Masacre

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No me creía que me acababan de contar. Había oído que el gobierno iba a combatir este apocalipsis pero no de esa manera.
Estaban utilizando adolescentes. Chicos normales como armas.
También sabía que era ilegal tener un tercer hijo en una familia, pero no me esperaba que les sometieran a tal tortura.
Los estaban transformando en máquinas de matar de una manera indescriptible.
Yo pensaba que vivía fatal, pues no quería ni pensar en como vivían ellos.
Salí de la sala sin mirar un punto fijo. Nadie hablaba. Todos quedaron horrorizados.
Tom caminaba a mi lado, callado.
Seguíamos al sargento que nos dirigía hacia la zona de aviones militares.
Caminamos por los pasillos hacia dos puertas cerradas.
El sargento agarró su tarjeta de identificación la pasó por un mini escáner que había en la zona derecha de las puertas. Con un pitido se abrieron las puertas y caminamos hacia la zona.
Era enorme y en cada 20 metros había un avión militar. Eran de distintos tamaños y colores.
Había gente caminando de un lado a otro, ocupados. Ni nos miraron cuando pasamos.
No nos detuvimos hasta llegar a un avión pequeño de camuflaje. El sargento sacó unas llaves del bolsillo y apretando un botón hizo abrir la puerta trasera del avión. Entramos.
Era un compartimento pequeño con dos bancos a cada lado de las paredes. Al lado derecho había una zona de mochilas con paracaídas. Entramos.
Cuando nos sentamos el sargento se colocó al lado de la puerta y dijo:
- Ya sabéis como va la cosa. Llegamos al edificio, entráis, os dirigís al piso -7, rescatáis a los que podáis y salís por la salida acordada, a la hora exacta. En este caso...- miró su reloj de pulso - a las 21:49. Vale?
- Si, sargento - digimos nerviosos. Este asintió y se fue.
Nadie habló. Estaba tan nervioso, no me creía que lo haríamos. Miré al lado y vi a Tom que movía la pierna con energía.
Nadie habló. Por un lado estaba asustado, por otro entusiasmado de salir al exterior.
Sin embargo, me puse a pensar y me di cuenta que de los que estabamos aquí, yo era el más pequeño. Tenía 14 años y probablemente los demás 2 o 3 años más.
Me puse aún más nervioso.
Entonces, se escucharon señales por altavoces y el avión arrancó. Lentamente comenzó a conducir y en pocos minutos despegó.
En el compartimento habían unas pequeñas ventanas. Y cuando vi la luz del sol traspasarlas me giré para ver el exterior.
No es que nunca saliera, solamente lo hacia muy poco. Pero al ver desde el cielo la ciudad era otra cosa.
Edificios que en su tiempo fueron enormes y, posiblemente, de los más famosos del mundo ahora, derruidos, carreteras tapadas por el intenso tráfico de coches abandonados, una neblina oscura que se posaba sobre esa ciudad fantasma. Temblé.
Y lo que más me llamó la atención es que por la ciudad habían grandes y brillantes manchas negras, con aire pegajoso en todos lados.
- ¡Ey! Tú - me giré sobresaltado. Vi que era el chico sentado delante mío. Creo que se llamaba João - siéntate bien ¿ok?
Así lo hice. Ahora no era momento para discutir, el ambiente estaba demasiado tenso.
De repente, se escuchó la voz del capitán por unos altavoces.
- Nos estamos acercando a las instalaciones. Posaré el avión alejado para que no nos vean y entraréis por la parte trasera del edificio.
Todos nos dimos unas miradas fugaces y esperamos a la señal.
Pasado un rato el avión se posó y en menos de un segundo nos vimos fuera de este, vestidos con el traje de guardia de las instalaciones. Llevaba una pistola cargada escondida en la parte trasera de mi pantalón.
Nos agrupamos y nos dirigimos hacia las instalaciones, encabezados por João que nos daba órdenes.
Pasamos por calles repletas de gente que nos miraban con repugnancia, hasta llegar al edificio.
Era lujoso comparado con el resto de la ciudad, y eso me dio otra razón para odiar ese lugar.
Dimos la vuelta y pasamos por unos guardias que vigilaban la entrada. Les dimos un saludo y entramos.
Llegamos a un pasillo vacío y caminamos hacia el interior del edificio. Entonces, nos detuvimos al llegar al centro.
Era un lugar enorme y lujoso donde pasaban personas con batas blancas de un lado a otro y donde habían algunos guardias.
Miramos el lugar y vimos un ascensor. No era el más seguro, pero todos utilizaban el ascensor, hasta los guardias y sería extraño ver un grupo de guardias bajar las escaleras.
João apretó el botón de este.
Deseé que no entrase nadie en el ascensor pero me equivoqué. Llegaron dos hombres de bata.
Cuando las puertas se abrieron salieron personas del interior y entramos nosotros con esos científicos.
Ellos escribieron en una pantalla el número del piso y luego fue João, poniendo -7.
El ascensor comenzó a descender. Iba todo calmo cuando uno de los científicos comenzó a observar a Tom que iba a mi lado.
- ¿Cómo es que vosotros vais al piso -7? - preguntó el hombre. Nadie habló hasta que Tom dijo:
- Hemos sido llamados de urgencia.
- ¿No sería más fácil utilizar las escaleras? - preguntó serio.
Está vez nadie contestó.
- Además, sólo se llaman guardias al piso -7 cuando suena la alarma, ¿no creéis, intrusos? - y sonrió.
"¿Pero cómo...?" pensé.
Entonces rápidamente el hombre sacó un mini micrófono del bolsillo, pero Tom lo impidió agarrándole del pelo encomiando y dándole con la rodilla en la cara.
El otro hombre buscó el micro, pero una de las chicas le dio en la nuca con la parte trasera de la pistola y acabaron los dos inconscientes en el suelo.
- Venga, tenemos que salir rápido de aquí - dijo João. Y cuando llegamos salimos corriendo.

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