Capítulo 6.

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El cielo gris y nublado acompaña a mi estado de ánimo hoy. La fachada grisácea del edificio parece burlarse de mí, aunque ahora mismo lo único que me importa es el estado en el que Shana se ha quedado tras nuestra despedida. No es permanente, pero, ¿cuánto significa por un tiempo para quiénes viven para siempre? Puede que sean años, o incluso una década.

Shana había insistido repetidamente en acompañarme hasta el Protectorado. En cuanto se dio cuenta de que iba a pasar mucho tiempo sin mí, me perdonó enseguida y pasamos estos dos días yendo de compras por Time Square.

No le he permitido que venga conmigo porque sabía que cuanto más alargara la despedida peor lo pasaría, no sólo ella, sino yo también.

He llorado... Después de tanto tiempo sin llorar, sin sentir la tristeza de la pérdida, sin dejar a mis emociones fluir desinhibidas. Supongo que ha sido culpa del descontrol de mi aura. El poco poder que tengo sobre ella me sorprende y me hace recordar malos tiempos que preferiría dejar enterrados en mi memoria eternamente.

Ven, Aldina, ven. Estos dos días la voz que pronunciaba mi nombre ha estado llamándome, instándome a ir, ¿a dónde? ¿A Syracuse? Me llama continuamente, me causa dolor de cabeza y me asusta a partes iguales. ¿De dónde sale esa voz?

El protector Stewart aparece en la entrada del edificio con su sonrisa de suficiencia que parece ser su gesto característico.

-Pensaba que no vendrías -dice mirando la media docena de maletas que me rodean-. Ya estaba pensando en enviar agentes a por ti. Pacíficamente, claro.

-Pues llámelos. Que entren mis maletas.

Entorna los ojos.

-¿Qué? Yo sola no puedo.

Se dirige al reloj que tiene en su muñeca y pide que salgan tres agentes. Al rato aparecen dos vampiros y un licántropo ataviados con el atuendo reglamentario. Chaqueta azul marino con una raya blanca en cada manga y con un pantalón del mismo color. En la parte derecha sobre el pecho un círculo blanco en el que se encuentra un uroboro y dentro de él las letras NYEP. El símbolo de los eternos junto a las iniciales del Protectorado de Nueva York.

Agarran mis maletas dedicándome una simple inclinación de cabeza. Les sigo hacia el interior del edificio con paso firme. La recepcionista nos sonríe al pasar enseñando su blanca dentadura. Nos adentramos en uno de los ascensores en un denso silencio.

-¿Con ganas de volver a Eternia? -ironiza el Protector.

-Muero en deseos -contesto.

Sus finos labios se curvas ligeramente. Su aura resplandece de dicha. Sé que disfruta con esto. Para él es algo personal.

-Tenemos que rellenar algo de papeleo antes de que te vayas.

-Perfecto.

Llegamos a la planta 78. Él sale el primero, yo le sigo y tras nosotros, los agentes. Les hace una señal y se dirigen a las escaleras de cristal del fondo.

Habla brevemente con el recepcionista, un eterno con media melena negra y rostro apagado. Al revisar su aura veo que una gran pena se impone sobre él. Alguna gran pérdida, intuyo.

Stewart me indica que entre al CP1.

-Toma asiento.

La sala, de paredes blancas desnudas excepto por un cuadro que retrata a Medusa, me resulta ascética e impersonal.

Me entrega un taco de papeles que leo y relleno aprisa. En resumen me voy a hospedar en la Academia por un tiempo indefinido y un Sapiens se encargará personalmente de mi cuidado y educación. ¡He de sentirme afortunada!

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