Carta 17

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(Maratón 6/?)

Molly:

Un día que fui a tu casa, como tantos otros días, fuimos al club, que consistía en una pequeña cancha de fútbol. Yudi y Cami (una niña que vivía cerca) estaban allí.
Jugamos handball por un rato, pero luego comenzaron a llegar más y más niños. Colin entre ellos. Y también Mauro.
En fin, todos jugaban diferentes cosas, algunos quemados, otros pases y otros penales en handball.
Uno de los niños que había venido trajo uno de esos labiales que permanecen por un día. Todos empezaron a ponérselos, y hasta a ti y a mí nos llegó. A mi me lo embarraron en el rostro y en mi hombro descubierto.
Yo no era de estar con muchas personas, no era de esas que encajaban en todos lados. No me gustaba jugar y convivir, en síntesis no estaba a gusto en ese ambiente.
Y como no estaba a gusto, no una a permanecer allí. Te dí una última mirada antes de salir por el gran portón de la entrada. Tú te veías feliz, jugando con Yudi y con Colin, yo no iba a quitarte esa felicidad.
Caminaba lento, varias veces dio media vuelta, pero no daba ni un paso cuando volvía a retomar mi camino. Ti ni te habías percatado de mi ausencia y sale que tú podías estar perfectamente sin mi compañía o ayuda en algo.
«¡Hey!» escuché y me volví hacia la voz. Eras tú. Tocaste mi hombro y me preguntaste por qué me había ido.
Pero ese no es el punto, el punto es que yo no encajaba en ese lugar. Podía encajar cuando estemos tú, yo y un par de niñas. O con mis compañeros de toda la vida. Pero con personas desconocidas, y en gran cantidad, no podía estar. Me sentía una inadaptada entre ellos.
Y era por eso que éramos amigas: porque éramos completamente diferentes. Podíamos hablar de cualquier cosa y nunca nos aburririamos.
Pero llegó un punto en el cual contrastabamos demasiado, ya no coincidíamos en nada y las cosas ya no funcionaban.
Nosotras ya no funcionabamos como amigas.

F.

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