VI

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Al día siguiente, luego del trabajo llegó, se bañó y se vistió bien, pero usando ropa cómoda. A penas usó rímel y el delineador de ojos que le había quedado incluso luego de quitarse el maquillaje. Era primavera, por lo que no se preocupó por secar del todo su cabello. Salió de su departamento y entró al café; notó que él no estaba y lo agradeció en su interior porque no sabía si podría acercársele. Decidida se sentó en la mesa en la que él se sentaba siempre. En el fondo ni sabía lo que hacía.
No mucho después de sentarse, mientras esperaba a ser atendida, entró aquel joven. Él observó atentamente a aquella mujer que estaba sentada en su mesa, reconociéndola en cuestión de segundos. Por unos instantes dudó y no supo realmente qué hacer, si sentarse junto a ella o simplemente buscar otra mesa.
Optó por la primera opción.
-Hola -habló él, sentándose frente a ella. Ni él sabía si aquello había sido un saludo o una pregunta por el tono de su voz.
-Hola -respondió ella.
Ambos se miraron atentamente. Ninguno sabía qué decir, ni qué hacer.
-Yo... -continuó Isabel, pero calló al instante al no saber que decir.
Un silencio se formó entre ambos.
-Esto es raro... Me siento como un niño -comentó él, más para sí mismo que para ella.
Isabel estaba por responder, pero la camarera llegó y los atendió.
-¿Qué desean ordenar? -preguntó.
Ambos se miraron para ver quién diría su pedido primero, ella hizo una seña pero él negó.
-Café -dijo Isabel.
-Lo mismo
-Muy bien -asintió la mujer-. Dos cafés.
Ambos asintieron y ella se marchó.
Un silenció se formuló entre ambos nuevamente. Ella observaba hacia su manos -las cuales estaban sobre la mesa- y él la miraba a ella. La situación era un poco incómoda para ambos y pensaron que se habían equivocado al tomar esas decisiones.
-Yo... Mejor me voy a otra mesa, lo siento -se disculpó él, levantándose. Isabel lo tomó de la mano y negó repetidas veces.
-No, no. Está bien, quédate.
Él no dijo nada, simplemente volvió a su asiento y ella soltó su mano. ¿Qué sentido tenía que se quedara? De todas formas iba a ser incómodo. ¿De qué hablar?
-Soy Jinki -dijo él, de la nada. Isabel lo miró extrañada-. Creí que al menos sería adecuado presentarme -explicó y ella asintió.
-Me llamo Isabel -le sonrió y él respondió con una sonrisa también-. ¿Por qué te sentaste en ésta mesa?
-¿Te molesta? -ella negó de forma rápida-. No lo sé... Simplemente vi que estabas en la mesa que me suelo sentar y parecías agradable y... -hizo una mueca-. Me pareces linda-dijo finalmente.
Isabel quedó perpleja. Él lo dijo de una forma tan franca y calmada que le sorprendió; no supo que responder. Mordió su labio y desvió la mirada, ella quería que él se fijara en ella, quería que le hablara, había fantaseado como adolescente con él, pero no se esperaba algo así en definitiva. Siquiera esperaba una interacción con él mayor a la de días atrás. No sabía que decir. Él también era lindo, le parecía lindo, pero no podía decírselo.
En cuestión de segundos llegó la camarera con sus cafés y ella dio un sorbo largo al suyo, quemando su garganta y él lo notó por la leve mueca que hizo sin querer. Jinki pensó que quizá había estado mal decirle lo que pensaba, que quizá debió simplemente haberse ido y seguir con lo de siempre: contemplarla.
De forma rápida él sacó algo de dinero y lo dejó en la mesa y, tan rápido como lo hizo, se levantó y se fue, dejando a Isabel confundida y perpleja. No esperaba eso. Entre muchas cosas por la mente de la chica pasó una pregunta: ¿qué clase de reacción fue esa?

El chico del café [ Onew / Jinki ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora