Capítulo 18. "Te quiero"

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 gracias por los 2.745 vistas no lo puedo crees mill gracias los quiero 

bueno los dejo para que lean mis ichirukis  <3 (ahi una imagen)

Pvos: Kuchiki Rukia

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Todo me tembló a causa de sus palabras... ¿qué está pasando? Ichigo desesperado, llorando... ahora me decía que me quiere. Quise abrazarlo, perderme en sus brazos, pero ¿habré oído mal?, ¿por qué hoy?, ¿por qué aquí y ahora?

—¿Q-qué has dicho? —pregunté temblorosa.

Su mirada me observó con tristeza.

—Rukia, por favor, lo has oído —dijo acariciando con ternura mis mejillas que ya estaban empapadas en lágrimas—; lo hago de verdad, no sé en qué momento ha sucedido, pero me temo que ya no puedo estar sin ti... quiero que te quedes conmigo, te necesito a mi lado.

Hablaba tragando forzosamente, un nudo se formó en su garganta... intentaba no volver a llorar.

Aún seguía sin entender nada, nada.

—Ichigo —le susurré abrazándome a su cuerpo con fuerzas. La emoción me embargaba... quería estar conmigo, él me quería y ahora por fin me lo decía. Me estrechaba con fuerzas, oliendo mi cabello, dejando un sin fin de besos. Me demostraba las palabras que por algún motivo le costaba tanto decir... él me necesitaba. ¿Me ama? Tenía que darle una tregua, saber que me quería ya era demasiado grande para mí, no podía presionarlo más, no debía.

—Rukia, mi Rukia —dijo acariciándome con desesperación,

Sentí cómo poco a poco todo mi cuerpo se venía abajo. A penas podía creerlo, en mi mente aún sonaba cada palabra, ¿es posible que me quiera como yo a él? Me sentía mareada, emocionada y sobre todo perdida por él, por su comportamiento y por sus palabras, Dios, ¡me quiere! Lloré con desesperación sobre su pecho... Ichigo me quiere, ¿por qué a mí? Yo era tan poca cosa... él tan perfecto.

—No quiero perderte —susurró con apenas un hilo de voz—; no te vayas, por favor.

De nuevo ahí estaba su desesperación. Asustada por su súplica y por la intensidad de su voz, levanté la mirada, estaba realmente asustado.

—¿P-por qué repites eso? ¿Por qué piensas que me voy a ir? —Lloré aún más al ver su rostro emocionado, ¿dónde está mi chico duro?—. Por favor, háblame.

Un intenso suspiro brotó de sus labios y con delicadeza acunó mi cara entre sus manos, apoyando su frente sobre la mía, limpiando mis lágrimas.

—Estaba en la oficina y he decidido llamarte, pero no me contestabas... el miedo de saber que te habías arrepentido de todo lo que dijiste ayer, esta mañana, ha podido conmigo —la tristeza de su voz me rompió—. Luego he ido a buscarte a mi casa, Hisana me ha dicho que te habías ido y que quizás no ibas a volver. No podía, no quería creerlo porque tú me has hecho una promesa, pero tu hermana me lo ha dejado claro, no volverías... pensé que te perdía, no quiero hacerlo.

¿Hisana? ¿Qué está sucediendo?

—Y-yo le he dicho a mi hermana que si me buscabas te dijese que yo sólo había venido a firmar unos papeles a mi casa. No te he llamado para no molestarte, no entiendo nada de lo que me estás contando —Ichigo se apartó, buscando mi mirada—; sólo he venido a eso, no pensaba irme a ninguna parte, ¿seguro que Noa ha dicho eso?

—¿No te vas? —Negué con la cabeza acariciando su mejilla. Mi pobre Ichigo, ¿por qué le han hecho creer eso?—. ¿Por qué tu hermana me ha mentido?

—No lo sé. No lo sé.

Sus brazos se tensaron en torno a mi cuerpo.

—No le gusto, no me quiere para ti —decía las palabras que yo misma no quería reconocer. Hisana no sabía lo que hacía.

Lo miré con tristeza, no me gustaba verlo así, odiaba que se sintiese rechazado; en un segundo me abalancé a sus brazos, buscando sus labios para demostrarle en ese beso que no me importaba nada ni nadie más que él. Gemí al sentir cómo sus labios se abrían para mí, besándome con una dulzura inmensa, desarmándome con cada tierna embestida de su lengua en mi boca que me invadía con impaciencia.

—No me importa nada —susurré sobre sus labios—. Sólo tú, sólo tú.

Un inmenso gruñido brotado de la boca de Ichigo se perdió en la profundidad de la mía, lo complacía, lo sabía, pero esas palabras eran tan sinceras como mi amor por él.

Me dejé arrastrar por él, por ese beso. Lo besé con todo el amor que tenía y sentía, busqué su lengua con impaciencia para devorarla, besarla con fervor, necesitando demostrarle que estaba aquí por y para él, que jamás me iría. Sus manos se apretaron más fuerte en torno a mi cuerpo que me acariciaban con ternura y me besó con más pasión, con más deseo, y ¿con más amor? Las lágrimas volvieron a inundar mis mejillas... apenas podría creer sus palabras... "Ya no puedo estar sin ti... quiero que te quedes conmigo, te necesito a mi lado". Me sentí en las nubes, en el mismo cielo.

—No llores —dijo apartándose de mis labios, al sentir mis lágrimas saladas sobre los suyos—.

¿Por qué lo haces?

¿No se da cuenta? ¡Porque lo amo!

—Porque te amo —musité sonriéndole. Su mirada se iluminó—; y porque no puedo creer que me quieras.

Me sonrió devolviéndome el gesto. Parecía más tranquilo, menos asustado y más cómodo con la situación

—Yo tampoco —sonrió con amargura... él no quería hacerlo—. Pero ya no hay vuelta atrás.

—No quiero que la haya —confesé rápidamente, enredando las manos en su nuca—. ¿Qué va a pasar ahora con nosotros? ¿Va a cambiar algo?

Suspirando, apoyó su frente sobre la mía. Parecía agotado y desarmado. Toda esta situación le podía.— Quiero que empecemos a estar juntos como una pareja normal, nada de usted... nada clandestino... —el corazón me dio un vuelco—; ¿quieres tú eso?

¿Que si quiero eso?

—Más que nada en el mundo —respondí abrazándome más fuerte a él—. ¿Lo quieres de verdad?

—¿Lo dudas?

Negué con la cabeza rápidamente.

—No es eso... es sólo que tengo miedo que sea por no perderme por ahora... tengo miedo que esa palabra sólo la hayas dicho por el miedo a que me aleje de ti, tengo miedo que no lo sientas de verdad—confesé bebiéndome las lágrimas que era incapaz de contener.

Una mentira desencadenó muchas confecciones. ¿Las sentía así?

—No, Rukia, no —me regañó apartándose de mí para mirarme a los ojos—; no hagas esto. Ahora que te digo lo que siento no lo eches a perder así, no dudes de algo tan grande como esto. Sé que tal vez la forma no haya sido la mejor, o la más romántica... ya me conoces.

Asentí tragándome las lágrimas, las que él ya limpiaba de nuevo.

—¿Me quieres? —Necesitaba oírlo de nuevo.

Ichigo suspiró agobiado.

—Sabes que sí —confesó mirándome a los ojos.

—Dímelo entonces —supliqué acariciando su pecho, su corazón.

—Rukia, por favor —dijo acariciando mi mejilla—; déjame acostumbrarme a todo esto.

Asentí conmovida, mi pobre Ichigo no quería hacerlo pero en cambio lo hacía... era duro para él.

Parecía tan vulnerable en ese momento, su miedo era palpable. No quería quererme pero lo hacía y yo sabía que eso para él no era algo bueno, se negaba a eso; sin embargo, quería intentarlo conmigo... Yo, novia de Ichigo Kurosaki...

—Quiero que dejes de trabajar para mi familia —ordenó con delicadeza.

Negué confusa, todos sus músculos se tensaron.

—¿Por qué? Tengo que seguir haciéndolo hasta el quince de agosto, no quiero faltar a mi palabra, tu madre ha demostrado mucha confianza en mí y no quiero fallarle —parecía nervioso—. ¿Qué pasa?

—Rukia, si vamos a ser pareja... no es normal que tú trabajes para mí o para mi familia sirviendo. No quiero eso más para ti —pareja—; quiero llevarte a mi casa y que todos sepan que eres mi... chica.

No pude evitar sonreírle entre lágrimas. Ichigo parecía tan incómodo con la situación, en cambio mi corazón se derretía de amor por él.

—Tendremos tiempo para eso, lo haremos más adelante. Vayamos con calma, por favor —traté de tranquilizarlo pero al parecer fue todo lo contrario—. No me mires así, no es lo que estás pensando.

—Y ¿qué es lo que estoy pensando?

¡Hombres! Traté de calmarme y limpié las lágrimas. Tragando el inmenso nudo que tenía en la garganta, lo miré directamente a los ojos.

—Estás pensando que no quiero que me presentes a tu familia porque tal vez algún día me arrepienta y me vaya... te deje —su mandíbula se contrajo—. Ichigo, no pienses siempre tan mal de mí, sólo quiero que todo siga su curso, me da miedo que hagamos las cosas mal por precipitarnos, tengo miedo de echar a perder esto.

—¿De verdad es por eso? —preguntó secamente. Sonriendo, me acerqué a sus labios y los besé de nuevo tranquilizándolo. Él me ama, claro que lo hacía...—. Rukia, respóndeme.

Lo miré suspirando, ¿acaso no siente mi amor?

—Ya te lo he dicho, señor Kurosaki —le contesté burlonamente—. Te amo y quiero que esto vaya bien. Que hoy me hayas dicho lo que sientes es lo más grande que me ha podido pasar. Me asusta porque te veo asustado, y porque todo es tan repentino que apenas me lo creo... pero quiero estar contigo, no quiero dejarte y no quiero que me dejes.

—No lo haré —afirmó con rotundidad—; porque sabes cómo soy, y a pesar de todo estás sin pedir nada a cambio. Eres tan perfecta, Rukia.

Alcé una ceja, ¿perfecta?

—Lo eres para mí, sabes cómo hacerme reír, enloquecerme, encenderme y enfadarme a cada segundo. Nadie me entiende como tú —sin poder controlarme me abracé contra su pecho rodeándolo por la cintura, escuchando el latido de su corazón—, te has convertido en mi todo, Rukia.

Su declaración me dejó helada, no esperaba algo así por su parte y en el fondo sabía que no quería sentirse así, pero sin embargo lo hacía. En momentos así entendía que nadie más podría ocupar mi corazón como lo hacía él, no después de sentir su amor por mí. Ahora era mío, ahora era mi turno para demostrarle lo mucho que yo sería capaz de hacer por él, era mi turno de demostrarle lo bonito que es el amor correspondido, lo hermoso que era tener a alguien que lo cuidase y lo amase como yo lo hacía.

—También tu para mí —confesé besando su pecho.

Un silencio lleno de paz se hizo entre nosotros, todo era tan extraño y confuso hoy.

—Quiero llevarte a otro lugar —dijo sobre mi cabello—, necesito que estemos solos, quiero que hablemos.

Se me olvidó incluso que aún estábamos en la puerta de mi casa.

—Yo también, pero sabes que tengo que volver. Ya son las tres y media y tenemos que volvemos a Port Angeles...

—Por favor —imploró. Levanté la mirada, su mirada implorante me desarmó—. Llegarás a tiempo.

—Sabes que yo también quiero, pero no quiero hacer las cosas mal, por favor. Déjame acabar con mi trabajo desde hoy hasta agosto, como está acordado —le sonreí acariciando sus labios—; ya luego tendré todo el tiempo para ti... lo prometo.

Una hermosa sonrisa iluminó mi mundo, su sonrisa.

—Recordaré esas palabras, no las olvides tú —musitó con intensidad—. Ahora sube al auto.

Lo miré sorprendida, ¿tan rápido resulta convencerlo? No lo creo.

—No me vas a llevar de vuelta, ¿verdad? —pregunte sentándome a su lado.

—Sí, aunque algo más tarde.

Ese era él, a veces de una forma, otras de otra tan diferente... pero de todas las formas posibles lo amo.

Arrancó el auto y sin decir más nada, tomó la carretera por Forks. Parecía pensativo, perdido en su mundo pero en una de esas, me observó y me sonrió. Le devolví la sonrisa y para mi sorpresa, tomó mi mano entrelazándola en la suya... como una pareja. ¿Cómo han cambiado tanto las cosas? Un nudo me oprimió el pecho, ¿cómo será compartir mi vida con él? Lo que tanto añoraba ahora lo tenía, parecía un sueño mágico, no quería despertar.

Con ese silencio llegamos al final de la calle (E Division St) en Forks, su mano no me soltó en ningún momento, su mirada no se alejó de mí. Todo me tenía emocionada, de nuevo tuve esas ganas de llorar, quería preguntarle tantas cosas y a la vez sentía tanto miedo de hacerlo...

Distraída en mis pensamientos, pude ver por la ventanilla cómo Ichigo entraba por un sendero que parecía privado. Cuando él creyó oportuno, paró el auto, se bajó y rodeó el coche para abrir mi puerta... suspiré, mi caballero en esos momentos.

—Quiero mostrarte un sitio especial para mí —dijo tomándome de la mano, ingresando adentro del bosque—; es una lugar importante en mi vida, suelo venir cuando quiero un poco de tranquilidad, e siento agobiado o simplemente necesito pensar.

Asentí siguiéndole los pasos. Cuando llegamos a un claro, se paró y me observó con intensidad.

El prado era muy hermoso, supe que también sería un lugar especial e importante para mí, para los dos.

—¿Te gusta? —Parecía orgulloso de aquel lugar.

—Mucho.

Ichigo quiso mostrarme ese lugar especial para él... yo era especial por confiarme su prado... No me acostumbraba aún a nada de lo que estaba ocurriendo hoy, todo era demasiado hermoso e inmenso para mí. Todo tan precipitado que no me lo creía... en la noche cuando lo pensara en la soledad de mi habitación, lloraría como una niña pequeña. Tantas emociones estaban recorriendo mi cuerpo que era imposible descifrarlas, asumirlas... Un cuento de hadas que jamás soñé.

Su mirada fija en mí, me hizo volver a mirarlo. Me observaba de distintas maneras, emoción, preocupación, admiración... amor. ¿Cómo puedo encajar todo esto en un solo día?

—Lo compré hace varios años, todo este terreno es mío —dijo señalando el prado, lo miré sorprendía—. Al final del sendero me están construyendo la casa, aún falta pero será perfecta.

¿Cuántas cosas desconocía de su vida? Una casa cerca del prado más hermoso que había en Forks... una casa para él...

—Aquí quiero vivir —continuó sin dejar de mirarme a los ojos, acariciando mis manos—, este lugar me da la tranquilidad que necesito.

—Es muy hermoso —confesé con un hilo de voz.

Sus manos se apretaron más fuerte sobre las mías.

—Podría ser tuyo también —las piernas me flaquearon, Matt tuvo que sostenerme... me hablaba de un futuro—. Tranquila, Rukia, hablaremos sobre ello en otro momento, cuando tú quieras.

Asentí temblando. Yo claro que quería vivir aquí con él, pero de nuevo estaba el miedo a estropearlo todo. Quería que lo nuestro tomase su curso como una pareja normal que comenzaba poco a poco, su desesperación me hacía ver lo mucho que me quería, pero a la vez tenía miedo que ese amor se esfumase tan pronto como llegaba. Nuestra relación empezó tan precipitadamente desde el comienzo... que me asustaba demasiado que todo saliese mal.

—Ven aquí —dijo sacándome de mi ensoñación, tirando de mi cuerpo hasta que estuvo totalmente pegado al suyo y me besó.

Un beso muy caliente desde el primer contacto entre nuestros labios. Su boca me devoró desde el primer segundo, exigiendo y reclamando mis labios con ansiedad. Su lengua se entrelazó en la mía con ferocidad, con una urgencia abrumadora. Sentí su necesidad, sentí sus deseos y supe que ahí mismo me haría el hacer amor.

Cuando sus manos empezaron a desnudarme no me opuse, porque yo también lo deseaba en ese momento y ahí mismo. Sin dejar de besarme, me desnudó tiernamente, saboreando el momento con cada prenda que fue cayendo. Cuando estuve en ropa interior se separó de mis labios, no sin antes dejar tiernos besos allí, sorprendiéndome una vez más. Cuando se apartó, su mirada recorrió todo mi cuerpo, ya me sentía empapada.

—Siempre tan hermosa —susurró con sensualidad acariciando mi pecho por encima del sujetador.

Cerré los ojos un segundo, sabía cómo tocarme.

—Quiero desnudarte —susurré impaciente y jadeante.

—Hazlo, recuerda que soy tuyo —un sollozo escapo de mi pecho... Mío...—. Shh... tranquila.

Conteniendo el llanto empecé a desnudarlo, no con paciencia, todo lo contrario, con mucha impaciencia. Necesitaba sentirlo dentro de mí sabiendo lo mucho que me quería. Ichigo no decía tantas palabras que yo necesitaba oír, pero su mirada, sus gestos y su forma de comportarse conmigo lo decían todo. Me ama y mucho, el miedo que vislumbré en su mirada y en su voz no podían significar otra cosa, pero sólo necesitaba su tiempo. Tiempo que yo le daría.

Cuando ya lo tuve desnudo, completamente desnudo, no pude evitar gemir con sólo verlo, ese hombre tan hermoso y perfecto era mío, sólo mío.

—Rukia —me regañó—, esa mirada.

—No puedo evitarlo —coqueteé desabrochándome el sujetador, dejándolo caer a sus pies—; me tienes loca.

Me sonrió negando con la cabeza.

—Siempre tan... —interrumpí sus palabras, posando un dedo en sus labios.

—Descarada, ya lo he oído antes.

Una parte de mí sabía lo mucho que le excitaba esa Rukia tan juguetona, su mirada era intensa y supe lo mucho que le gustaba verme tan desinhibida. Por eso lo hacía, yo quería serlo todo para él, yo quería darle todo lo que necesitase, que nunca tuviese que buscar en otra parte lo que yo no era capaz de darle. Yo lo entendería, lo comprendería y sobre todo lo complacería.

—Túmbate —le dije poniendo un dedo en su pecho—, por favor.

Con su mirada llameando por el deseo en cada parte de mi cuerpo, se tumbó sobre el prado, dejándome ver por completo todo el esplendor de su hermoso cuerpo. Inclinándome hacia delante, coqueta, me bajé la última prenda, la braguita, y entonces me senté a horcajadas. ¡Ah!, se sintió tan bien con un sólo roce...

—Rukia —jadeó impaciente, pero necesitaba disfrutar más de ese momento, así que no me alcé.

Me incliné hacia delante, rozando su torso con mis pechos y busqué sus labios.

Rápidamente sus labios reclamaron a los míos, devorándolos, lamiéndolos, mordiéndolos y besándolos con inquietud. Su lengua saboreaba cada rincón de mi boca, disfrutando de mi sabor.

Ansiosa, me rocé contra él como una gatita hambrienta y entonces gruñó muy fuerte. Sin querer torturarnos un poco más y sin dejar de besarlo, me alcé y lo sentí cálida e intensamente dentro de mí.

—¡Hm, Ichigo!

—Tan mojada siempre... —jadeó ansioso, agarrándome por la cintura para alzarme de nuevo.

En la siguiente estocada sentí que todo se tambaleaba a mí alrededor, me quería y me estaba haciendo el amor. Quería gritarle al mundo lo feliz que me sentía, no había momento más mágico y perfecto que el que hoy estaba viviendo. No, no podía creerlo.

—Te amo —dije sobre sus labios mirándole a los ojos. Volví a alzarme, esta vez con más calma, más lento, más suave—. Te amo mucho, duele quererte así.

—Lo sé —gimió cerrando los ojos, echando la cabeza hacia atrás.

De nuevo parecía emocionado... Oh, mi Ichigo.

Sin dejar de observarlo, me desprendí de sus labios y me senté arqueándome hacia atrás para alzarme y dejarme caer con más ímpetu, sobre todo dándole a Ichigo una visión que sabía que lo enloquecería: la unión de nuestros sexos. Pero no me miraba, continuaba con sus ojos cerrados gruñendo de placer en cada alzada que daba.

Cuando sus ojos se abrieron buscándome, le sonreí mirando hacia abajo, siguió mi mirada.

—Dios, Gisele, no me hagas eso —gruñó alzando su mano derecha, metiéndola ahí, entre nuestros sexos, tocando mi clítoris.

—Ichigo... no... no... —pero no hizo caso de mi súplica y me acarició en círculos a medida que yo me alzaba, en cada estocada.

Me sentí morir, la vista se me nubló por completo, era demasiado placer. Su virilidad entraba y salía de mí, sus ágiles dedos me acariciaban y su mirada me abrasaba. No lo soportaría por mucho tiempo, mi cuerpo se sentía al límite y necesitando ser liberado.

—Por favor, por favor, para —gemí entre gritos, entre cortadamente—. Ichigo, para.

Esta vez sí paró, no sin antes apretar fuertemente ahí, haciendo que me retorciese enloquecida.

Cuando su mano se apartó, respiré profundamente tomando aire, un aire que rápidamente capturó al sentarse y ponerse a mi altura tomando posesión de mis labios con brutalidad.

Sus manos se ciñeron a mi cintura, me alzó una y otra vez de forma salvaje. Me dejé guiar por él, por ese hombre que sabía cómo tocarme y hacerme el amor para volverme loca de placer, mi hombre.

—¿Te gusta así? —preguntó mordiendo mis labios seductoramente.

—Sí, sabes que sí —gemí succionando su lengua, impregnándome de ese exquisito sabor, de su aroma.

Sonriendo, se apartó; su mirada me cautivaba. Me lamió el mentón, el cuello, hasta llegar a mis pechos.

—¡Au! —Fue un grito entre el placer y el dolor, con el primer bocado de muchos en mi pezón.

Los lamió, succionó y devoró ansiosamente, los pellizcó y mordió salvajemente. ¡Ah, no puedo más!

Cabalgué desenfrenadamente, ansiosa por sentirlo vaciarse dentro de mí, por irme con él. Cada vez que sentía su miembro en mi interior, un pedazo más de mi cuerpo se deshacía. No soportaba la tensión del momento, más aún cuando su lengua jugó con mi pezón.

Su pene latía y latía dentro de mí, sus gruñidos sobre mi pecho me mataban y su forma tan dura de hacerme el amor podía conmigo. Grité extasiada de placer arqueándome hacia atrás con las manos enroscadas en su cuello, pegando aún más sus labios a mis pechos. Cuando lo sentí moverse debajo de mí haciendo que yo saltase ferozmente, me rompí...

—Ichigo, Ichigo —chillé perdida en ese mar de sensaciones sin dejar de cabalgar—. Vente, vente, lléname de ti.

Mis suplicas le arrancaron un inmenso gemido, entonces me contraje en torno a su virilidad, ahí sentí la calidez de él dentro de mí.

—Joder, Rukia. Más fuerte —así lo hice, salté y salté hasta que sentí que ya todo terminaba, y se dejaba caer hacia atrás agotado.

Agotada de tanto placer, sonreí al verlo tan exhausto, parecía agotado y satisfecho... lo miré emocionada, mío. Tremendamente cansada me dejé caer sobre su cuerpo. Rápidamente sus manos me rodearon, estrechándome fuertemente contra su cuerpo. Pero aún me faltaba algo para que el momento fuese más mágico aún.

—Ichigo —susurré sobre su pecho.

Lo sentí tensarse, sabía lo que quería.

—¿Hm?

—Quiero oírlo una vez más —supliqué besando su pecho—; no quiero presionarte, sé lo difícil que es para ti aceptarlo... pero necesito oírlo una sola vez más, por favor.

Suspiró y supe que se rendía.

—Te quiero, Rukia, te quiero mucho.

No pude evitar emocionarme y llorar ante esas hermosas palabras, lo amo más que a mi propia vida y ahora me correspondía... una vez más todo parecía extraño. Ichigo, el hombre que un día no muy lejano me acorraló en su despacho para hacerme suya sin escrúpulos, hoy era mi novio... y me quiere...

—Quiero que estemos juntos, que estemos bien —continuó dejándome sorprendida—, que desde este momento seamos como una pareja, que me cuentes todo lo que te preocupe, que me llames a cada momento. Quiero que esto funcione, Rukia, voy a tratar de hacerlo bien pero necesito que tengas paciencia conmigo, no me acostumbro a esto... es duro para mí y lo sabes.

Asentí sobre su pecho. Tendría la paciencia que necesitaba y sentía que él haría lo posible para que todo fuese bien.

Pvos Kurosaki Riruka

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Nuestra relación a pesar de todo, volvía a ser como antes. No hablar de nuestros hermanos era la clave. Koga y yo jamás nos pondríamos de acuerdo en cuanto a ese tema: para él, su hermana era una santa y mi hermano haría con ella lo que le diese la gana. Para mí, Ichigo era lo más noble del mundo y sabía cómo podía ser una mujer, Rukia haría con él cuanto quisiese por su dinero.

La odiaba una vez más.

—¿Por qué tan callada? —preguntó Scott a mi lado.

Venía de ensayar para un desfile, él todavía no lo sabía.

—Koga, el domingo tengo mi primer desfile.

Me sonrió ampliamente.

—Eso está genial —apretó mi mano emocionado—, ¿por qué tan seria?

Suspiré agobiada, ¿cómo decirle eso?

—Me hubiese gustado que me vieses.

—Eh, no hay problema —al ver que yo no lo miraba, estacionó el auto y tomó mi mentón—, el domingo lo tengo libre, puedo ir, estaré contigo.

Lágrimas me embargaban, él no podía venir... habría mucha gente.

—Tú no quieres que vaya —dijo fríamente buscando mi mirada. Miré hacia abajo—. Entiendo, una vez más te avergüenzas.

—Koga —dije intentando tocar su brazo, pero no me lo permitió.

—No hay nada más que decir, Riruka —contestó arrancando el auto—; mucha suerte, entonces.

Miré por la ventanilla mientras las lágrimas se derramaban, sabía que con esta actitud lo podría perder... pero no podía hacerlo, no podía llevarlo. Aunque quería que viniese y se sintiese orgulloso de mí, ¿qué pensaría mi familia al verlo allí?, ¿mis amigas?

No podía venir.

Pvos: Kurosaki Ichigo

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Al llegar a la oficina de Port Angeles todo tenía otro color ahora. Sabía que Rukia estaba bien, que estaba conmigo y eso era lo único que importaba. Una parte de mí se sentía decepcionado conmigo mismo, yo quería decirle que la quiero, que la amo... pero eran palabras tan fuertes y grandes que se me atascaban en la garganta. Ella entendía que la quería, yo sabía que aunque no se lo hubiese dicho, también entendía que la amo, y una vez más Rukia me daba mi espacio e intimidad para acostumbrarme a esos nuevos sentimientos. Por eso me tenía tan hechizado, me complementaba como nadie. Me puse a revisar los últimos reportajes de publicidad que saldrían en breve, todo parecía en orden. Hirako hizo un trabajo estupendo en mi ausencia la semana anterior y eso hacía que el día fuese aún mejor por momentos. Tenía ganas de volver a hablar con ella, ¿por qué no? Éramos pareja ahora... suspiré apesadumbrado. Ahora todo era como antes pero a la vez no, la cosa era más seria y eso sólo lograba asustarme más. Temía fallarle en algún momento, decepcionarla... quería que Rukia se sintiese orgullosa de mí, algo realmente complicado.

Cogí el celular y decidí mandarle un mensaje.

Mensaje: de Ichigo a Rukia. A las 19:15 p.m.

*¿Cómo te va?*

Era tan raro tutearla... aunque me había pedido que en lo que quedase por estar al servicio de mi casa no la tutease delante de mi familia y que fuésemos discretos allí. Yo no quería esa situación aunque también entendía su miedo a precipitarlo todo y que lo que fuésemos construyendo poco a poco se fuese al traste en un segundo.

El móvil vibró entre mis manos.

Mensaje: de Rukia a ichigo. A las 19:20 p.m.

*Bien, algo aburrida pero tranquila. También preocupada por Hisana, al parecer está algo enferma y ha ido al doctor. Estoy esperando que llegue.*

Hisana... no pude evitar sentirme mal por lo ocurrido, me engañó, me hizo pasar uno de los peores momentos de mi vida. ¿Tan malo soy para su hermana? Sí.

Mensaje: de Ichigo a Rukia. A las 19:22 p.m.

*Cuando salga de aquí vuelvo a mi casa, necesito verte.*

Lo necesitaba tanto como respirar, ahora sólo ella ocupaba mi mente, mi corazón.

—¿Ichigo? —Hirako se asomaba por la puerta.

—Pasa —traté de parecer sereno, pero con él ya no podía. La pregunta diaria vendría, ¿qué le diré?

—¿Todo bien? Me han dicho que has salido corriendo prácticamente.

Ordené mis papeles, preparando los reportajes que saldrían al día siguiente.

—No ha sido nada, he tenido una urgencia pero ya todo está solucionado.

Mi móvil vibró de nuevo.

Mensaje: de Rukia a Ichigo. A las 19:25 p.m.

*Te estaré esperando, yo también necesito verte... ya te echo de menos.*

Sonreí sin poderlo evitar, desde luego la necesitaba ya. ¿Desde cuándo soy tan estúpido?, desde que creí perderla, necesitaba demostrarle cuánto me importaba para que jamás intentase abandonarme.

Para que no se fuese jamás.

—Ichigo, ¿estás sonriendo al móvil? —Levanté la mirada muy serio. Hirako parecía atónito.

—¿Quieres algo más aparte de distraerme?

—Lo de todos los días —¡mierda!—. ¿Qué pasa con Rukia? Aizen acaba de llamarme y planea viajar hacia aquí desde España en estos días, quiere que ella esté en su próximo reportaje.

¡Maldita sea! ¡¿No hay más modelos?!

—No quiero que le digas dónde puede localizarla —mi voz sonó fría, amenazante—. ¿Entendido?

—Claro —respondió confuso—; entonces, ¿no quiere hacerlo?

Tenía que pensar, ¿quiero verla posar de nuevo? Claro que no. Lo mejor era rechazar el reportaje, Rukia nunca se enteraría y podríamos seguir bien juntos. El trabajo de modelo ocuparía su tiempo y yo la quería sólo para mí, tendría que viajar y yo siempre no podría hacerlo con ella... tampoco quería que posara para otras personas. No quería que nadie pudiese observar a mi chica... me estaba volviendo loco, en realidad ya lo estaba, pero Rukia conseguía que me volviese aún más, si la soltaba aunque fuese sólo un poco podría volar sola y yo no quería que conociera la libertad sin mí.

Sabía que me estaba precipitando, que estaba exigiendo mucho en nuestro primer día... pero realmente me asustaba que se diese cuenta que yo no era tan bueno para formar parte de su vida como ella pensaba.

—No quiere hacerlo, no —dije finalmente—. Dile a Diego que no quiere hacerlo y que no se le ocurra venir a buscarla, no lo quiero cerca de ella.

—Pero, Ichigo... —lo corté levantando una mano.

—Nada, he dicho que ella no quiere y yo no quiero que él la busque —amenacé de nuevo—, no me importa si se lo toma a mal, díselo como suena.

Hirako asintió y sin decir nada más se levantó y se marchó. Hirako me entendía siempre, sabía cuándo había que dejarme en paz y cuándo molestarme, él era un buen amigo. Ahora lo entendía.

—Ichigo —volvió a llamarme, estaba pálido.

—¿Qué pasa? —pregunté incorporándome. A su lado, Uryuu. ¡Hijo de puta!—. ¿Quién lo ha dejado entrar?— No lo sé, yo di la orden para prohibirle la entrada.

Uryuu me miró, no parecía nervioso pero yo no quería saber de él, ni de su puta vida.

—Uryuu, sólo quiero saber por qué después de todo has decidido que no seamos amigos —lo miré enfurecido—; me perdonaste, no entiendo luego a qué ha venido todo esto.

—Sabes que es por el embarazo de Orihime. Márchate o te saco a patadas ahora mismo. ¡Vete!

—Ese niño no es mío —repuso fríamente—, no quiero saber nada de él. Hazte cargo tú de ese bastardo.

Sin decir nada más, se marchó. Hirako salió detrás de él, disculpándose conmigo.

Me sentí nervioso, quería romper algo... maldito cabrón, ¿cómo se atreve? Se burlaron de mí en mi cara, ahora la muy zorra no sabía quién era el padre y encima pretendían que nada cambiase.

¿Cómo estuve tan ciego? Necesitaba tranquilizarme, la necesitaba a ella.

Una vez más la llamaba pero no me respondía, ¿dónde mete el celular? Una vez más la sensación de inseguridad me embargó... Ella no me dejaría, no.

—¿Hola? —dijo al fin.

—¿Dónde estabas?

—Preparando las cosas para la cena, Hisana no vuelve y lo tendré que hacer yo —parecía cansada y preocupada—. ¿Ocurre algo?

Claro que ocurría, que ella me estaba matando poco a poco. Odiaba sentirme tan vulnerable y asustado a cada momento a causa de pensar que podría marcharse y no volver a mí, ¿por qué pienso así? Rukia me demostraba todo a cada momento, era ella quien tendría que pensar mal de mí.

—Ha venido Uryuu —dije finalmente.

—¿Cómo? ¿Qué quería?

Se preocupaba por mí.

—Saber porqué he roto mi amistad con él —recordándolo me enfurecí y sin poder controlarme, golpeé el escritorio—; que me haga cargo yo del bastado, del hijo de Orihime. Eso ha dicho el hijo de puta.

Golpeé más fuerte el escritorio... Bastardo...

—Ichigo, no, no. Tranquilízate por favor, trata de pensar en algo que te agrade, algo que te haga reír.

Tú, simplemente tú.

Se quedó callada dándome la paz que necesitaba en ese momento, sobre todo al saber que estaba ahí al otro lado del teléfono entendiéndome y apoyándome una vez más. ¿Cómo hace para tranquilizarme? Estaba perdidamente enamorado de ella.

—¿Mejor? —preguntó con un hilo de voz.

—Sí —contesté con tristeza, eso nunca cambiaría.

—¿En qué has pensado?

—En ti.

La oí suspirar, y supe que todo esto también era duro para ella, pero mi Rukia era fuerte.

—Me alegra saberlo —supe que sonreía—, hazlo siempre entonces... Ichigo, recuerda que estoy aquí para ti cuando me necesites.

—Lo sé.

—Te quiero —su voz sonó intensa, supe que no decía te amo porque yo no le diría que también lo hacía. Date tiempo, me dije.

—Yo también.

—Lo sé.

Pedía tan poco, pero daba tanto, merecía mucho más de lo que yo le daba, ¿lo soportará siempre?

—Te veo en poco tiempo —le dije—, también te extraño ya.

Un silencio se hizo entre nosotros, ¿por qué?

—¿Rukia? —Suspiró.

—Nos vemos ahora —me contestó entre susurros—. Te amo.

Yo también, pensé antes de colgar, yo también.

Pvos Kuchiki Rukia

.

.

.

No pude evitar estar preocupada por él. Llegué a la casa, y serví el té, todo parecía en

orden en un principio, luego saber que Noa no estaba bien me dejó mal, y más tarde la llamada de

Matt me dejó rota. De nuevo se había enfurecido, había golpeado y eso me preocupaba, lo hacía cuando estaba demasiado nervioso y Uryuu lo logró.

Que me llamase a mí me ilusionó, traté de relajarlo pero a veces parecía imposible, aunque lo conseguí finalmente. Necesitaba decirle cuánto lo quería para que entendiese que estaba ahí y que podía buscarme siempre que me necesitara y el saber que lo hizo me complacía... "Yo también, también te extraño ya". No pude evitar emocionarme al oírlo decir eso... claro que me quería y yo loadoraba más que a mi propia vida.

Un leve ruido se oyó desde la entrada, me volteé rápidamente. Al ver a Hisana suspiré. Estaba pálida, pero no tanto como días atrás. Rápidamente se sentó y me observó preocupada.

—¿Qué tal estas? —preguntó mirándome fijamente.

—Creo que eso lo debería preguntar yo. Hisana, ¿qué está ocurriendo?

De nuevo me rehuyó la mirada. ¿Qué coño?

—Debes esperar, Gis, primero tengo que hablar con otra persona —Kiaen...—; hay complicaciones, pero creo que mañana lo solucionaré, por favor mantente al margen.

—¿De tu vida? —pregunté a la defensiva. Asintió—. O sea que yo me tengo que mantener al margen de tu vida mientras tú te metes en la mía como se te da la gana. ¿Por qué le has hecho creer a

Matt que lo dejaba?

—Kia, no es lo que piensas.

—Cuéntame entonces —dije fríamente, sentándome frente a ella.

Mi miró fijamente como si estuviera dolida, ¿está loca? Encima yo era la culpable, no era nadie para meterse en mi vida, mucho menos para jugar con Matt de esa forma.

—Rukia, lo he hecho por ti —puse los ojos en blanco, ¡menuda broma!—. Yo sé que él te quiere y que tú sufres porque no te lo dice, sólo quise asustarlo un poco para que se te declarase y al fin te dieses cuenta que Ichigo también siente eso por ti, ¿lo ha hecho? ¿Te ha dicho algo?

Suspiré aliviada, al menos no era por lo que Ichigo y yo pensábamos.

—Hisana

, lo ha hecho, pero aun así no puedo agradecértelo del todo. Te pido que no te metas en mi vida aunque lo creas necesario, él lo ha pasado fatal... me buscó llorando —de nuevo el puto nudo en la garganta—; no todo el mundo avanza igual en cada momento, él es diferente... es muy especial y necesitaba su tiempo. ¿Te das cuenta? Podría haberse asustado y haber corrido en dirección contraria... lo hubiese perdido.

—Pero no lo ha hecho.

—Hisana, te voy a poner un ejemplo —ya basta de estupideces—; sé que estás con Kaien y sin embargo ¿yo entro en tu vida? No, he ignorado el asunto y te he hecho creer que no sé nada por hacértelo a ti más fácil, aunque creo que no es lo mejor para ti. Entiende, Hisana, cada quien debe ser dueño de su vida y de sus actos.

Bajó la mirada avergonzada.

—Lo siento —susurró con tristeza

En el fondo sentí pena por ella, no quería dañarme, sólo ayudarme pero todo podría haber salido tan mal...

—¿Qué te ha dicho el doctor?

—Todo está bien, no te preocupes —parecía tranquila hasta que miró por encima de mi hombro.

Me volteé siguiendo su mirada... Ichigo venía hacia mí. Por más años que pasaran, nunca me acostumbraría a lo hermoso que era, siempre lograba dejarme sin aliento... mi Dios griego.

Le sonreí con ternura. Él también lo hizo aunque la presencia de Hisana lo puso tenso.

—Hisana —dije volviéndome, incorporándome—; ya he servido la cena, Senna recogerá todo, puedes irte a descansar, yo tengo que irme.

Asintió, me acerqué para darle dos besos y salí al encuentro de Ichigo. Parecía contenido, caminé detrás de él sin decir nada más y finalmente cuando salimos hacia el garaje, se volteó.

—Hola —susurró acercándome a su cuerpo.

—Hola —contesté acariciando su mejilla—, ¿cómo estás?

Parecía triste.

—Ahora mejor —confesó sonriéndome. Me derretí en sus brazos, adoraba sentirlo así—. Rukia, quiero que vayamos a un hotel, te necesito esta noche.

—Yo también —dije hundiendo la cara en la base de su garganta—; me has tenido preocupada.

—Lo siento —dijo acariciando mi espalda—, hoy ha sido un día duro, extraño... muchos sentimientos.

Me abracé más fuerte. Lo entendía, apenas ayer estábamos juntos como amantes; él mi jefe yo su empleada, y hoy éramos novios. Me decía que me quería, me demostraba que me amaba, todo era demasiado nuevo para los dos. Sus miedos, los míos, todo era tan complicado.

—Vamos a mi habitación, no tenemos porqué irnos tan lejos —susurré sobre su cuello—; me tendrás igual ahí toda la noche, nadie nos interrumpirá... no quiero viajar ahora.

Me moría de ganas ya por estrecharlo entre mis brazos y perderme en él, tranquilizarlo por todo lo que estaba sucediendo hoy.

—Como quieras —dijo echándose hacia atrás, buscando mi mirada—. Me reconfortas tanto.

Tragué en seco... ¿por qué tan vulnerable de nuevo? No me gustaba verlo así. Era hora de hacerle olvidar.

—No me gusta verte tan abatido —coqueteé contoneándome suavemente—, vamos a mi habitación y tómame como quieras.

—Rukia, me vuelves loco.

—Demuéstramelo —reté mordiendo su labio.

No tuve que decir nada más, en menos de un segundo cogió mi mano y me llevó a rastras hasta mi habitación. Entramos, cerró la puerta tras de sí y prácticamente se arrancó la ropa para luego hacerlo con la mía. Lo miré sorprendida, ¿un nuevo cambio? Al parecer sí, porque una vez estuvimos desnudos me empujó sobre la cama con delicadeza y algo más brusco se coló entre mis piernas, entro en mí de una sola y dura estocada. Quise gritar pero mi grito se perdió en su boca que me devoraba ferozmente.

Me embistió una y otra vez con urgencias, haciendo que el choque entre nuestros cuerpos fuese constante. Envuelta en su locura, enredé las piernas en torno a su cuerpo y me dejé arrastrar por él y por las sensaciones que causaba en mí. Su cadera me embestía con fuerza, sentía como si su pene me estuviese rasgando por dentro de lo fuerte que me estaba dando. Pero nada importaba, él me necesitaba, necesitaba deshacerse de esa rabia y frustración que traía desde que yo lo llamé y sabía que de este modo lo tranquilizaba.

Me besó los labios con dulzura, con ternura, con locura, para luego ser más salvaje y dejar su barba marcada en cada centímetro de mis labios, de mi boca. Pero una vez más lo dejé, no quería que se contuviese, quería que conmigo lo tuviese todo y si ahora necesitaba tomarme así, aquí me tenía.

—Más rápido —pedí mordiendo esa lengua suya que me volvía loca, y me embistió más fuerte. La cama comenzaba a chocar contra la pared pero nada importaba. Él gruñía, jadeaba y gemía sobre mis labios. Su respiración era tan acelerada como sus embestidas, adoraba verlo tan perdido y entregado en mí, adoraba sentirlo tan mío—. Ichigo.

Contuve un fuerte grito cuando se adentró más duramente, cuando en las últimas estocadas su cadera chocó contra la mía de una forma desmesuradamente salvaje y brusca, pero aun así me retorcí debajo de él, siguiendo su ritmo hasta que al fin explotó en mi interior, y me dejé arrastrar.

Temblamos, jadeamos, gruñimos y convulsionamos hasta la locura, hasta que al fin todo cesó.

Cerré los ojos agotada, me llenaba tanto que conseguía dejarme sin fuerzas, pero siempre con ganas de más, ¿siempre será así?, ¿alguna vez se rompería esa magia? No lo creía, no al menos por mi parte.

—¿Te he hecho daño? —preguntó.

Al abrir los ojos me encontré con su mirada preocupada que escrutaba cada rincón de mis

facciones. Le sonreí acariciando su cabello y negué con la cabeza.

—No, estoy muy bien —se acercó y besó mis labios. Un beso tierno y cálido, besos que me desarmaban—. ¿Satisfecho?

—Siempre —sonrió con picardía—, saciado nunca.

Solté una carcajada, era tan hermoso.

—Te entiendo —dije con voz sensual contrayéndome contra su pene que aún seguía en mi nterior, muy calmado, pero al segundo volvió a cobrar vida—, ¿de nuevo?

Mi voz juguetona le hizo sonreír, pero al momento pareció tenso. Muy serio acunó mi cara entre sus manos.

—Rukia, quiero que hablemos de algo —asentí temblorosa por lo triste que parecía—: quiero que sepas que voy muy enserio con esta relación, tanto que planeo mudarme cuando tú empieces la universidad en Phoenix, no voy a soportar verte sólo los fines de semana, te quiero todos los días.

De nuevo la emoción me embargó, ¿puedo amarlo más? No lo creía.

—¿Harías eso por mí? —apenas reconocí mi propia voz.

—Por supuesto que sí —dijo acariciando mi mejilla—; lo que siento por ti jamás lo he sentido por nadie, no quiero perderte y si para eso tengo que trasladarme hasta allí, lo haré.

¿Qué está sucediendo hoy?

—Ichigo —susurré temblorosa, una lágrima rodó por mi mejilla.

La limpió y buscó mi mirada desesperadamente.

—Rukia, quiero que tengas las cosas claras.

—Las tengo. ¿Las tienes tú?

—Aunque me asuste, sí —confesó en un susurro—. Rukia, quiero que sepas que lo has conseguido, me rindo ante ti, te digo que te quiero... demasiado... tanto que como tú dices, hasta duele.

Sé que quieres escuchar otras palabras para las que no estoy preparado decir, pero quiero que sepas, que también lo hago —suspiró intensamente—. Rukia, intento decirte que no quiero unos meses, unos años... quiero que sea para siempre.

"Sé que quieres oír otras palabras para las que no estoy preparado para decir, pero quiero que lo sepas... que también lo hago". Me acababa de decir que me ama a su manea... Asentí con el corazón desbocado, a punto de salirse de mi pecho. "Rukia, quiero que sepas que lo has conseguido, me rindo ante ti, te digo que te quiero... demasiado... tanto que como tú dices, hasta duele".

—Es lo que quiero —confesé mirándolo a los ojos—, que sea para siempre.

Suspiró y supe por el brillo de su mirada lo emocionado que estaba. Limpió mis lágrimas muy tiernamente sin dejar que la conexión de nuestras miradas se rompiese en ningún momento.

—Sabes cómo soy, pero jamás he sentido esto y ahora sé que no te puedo dejar escapar — sentenció con firmeza—. No habrá vuelta atrás

—No quiero que la haya —dije temblorosa—, porque te amo.

Me miró con intensidad, luego asintió y finalmente se abrazó contra mi pecho apoyando su cabeza allí. Acaricié su cabello, era su forma de decirme que él también lo hacía y con eso ya era feliz.

}yВ@

la chica del servicio (ichiruki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora