Lustreverta.

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Ambas se encontraban en la sala común, Luna había llegado hace no menos de un día a Hogwarts al enterarse de que su amiga se encontraba allí. No pensaba aguantarse cuatro días más a su madre y abuela. Gracias a Merlín y el Santo Grial que McGonnagall le había permitido utilizar la red flu para llegar allí. Era realmente extraño, puesto que hasta aquel año la barrera se mantenía estable, aquellos permitidos si podían cruzar, mas desde Halloween la barrera tan solo se abría paso si la directora Minerva lo permitía.

– O sea que ¿no tienes ni la mínima idea de lo que estaban hablando? – la miró extrañada la West.

Sophie titubeo, movió la cabeza de un lado a otro, como si tuviese que pensarlo. No tendría que siquiera pensarlo, no tenía ni una pista, los Potter parecían entenderse pero ella no lo hacía.

 – Bueno…  – arrugó la nariz, aún “pensando” –. No.

La pelirroja se mordió el labio nerviosa, no era común que no supiese algo… tarde o temprano, siempre se enteraba.

– Vaya – río la West –. ¿La duda te está matando, no? – se burló, agradecía que su amiga le contase todo puesto que le era más fácil saber lo que pensaba o como burlarse de ella luego de que ella lo hiciese.

Sophie bufó mientras asentía lentamente.

 – Pero, no me meteré.

Luna no pudo creerse lo que oyó.

– ¿Cómo dices que dijiste? Pero tú eres Sophie, no meterte es como decir que Luna es mi primer nombre – murmuró.

– Si, sé que es sorprendente pero… espera, ¿Qué? – se interrumpió a si misma –, ¿cómo es eso de que Luna no es tu primer nombre?

La castaña comenzó a ponerse nerviosa, golpeteaba sus dedos entre ellos con rapidez, esperando que su amiga desde los once años no hubiese entendido aunque obviamente lo había hecho.

– West – se cruzó de brazos, dejando completamente de lado el tema de los Potter –, habla. Ahora.

La muchacha no tenía muchas opciones. Podría encararle y decirle todo, titubear un rato hasta que la pelirroja se hartara o escapar, esconderse un rato largo hasta que su amiga la encuentre y ser encontrada ahogada en el Lago Negro. La tercera opción era bastante… interesante.

– Mejor que hables ahora si quieres seguir viendo mi bello trasero cerca de ti – Sophie, claramente, no hablaba en serio. Era incapaz de separarse de Luna, mucho menos desde segundo año cuando ambas se consagraron una a la otra mejor amiga.

Luna suspiró cancinamente, con la esperanza de que algo maravilloso sucediese a su alrededor y que desapareciese, como ave Fénix, para volver al día siguiente siendo todo olvidado. Aunque, con la suerte que había tenido desde primer año con la pelirroja, eso no sería posible.

– Uno... Dos...

– ¡Bien! – saltó Luna –. Pero debes prometerme que no se lo dirás a nadie ni a nada. Sé que no eres chismosa pero si muy descuidada, recuerda que convivimos con Mickeyla Wood.

Sophie recordó vagamente el insidente que habían tenido hace un par de meses con los pretendientes de la Black. Nadie sabía exactamente quienes eran puesto que intentaban ser muy discretos ante los hermanos de la chica. Pero luego de que datos llegasen a Mick, aún nadie se ha enterado cómo, todos sabían quien pretendía a la muchacha y entre esos todos se encontraba su hermano junto a Fred y los monoperros de sus dos mejores amigos. Aún así Sophie seguía sin creerlo para tanto. Solo hubo un par de heridos por hechizos.

– Juro solemnemente no decirle a nadie el secreto de mi mala amiga, Luna West – alzó su mano izquierda colocando la derecha en su pecho, donde se encontraba el corazón.

Sophie Black [#HPAwards]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora