Dónde sino en el Upper East Side iba a colocar la Federación de Eternos un Protectorado en Nueva York.
El tenso y silencioso viaje en taxi con Stewart, tras lo sucedido en el Joint, me ha dejado mentalmente agotada y muy lejos de estar preparada para el interrogatorio que me espera.
El alto edificio, ampuloso y excéntrico, parece mirarme desafiante mientras Stewart camina a paso resuelto hasta la puerta de entrada. Consta de 98 plantas, la mayoría de las cuáles son oficinas, aunque las últimas veinte son invisibles al ojo humano. Solo los ocultos tenemos constancia de su existencia y en ellas es donde se encuentra el Protectorado.
-¿Va a seguirme? -pregunta al ver que me he quedado parada observando el edificio.
No le contesto y camino hasta llegar a su altura. Saluda con un simple movimiento de cabeza a la recepcionista de la entrada. Al mirarla de reojo descubro en su aura que es una eterna. Nos dirigimos a los ascensores cuyas puertas se abren al acercarnos a ellos. Stewart pulsa el botón correspondiente a la planta 78 y se recuesta sobre una pared del ascensor. Apoya las manos sobre una barra que recorre de forma trasversal la pared y alza ligeramente el mentón.
-Han pasado veinte años -dice, mostrando un tono neutro.
-Veintidós -apostillo.
Sonríe pedante.
-Veo que lo recuerdas bien.
Hago caso omiso de su tono desdeñoso y permanezco en silencio.
-Hemos venido aquí para hablar.
Las puertas del ascensor se abren y salgo sin esperar a que él me lo pida.
El ascensor da lugar a un gran hall con suelos de mármol gris y las paredes blancas como la cal. Un gran mostrador se encuentra junto a la pared izquierda flanqueado por una gran maceta de orquídeas blancas y una escultura griega sin extremidades ni nariz. Adornando las paredes, varios cuadros que vanaglorian al Imperio Griego. Al fondo, una gran escalera de cristal que se alza en todo su esplendor. En la pared derecha dos puertas lacadas en blanco brillante con un cartel plateado en cada una CP1 y CP2, respectivamente.
-Buenas tardes, señor -saluda sonriente la eterna que se encuentra tras el mostrador. Lleva el pelo corto y recogido en una apretada cola de caballo, su rostro es terso aunque salpicado por pecas.
-Buenas tardes. Olivia Treadhire -indica señalándome-. Debe estar registrada, no tiene cita pero estaba pendiente de una.
La chica empieza a teclear efusiva en el ordenador y me tiende un pequeño objeto cuadrangular. Es un detector de huellas.
-Para dejar constancia de su visita -explica, sonriendo falsamente.
Apoyo la yema del pulgar sobre él, que se ilumina y realiza un pequeño escáner para terminar emitiendo un pequeño bip.
-Pueden pasar al CP1. Está libre.
-Vamos mejor a mi despacho -contesta Stewart.
Me hace una seña para que lo siga hacia las escaleras del fondo. Subimos por ellas, serán unos 100 escalones. Al final de ellos, hay dos ascensores de puertas transparentes.
Intento permanecer tranquila, pues al igual que yo puedo leer el aura de Stewart, él puede leer la mía; que no parece estar de mi parte, pues se encuentra bailando una jota y la siento pesada contra mi cuerpo.
Mientras subimos por el ascensor echo un vistazo a mi rostro, del que ha desaparecido cualquier señal de arañazos o heridas, al igual que de mis rodillas. Sin embargo, el estado de mis caros pantalones -robados o no, siguen siendo caros-, me da ganas de llorar.
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Eterna
FantasíaLos seres humanos siempre han buscado alargar su vida, ser jóvenes eternamente, vivir para siempre. Lo que no saben es que la inmortalidad ha estado más cerca de ellos de lo que nunca podrían haber pensado. Lo que tampoco saben, es que la inmortalid...