo se apoyó seductoramente en él, atrayendo mi cuerpo al suyo, tomándome por la cintura. Sentí algo extraño ante ese contacto, no podía creerlo, pero ese hombre cada día me gustaba más. Eso no era nada bueno para mí.

—¿Te veré luego? —pregunté seriamente.

—¿Quiere verme luego?

Parecía serio de nuevo, ¿qué estará pensando?

—Sabes que sí —respondí apoyando las manos en su pecho.

Ichigo volvió a sonreír, dejándome anonadada.

—La veo más tarde, entonces —afirmó muy bajito, muy sensual, acercando sus labios a los míos.

Instintivamente enredé las manos en su cabello, y pegué mi cuerpo al suyo necesitando ese contacto.

Sus manos se aferraron a mis nalgas, levantándome sobre él.

Nos besamos con deseo, con pasión, con lujuria. Con ganas de estar solos y podernos devorar como a nosotros tanto nos gustaba. Sus labios devoraban a los míos, su lengua buscaba y encontraba a la mía, su cuerpo clamaba sentir mi calor, un calor que yo ya sentía que era suyo, y sólo suyo. El beso no podía ser más pasional y excitante, la situación y el lugar las más inoportunas. Lentamente me retiré de él, aunque no deseaba hacerlo, pero más tarde lo tendría de nuevo.

—Te veo luego, entonces —susurré besando su mejilla con ternura. Sentí cómo su cuerpo se ponía rígido, pero no me importó. ¡No es lo único rígido que hay en esos momentos! Su miembro, lo sentía latente contra mi muslo, haciéndome incluso jadear—. Lo he pasado muy bien, la tarde no habría sido lo mismo sin ti.

Asintió aún rígido. Con pereza me retiré de sus brazos y le sonreí con coquetería. Más tarde lo vería, eso era lo único que importaba.

Pvos: Kurosaki Ichigo

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Mientras sentía el agua resbalar por mi cuerpo, no pude dejar de pensar en ella, en Rukia.

¿Qué tiene esa niña? Me tenía totalmente trastornado y asombrado. Cuando en la mañana me fui de su casa por asuntos de negocios, y la vi ahí, en la cama completamente desnuda, no hubiese querido irme de su lado. Llevado por mis instintos le dejé la nota para pedirle que pasara el día conmigo, y al no recibir su llamada no pude evitar buscarla. Verla en brazos de esa mierda pudo conmigo. Su explicación parecía razonable, decía que me deseaba como hombre y yo le creía, lo sentía. Pero sus palabras perdieron valor al coger el cheque, no podía confiar en ella. No podía dejarme llevar por esa cara de ángel cuando estaba conmigo por dinero, cosa que demostró en la tarde al coger el maldito cheque.

Por otro lado, a veces me sentía tan perdido con ella... Sus gestos y su forma de ser me hacían sentir que estaba a gusto conmigo por mi persona, y no por lo que yo era, o por lo que le daba. Ese tímido beso en la mejilla se clavó en mi pecho como un puñal ardiendo. ¿Debo confiar en ella? Tal vez quería, pero sentía que no podía.

Verla en bañador toda la tarde y no poder hacerla mía fue una auténtica tortura. Luego, haberla sentido tan cómplice cuando esas dos mujeres me agobiaron fue excitante. Desde luego quedé sorprendido al saber la noche anterior que tan sólo tenía dieciocho años. Parecía más madura para su edad, ¿qué estaba haciendo yo con su vida?

—¿Ichigo? —preguntó Riruka al otro lado de la puerta.

Saliendo de la ducha cogí una toalla y la envolví a mi cuerpo. ¿Qué querrá mi consentida?

—Hola —sonreí al abrirle la puerta. Se veía más apagada de lo habitual—. ¿Todo bien?

—Emmm... sí. No es nada —mentía—. Vengo para hablarte de Orihime. Me ha dicho que no le coges el celular desde anoche. ¿Qué pasa, Orihime?Lo que menos me apetecía era recordarla.

