Nígredos.

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Siempre quise volar, sentir el aire chocar contra mi cara, sentir la libertad.
Y prácticamente, lo estaba sintiendo.
Sentía como me caía del último piso de un edificio. Fue una sensación única.
Entonces, nos sumergimos, de golpe, en algo.
Agua.
Sentí el agua fría empaparme. Mojarme, sentir como el agua neutralizaba los sonidos y olores. Fue maravilloso durante unos segundos, hasta recordar un pormenor.
No sabía nadar.
El chico y yo nos hundimos, pero pasado un rato, dejé de sentir su mano. Lo busqué horrorizada. Me estaba quedando sin aire y me hundía cada vez más hondo.
De pronto, dejé de sentir oxigeno y a perder el conocimiento. Intentaba subir pero no sabía cómo hacerlo.
Empecé a tocar suelo. Quise subir pataleando pero era imposible.
En el momento que quise cerrar los ojos, súbitamente, sentí algo cogerme y llevarme al exterior.
Al llegar, me agarré bien al suelo arenoso y comencé a toser agua. Cogí bocanadas de aire y vi al chico a mi lado, también tosiendo, agarrándome de la camiseta.
Cuando me recuperé me levanté y miré la zona.
Me di cuenta que estábamos en la entrada del edificio, y que habíamos caído en un estanque de agua que lo rodeaba todo. Unos metros más adelante estaban los portones de salida.
Desde arriba vi cabezas mirando hacia abajo. Guardias.
- ¡Hey! ¡Venga que nos están buscando! - le dije al chico.
El se levantó. Estaba empapado y todavía tosía.
Lo miré. No entendía porque vino a rescatarme. Pero se lo agradecía.
Cuando comencé a andar, me acordé del balazo en la pierna. Me dolía muchísimo. Podía andar pero con mucho esfuerzo y dolor.
El caso es que no veía ninguna gota de sangre.
Empecé a escuchar ruidos. Pasos, y al darme la vuelta vi, seguramente, todos los guardias del centro corriendo hacia nosotros.
- ¡Corre! - le grité al chico. Él me miró y se giró.
Al ver lo que había atrás, salió corriendo a mi lado.
Corría cojeando. No podía. Era insoportable el dolor.
En menos de un minuto llegamos a los portones. Intentamos abrirlos pero no podía.
- ¡No abre! - dijo el chico. Me giré y vi la honda de guardias que corrían hacia nosotros.
- ¡Mira! - gritó el chico. Me giré hacia donde apuntaba. Era una pequeña cabina.
Corrí a duras penas hacia ella y entré.
Una salita con un panel de control lleno de botones. Miré afuera por un cristal que había en la cabina.
No faltaba nada para que nos cogiesen.
Empecé a tocar botones. Ninguno abría la puerta.
De repente, en una esquina del panel encontré un botón rojo con una placa con números.
Apreté el botón y entonces, la puerta empezó a abrirse. Esta se abrió rápido y, la plaquita de números comenzó a contar en decreciente. Al darme cuenta...
10...9...
Salí de la sala de control al ver que la puerta empezaba a cerrarse...
6...5... Faltaba poco para cerrar. Detrás los guardias corrían a gran velocidad y el chico me estaba esperando desde el otro lado... 3...2...1...
Pasé el portón con los guardias rozándome la espalda.
El chico me cogió justo al pasar. Caí en sus brazos por la velocidad.
Me dolía tanto la pierna que quería quedarme en sus brazos y llorar de dolor, pero no quería demostrar que era débil.
Al incorporarme vi a los guardias gritando que habrán el portal.
Pero no nos quedamos viendo porque salimos corriendo.

- ¿Alguna vez habías salido al exterior? - me preguntó el chico mientras caminábamos por las calles vacías.
Estaba oscureciendo y no me gustaba mucho este aire. Los edificios estaban derruidos, destruidos...Pero a pesar de ello se notaba que había vida dentro de ellos.
No contesté. No me gustaba hablar de lo que me ocurría allí y mucho menos de mi pasado.
El chico al ver que no respondía continuó hablando solo.
- Yo no salgo hace años - dijo - desde que...
Su voz se quebró. Dejó de hablar y tragó saliva.
Yo le miré, pero no pregunté. Sabia que no era nada bueno.
Giramos por unas calles vacías. Eran espeluznantes. Basura tirada por el suelo, casas pobres entre edificios derruidos...
Había llegado a vivir en este lugar pero no lo recordaba tan triste y despoblado. Además, no era muy tarde y sin embargo las calles estaban vacías.
De pronto escuché un murmullo.
Me paré en seco. El chico, al darse cuenta se giró hacia mi y preguntó:
-¿Qué pasa?
Dejé de escuchar el murmullo. Sería de mí imaginación. Desde siempre me jugaba malas pasadas.
No contesté, tan sólo negué con la cabeza.
Continuamos andando.
La luna comenzó a brillar sobre un cielo contaminado. Se vieron algunas ventanas cerrarse y luces apagarse.
Volví a escuchar los murmullos. Está vez no me paré, sin embargo caminé más rápido:
- Oye, creo que estoy escuchando murmullos - susurré.
El chico me miró. Por unos momentos, tuve la impresión de que palideció, con lo que me dejó más preocupada.
Me agarró de la mano y susurró:
- Tenemos que escondernos, ya.
Nos metimos por una calle iluminada, a penas, por una luz de farola parpadeante.
Tenía miedo. Miedo y frío. Pero eso era lo que menos me importaba. No entendía que pasaba.
- ¿Por qué nos tenemos que esconder? - pregunté.
Pero no me respondió.
La noche había alcanzado su máximo y ahora, la luna era la única que iluminaba el cielo.
De repente, sentí un escalofrío en mi espalda.
Fue una brisa rápida.
Agarré más fuerte la mano del chico.
Entonces, al final del callejón escuché unos pasos.
Nos paramos.
Eran unos pasos huecos. Hacían eco en las paredes.
Con los pasos le seguían unos murmullos. Unos murmullos entre respiraciones suaves.
Apreté con fuerza la mano del chico tanto que seguramente le hacía daño.
Comenzamos a retroceder lentamente, intentando no hacer ruido.
Aquella cosa empezó a murmurar más alto.
La luz del callejón empezó a mostrar la silueta de algo irreal. No era ningún animal y mucho menos un humano.
Ya estábamos llegando al final del callejón cuando se escuchó un crujido. El chico había pisado una botella de plástico estropeada en el suelo.
La silueta paró.
Los murmullos cesaron.
La respiración se cortó.
De repente, la silueta se movió a gran velocidad hacia el callejón justo cuando nos escondimos contra la pared de fuera.
Dejé de respirar y el chico también.
Acababa de ver la silueta, que en un momento estaba en otro callejón y ahora en este.
Era negra. Y alta. Muy alta.
La respiración de esa cosa volvió. Y esta vez se acercaba. Lentamente, la cosa se acercaba hacia nosotros.
Tiré del chico para ponernos en otro callejón.
Nos quedamos lo más quietos posibles. Tenía pánico y terror.
De pronto, se dejó de escuchar cualquier sonido. No se oía nada. Miré al chico, y este me miraba a mi aterrado.
De repente, vi algo que jamás olvidaría. Jamás...
El ser se teletransportó justo enfrente nuestra.
Estaba delante nuestra un ser que parecía sacado de un cuento de terror.
Era altísimo. Mediría 2 m de altura. Tenía los brazos igual de largos, arrastrando sus grandes puños por el suelo. Sus piernas eran pequeñas. Parecía caminar como un orangután, pero su torso era muy delgado.
Su piel parecía hecha de un liquido espeso como el alquitrán. De hecho, goteaba.
Pero lo que daba miedo, era sin duda la cabeza.
Era pequeña comparada con su largo cuerpo. Estaba calvo, solamente tenía la piel negra y líquida goteándole.
Sus ojos eran huecos. Las cuencas estaban vacías, por donde caían lágrimas de alquitrán.
No tenía nariz, tan solo la marca de ella, de haber tenido una.
Y su boca babeaba saliva negra. También asomaban unos dientes afilados. Parecían metálicos, que de solo una dentada te arrasaba.
Se acercó al chico y comenzó a olisquearlo.
Él comenzó a apretarme la mano con mucha fuerza.
El monstruo dejó de olisquear al chico y se acercó a mi.
Su cara se acercó a la mía. Un horrible olor a quemado arraso mis narinas.
Olisqueo mi cuello, moviendo los agujeros de ellas.
No hice ni el mínimo ruido hasta que se apartó.
Entonces, cuando el monstruo se incorporó emitió el rugido más potente y desagradable que pudiera existir.
Levanté la cabeza y me di cuenta que no gritaba por placer... Si no por llamar a sus amigos.
En un momento, un conjunto de murmullos se juntaron. Por las calles se oían aquellos murmullos aproximarse.
Pero creo que el chico no quería ver que iba a pasar, así que tiró de mi mano para que corriéramos.
Solo que justo en ese momento, dejé de sentir mi pierna.
Caí en el suelo encima de latas haciéndolas chocar entre ellas.
Es más, hice un alborotó que hizo cesar los murmullos.
El monstruo que no nos había visto hasta ahora, bajó la cabeza, se giró hacia nosotros y rugió.
El chico me levantó, pero sin decirle nada se dio cuenta de lo que pasaba. Así, que rápidamente me cogió en sus brazos y empezó a correr.
Por lo vistos no pesaba nada porque él me llevaba con mucha facilidad.
Me agarré a su cuello.
Pasamos por un callejón mal iluminado.
Me atreví a mirar hacia detrás y en vez de ver venir una horda de guardias, llegó una horda de monstruos gritando de manera agonizante.
De repente, una pared tapó mi visión y ví que estábamos en un callejón sin salida con un contenedor de basura más adelante. Al llegar a él, nos pusimos detrás de este.
El chico me puso con cuidado en el suelo.
Gemí.
Él miró mi pierna mala y luego a mis ojos.
Comencé a palpar mi pierna.
Se escucharon los murmullos de los bichos acercarse.
El chico miró por encima del contenedor y se bajó rápidamente.
- Empiezan a acercarse - susurró, pero estaba ocupada buscando el causante del dolor.
Palpé mi muslo y nada. La volví a pasar y esta vez sentí algo. Era minúsculo, una especie de botoncito en la parte de detrás del muslo.
Lo agarré y tiré de él. Cuando lo hice, el chico y yo miramos lo que tenía en la mano.
Tenía una especie de chincheta en la mano, y en la parte plana había una capsulita con un liquido azulado.
-¿¡Qué es eso!? - preguntó el chico.
- Una bala con un suero que simula un disparo, y así nos hace retrasar nuestro escape porque el dolor es tan insoportable que hace que el cuerpo deje de sentir la pierna - dije impresionada de que yo lo supiera.
- ¿Puedes mover la pierna?- me preguntó.
La empecé a mover y me di cuenta que el dolor había desaparecido completamente. Sonreí, agradecida de que el dolor hubiera acabado, pero la sonrisa no duró mucho cuando escuché una respiración ronca cerca del contenedor.
De pronto, por un lado del contenedor, apareció la pequeña cabeza del monstruo que en seguida giró la cabeza y nos miró a los dos.

Hola.
Creo que soy de las peores personas en mantener un horario pero bueno.
Después de mas o menos un mes sin escribir, aquí está.
Me quedé sin inspiración y con problemas personales, pero ya lo he conseguido afrontar.
Espero que os gusté. Es largo pero a mi me ha parecido interesante.

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⏰ Última actualización: Mar 28, 2016 ⏰

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