—Cosas, Riruka, no tienes que preocuparte —me sonrió cómplice. Riruka siempre supo entenderme—. Las cosas con ella últimamente no van bien. La verdad, estoy con Orihime porque odio la soledad, aunque últimamente no la echo en falta. No sé qué va a ser de nuestra relación...

—Me ha contado que tienes a otra... Me ha contado que ella ha hecho algo muy malo y ese es su castigo. ¿Es cierto, Ichigo?

Al sentir mi dilema interno, cogió mis manos entre las suyas y me observó con ternura.

—Sabes que estoy aquí, que me tienes para lo que necesites —le sonreí agradeciéndole el gesto

—. Sabes que quiero mucho a Orihime y no entiendo qué tan malo te ha podido hacer ella. Sabemos que te quiere mucho. Pero si tú crees que ese es su castigo y ella lo acepta, es cosa vuestra. Pero por favor llámala, está preocupada.

—Lo haré.

—Bien. Te dejo para que te vistas.

Se incorporó y tras dejar un beso en mi mejilla, se marchó.

Con pereza, cogí el celular y marqué para llamar a Alison.

—Amor —contestó rápidamente—. Me tienes preocupada.

—He estado ocupado. Mañana salgo de viaje.

—¿Mañana? Ya no me cuentas nada.

Tampoco ella a mí... Tenía que reflexionar sobre esa relación.

—Ha sido una sorpresa para mí también —respondí secamente—. Voy a España, estaré una semana allí.

Un silencio se cernió sobre nosotros, y al cabo de unos segundos habló:

—¿Te puedo acompañar? —Suspiré con pesar—. Será bueno para nuestra relación.

—Voy a trabajar, no tendré tiempo para ti —Orihime no dijo nada—. Tengo cosas que hacer, te veo a la vuelta.

—Quiero verte esta noche —parecía tan triste y sincera a la vez—. No te veré en una semana

—Lo siento, pero me es imposible.

—¿La vas a ver a ella? —Unos suspiros extraños llegaron a través del celular, entonces entendí que Orihime lloraba.

—Orihime, lo siento. Tengo que colgar —suspiré cansado de ese juego—. Cuando regrese, hablamos.

—Te amo —la oí decir antes de colgar.

¿Ahora qué? ¿Dónde nos lleva todo esto? ¿Sigo con ganas de estar con ella? Sólo tenía una certeza entre toda esa confusión. Quería verla a ella, a Rukia Kuchiki. Ahora mismo.

Pvos: Kuchiki Rukia

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Cuando sonó el timbre, me emocioné. Era él... Tras una larga y aburrida espera donde

hablé con mis padres, discutí con Hisana y divertí con Koga a través del celular, ya me sentía ansiosa porque él viniese y pasar la noche de nuevo en sus brazos.

Cuando abrí, quedé impactada, no había hombre más hermoso que él. Tenía un jersey de pico color azul, y unos pantalones blancos. Se veía musculoso, imponente y tremendamente caliente. ¿Me acostumbraría alguna vez a mirar a ese hombre? No.

—Hola —murmuré abriendo la puerta para dejarlo pasar. Pero Matt no pasó de largo, dio unos pasos cerrando la puerta tras de él, y me aprisionó contra la pared. Me dejó aturdida y desconcertada por su poca paciencia conmigo.

—No puedo más —jadeó introduciendo la mano debajo de mi camisa, para llegar hasta mis pechos—. No sabe las ganas que he tenido durante todo el día de hacerla mía —acarició mi pezón con impaciencia—. Me ha estado provocando mucho. Necesito de usted.

—Yo también —gemí al sentir cómo sus manos jugueteaban con mi pezón sin ningunadelicadeza—. Tómame ahora y quédese conmigo. Hágamelo toda la noche.

No quise decirlo, pero mis labios me traicionaron al sentir esas manos tan exigentes sobre mi cuerpo. Sentir sus ganas de mí, me hacía perder el control, y no quería perderlo. No quería que él supiese lo mucho que me gustaba. No quería que viese el poder que a veces tenía sobre mí.

—¿Quiere que me quede? —preguntó buscando mi mirada.

—Por favor —supliqué. Cuando sentí que su otra mano bajó muy lentamente y se coló a través de mi pantalón hasta llegar a mi sexo, grité y grité.

Cuanto necesitaba de eso, de él... Con detenimiento, ingresó un dedo en mi cavidad, haciendo que me retorciese en sus brazos. Qué explosión de placer en cada caricia.

Necesitando una vía de escape, tomé su miembro entre mis dedos. Oh, qué hombre tan grande.

—Rukia... Rukia —gimió cuando se la acaricié con delicadeza, desde la punta, un poco más abajo.

Mi cabeza comenzó a dar vueltas al oír con tanta efusividad mi nombre en sus labios. ¿Por qué me hace sentir así?

—Cállese, cállese —supliqué buscando sus labios para devorarlos. Pero su mirada se cruzó con la mía, haciéndome retroceder.

—¿Por qué? —preguntó con su mirada tan verde fija en mí.

Su dedo se deslizó nuevamente por mi cavidad, expandiendo toda la humedad alrededor de todo mi centro. Oh, oh.

—P-porque suena, demasiado bien —Ichigo se tensó y un gruñido salvaje escapó de sus labios, muy cerca de los míos.

Y nuevamente me provocó pellizcándome el clítoris, jugando con ese punto que me hacía verlo todo negro, borroso, extasiada por el placer. Gruñí, jadeé y grité entre temblores, acariciando con más efusividad a Ichigo, desprendiendo la frustración que sentía por alcanzar el orgasmo. Envolví esa parte de su anatomía con fuerza, hacia arriba, para luego bajar. Jugando con el líquido de la punta. Quería lamerlo.

—Contrólese, Rukia —volvía a hacerlo. Me volvía a llamar por mi nombre, él ya sabía lo que causaba en mí, pero lo hacía de nuevo.

Frustrada, lo acaricié con más fervor. Jadeó, me miró los labios y se relamió los suyos.

¡Maldita sea!

—Sabe que no mientras... —lamí el contorno de sus labios para callar su protesta.

—Tiene sexo, lo sé. Pero ahora me está acariciando, no es lo mismo —murmuré sobre sus labios.

Se relajó, sólo entonces me devolvió el beso. Un beso caliente, efusivo, lleno de erotismo. Un beso tan apasionado como sus caricias sobre mi intimidad.

Nuestras manos al ritmo de nuestros besos se encendían cada vez más. Sentía sus ganas, sus urgencias y sus deseos de mí, yo no podía desearlo más en ese momento. Deslicé la mano por su miembro con frenesí, deseando que explotase, que se rompiese y sintiese vulnerable ante mí. Mi ritmo era el suyo, cuanto más rápido Ichigo me tocaba a mí, más impaciente me sentía yo. Finalmente tras varias interacciones de sus ágiles dedos en mi interior, me hice añicos por él.

—N-no puedo más —grité sacudida por el placer que estaba sintiendo. Se me engarrotaron los pies, se me cerraron los parpados, todo demasiado intenso y arrollador.

Sacudidas y más sacudidas, el suelo cedió bajo mis pies.

Apoyé la cabeza en la pared y sentí su mirada fija en mí, pero no dejé de acariciarlo, excitarlo. Le saqué la lengua y le guiñé un ojo sonriéndole, deslizando la mano sin ninguna delicadeza por su miembro desde arriba hacia abajo. Haciendo presión con el dedo en la punta, entonces empezó a debilitarse.

—Joder —se quejó, gruñó, mordió mi labio, convulsionó, dejándose llevar por su efusivo orgasmo.

Cuando terminó se dejó caer sobre mí, gesto que me sorprendió.

—No deja de sorprenderme, señorita Kuchiki —confesó jadeante con la frente apoyada en mi hombro.

—Usted tampoco —no sólo en ese sentido, quise decir. Cada hora, cada minuto, me gustaba más.

Al cabo de unos minutos, levantó la mirada hacia mí. En sus labios destelló una hermosa sonrisa que hizo que todo volviese a temblarme. Alcé una ceja en señal de confusión por esa sonrisa suya tan cálida. Pero no dijo nada, se quedó callado, observándome, haciéndome sentir nerviosa.

—¿Le apetece cenar?

—No, gracias —contestó acomodándose la ropa.

De nuevo me sentí desanimada, tal vez había cenado con su novia...

—¿H-ha cenado con ella? —Dejó de vestirse para mirarme. Me mordí el labio—. He preparado pastas...

—No, Rukia, no he cenado con ella —sonreí nerviosa—. No la he vuelto a ver desde la fiesta, aunque si he hablado con ella por teléfono. Cosa que a usted no debería importarle mientras cumpla con mi palabra.

—Vuelve a ser borde —le reproché dándole la espalda, entrando en la cocina.

—Siempre soy así.

—No hoy —lo contradije sirviéndome la cena—. Hoy ha estado más amable de lo habitual

—No se acostumbre entonces —advirtió tomando mi brazo para que me girase—. Sírvame también.

Asentí divertida por la situación... Sus cambios de humor eran sorprendentes.

Preparé la mesa, los vasos, platos y un poco de vino. Ichigo observaba todos mis movimientos. Me hizo sentir inquieta y descolocada, aunque pretendía entenderlo y colarme en su mente, no lo lograba.

Ese hecho me frustraba.

Cuando ya lo tuve todo listo, lo invité a sentarse frente a mí o a mi lado. Prefirió hacerlo frente a mí.

—Quiero que sepa que mañana salgo de viaje —anunció mientras nos sentábamos. Un

sentimiento de tristeza, se clavó en mi pecho—. Es un viaje de negocios. Voy con Uryuu, y con mi socio Aizen. Necesito atender unos asuntos en España.

Asentí sonriéndole. No podía demostrarle lo mucho que me afectaba su partida.

—¿Cuántos días serán? —Su ceja se alzó—. Por curiosidad, digo.

—Sí, ya me he dado cuenta que es usted muy curiosa —me burlé mostrándole la lengua—. ¿Siempre ha sido tan alegre?

Qué pregunta...

—Siempre he tenido motivos para serlo —asintió. Tal vez era el momento, pensé—. Usted en cambio, parece que nunca ha tenido motivos.

—No muchos. Rukia, no empiece con las preguntas, por favor.

—¿Por qué no? Usted siempre que me pregunta espera que yo le responda. Creo que tengo derecho a saber algo de la vida del hombre que se mete en mi cama, ¿no?

Ichigo no dijo nada. Clavó su mirada en mí, y al cabo de unos segundos empezó a comer. Yo intuyendo que ya no tenía nada que hacer en cuanto a él, comencé a cenar también. Tras un largo y eterno silencio, suspiró y habló:

—A los doce años mi madre biológica me abandonó. Vivíamos en un pueblo pequeño donde se conocía la vida de todo el mundo. Ella era joven y un día conoció a un hombre que la volvió loca. Cuando llevaban cuatro meses de relación quedó embarazada de mí —suspiró con tristeza. Por primera vez lo vi vulnerable, algo que no me gustó—. Cuando él se enteró, la abandonó y jamás volvió a aparecer por su vida. Ella lo esperó, pero nunca volvió. Al parecer desde que yo nací fui una carga en su vida y para su reputación. Me soportó hasta los doce años de edad... un día sin previo aviso se marchó y no volvió jamás. Mi condición de bastardo ante los ojos de los vecinos y de puta para ella, pesó más que tenerme a su lado.

Lo miré con tristeza. ¿Cómo una mujer puede abandonar a su hijo por semejante razón? Ahora comprendía su amargura. Tuvo una madre durante los doce primeros años, una madre que no lo quiso, que lo despreció. Ichigo tuvo una vida dura y por eso su forma de ser.

Cuando creí que ya no diría nada más, me sorprendió continuando.

—Los doce años con ella fueron muy duros. Hacía como si yo no existiese en casa. Sólo sentía su apoyo a la hora de estudiar, eso era importante para ella. Nunca faltaba al colegio y nunca me faltaban los materiales necesarios para estudiar. Con el tiempo entendí el porqué. Ella sabía que se iría y quería dejarme preparado para ello. Al menos teniendo estudios el futuro no sería tan oscuro, o eso pensó —su mirada dura, melancólica, volvió hacia mí—. Creo que es suficiente. Ya sabe demasiado de mi vida, de mi pasado. Tragué forzosamente la comida. Su pasado me dolió.

—Sólo quiero saber algo más... —asintió dándome el permiso—. ¿Por qué lo rompe todo cuando se enfada? ¿Shiba es el apellido de...?

Pareció no querer responderme, aun así lo hizo.

—Es la única vía de escape que tuve cuando ella se fue. Esa fue la única forma en la que conseguí soltar la rabia que tenía dentro por lo que me hizo. Desde aquel día, eso se convirtió en una costumbre para mí... Esa es la única forma en la que consigo aliviar mi dolor o desprenderme de la rabia que siento a veces —dejó de comer, desganado—. Shiba es el apellido del desgraciado de mi padre biológico... Se lo puse a mi empresa esperando que un día de estos aparezca y lo vea... Que entienda el mensaje y me busque. Ese día las pagará todas juntas —con el corazón roto de dolor por sus palabras,

me levanté y lo cogí de la mano. Ichigo me observó de forma extraña, pero se levantó conmigo.

—Esta noche quiero dormir con usted. Quiero aliviar su pena, su dolor. Quiero consolarlo hasta que me deje.

—No quiero su compasión.

—Eso no es lo que siento por usted.

—¿Qué es, entonces?

—Déjeme demostrárselo.

Ichigo no dijo nada más, siguió mis pasos aunque de manera tensa. Al llegar a mi habitación, me volteé hacia él y comencé a quitarle el jersey. Me observó con lujuria y deseo, yo sólo deseaba borrar toda esa frustración, todo ese dolor que sentí momentos atrás junto a él. Cuando ya tuve su camisa quitada, comencé con los zapatos, el pantalón y el bóxer. Por más que lo viese desnudo tantas veces atrás, jamás me acostumbraría al impacto que sentía mi cuerpo cuando lo tenía así, ante mí y para mí.

—Túmbese, por favor —pedí tímidamente.

Me observó, y tras unos segundos así lo hizo. Se tumbó sobre la cama con los brazos detrás de la cabeza. ¡Ese hombre será mi locura!

Con picardía y sensualidad empecé a desnudarme sin dejar de observarlo, de sonreírle con coquetería. Su mirada se clavó en mí y esta vez sí pude leerla. Se moría por hacerme suya, loca y apasionadamente, como él solía hacerlo.

Cuando ya estuve desnuda, me encaminé hacia él muy lentamente. Me devoró con la mirada, haciéndome sentir tan deseada como jamás hubiese pensado.

Con una lentitud extrema, me subí en él, luego al deslizarme hacia abajo fue entrando en mi cavidad. Hm... tan rico. Ichigo jadeando, se incorporó, se sentó a mi altura y me acarició la espalda, las nalgas. Oh, oh. Su boca buscó mis pechos con ansiedad, sólo pude entregarme a él y a esas sensaciones que sentía cuando estábamos juntos... Algo extraño.

—Su cuerpo es exquisito —murmuró mordiendo mi pezón—. Siempre tan cálida para mí.

—Cállate... cállate —supliqué sin tutearlo. Me sentía débil en sus brazos cuando susurraba

palabras así. Odiaba esa sensación—. No hables por favor, sólo tómame.

Con un gruñido animal, sus manos se posaron en mi cintura y marcó el ritmo de cada embestida. Sus labios se hicieron dueños de mis pechos y no dejó de morderlos en ningún momento. Yo cabalgué sobre él, perdiendo todo el autocontrol que tenía. Las estocadas se hicieron más insistentes a cada segundo, más prolongadas y más apasionadas. Con ternura, enredé las manos en su cabello y lo acaricié entre mis dedos, sintiéndolo dentro de mí. Ese hombre me hacía suya como si yo fuese la única mujer en la tierra. Su posesión, sus ganas y sus deseos me absorbían por completo. Me abrumaba a veces ver lo que yo hacía con él...

—Mierda, es tan estrecha. Me envuelve por completo... es demasiado.

Con desesperación, tomé su cara entre mis manos y lo atraje hacía mí. Subí y bajé, deslizándome por su cuerpo hasta sentirlo completamente en mi interior. Su mirada se hizo más dura, y en ella pude leer su advertencia: no me bese. Pero yo quería besarlo, no sólo quería sentir sus manos sobre mi cuerpo, o su virilidad latiendo en mi interior. No, también necesitaba sentir sus labios sobre los míos mientras me tomaba con esa pasión.

—Por favor. Sólo hoy, sólo hoy...

—No —cortó una vez más, haciendo añicos mis deseos. Tras ese extraño momento, Ichigo me acarició la espalda nuevamente, no pude dejar de cabalgar al sentir esas manos tan cálidas sobre mi piel desnuda. La recorría desde arriba hacia abajo, con esos dedos tan cálidos, y suaves.

Me volvía loca, no lo podía evitar, no lo quería evitar. Aunque eso podría hacerme daño en un futuro, no quise evitarlo. Nunca fui persona de mirar hacia el futuro, siempre vivía y estaba en el presente, lo demás vendría después.

—Rukia —jadeó lamiendo mi cuello, invadiéndome por completo.

—Ichigo —los pensamientos, los miedos y las incertidumbres se fueron lejos arrastrados por la ola

de placer. Sólo quedó Rukia, la pasión del momento y yo.

Jadeé sin parar hasta sentir cómo todo fue menguando, cómo mi cuerpo recobraba un poco de calma. Pero cuando creí que todo había pasado, Ichigo se movió con más ímpetu, más pasional, rasgándome desde dentro, entonces volví a temblar entre sus brazos, esta vez junto a él.

—Dios, Rukia —protestó viniéndose en mí—. Joder.

Fue lo último que lo oí decir antes de dejarse caer hacia atrás. Agotada, me dejé caer yo también sobre su cuerpo, no sin antes darle un beso efusivo y apasionado, el que tantas ganas tuve de darle unos minutos antes. Ichigo correspondió al beso con el mismo fervor y la misma entrega. Al apartarnos algo surgió, no supe el qué, dejándome llevar por lo agotada que estaba, me apoyé sobre su pecho y ahí me dormí... feliz.

Al sentir unas leves caricias sobre mi mejilla abrí los ojos aún adormecida y ahí estaba él, inclinado hacia mí. Me quedé muda, sin saber qué decir. ¿De dónde sale esa ternura?

—Tengo que marcharme —dejó de acariciarme, pero no apartó la mano de mi mejilla.

—¿Qué hora es? —pregunté abrumada.

—Las tres de la madrugada —susurró muy bajito. Parecía inquieto y ¿triste? No pude saberlo, su máscara de hielo siempre estaba de por medio. ¿Por qué no me deja ver sus emociones? Asentí enmudecida por lo extraño que estaba siendo todo hoy, incluso él. Y cuando pensé que ya no podía ocurrir más nada extraño, Ichigo se acercó a mí y rozó mis labios con los suyos. Esta vez me besó con mucha paciencia y dulzura. Invadida por algo que no sabría explicar, lo atraje más hacia mí por su nuca y lo besé. Fue un beso muy cálido y caliente, a la vez que lento. Su lengua me embestíacon delicadeza, no con urgencias y sus labios buscaron un tierno calor en los míos, no desesperación.

¿Qué está pasando? No pude averiguarlo porque de manera anticipada se retiró de mí, con una mirada tierna y sincera, haciendo que yo casi llorase al sentirlo tan transparente conmigo.

—Lo voy a extrañar, Ichigo —reconocí temblorosa.

Pareció sorprendido, me observó con detenimiento y un segundo después me sonrió.

—Nos vemos pronto, Rukia —musitó acariciando mi mejilla, antes de levantarse y marcharse

la chica del servicio (ichiruki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora