Sintió unos ojos inspeccionarla, mirarla de arriba abajo sin una gota de pudor. Aún no había abierto lo ojos mas sentía como su entorno era tenso. Se podían oír exclamaciones de fondo, tan sonoras como cuando la castigaban por una broma descubierta.
- Albus, yo sé que tú la habías visto, no puedes mentirme - Oyó como la voz se iba apaciguando poco a poco.
- Lamentablemente, es cierto, Minerva.
El silenció se dio en la sala. Sentía las respiraciones de los presentes, una por una. Le sorprendió el hecho de que solo fueran dos, una que no pudo identificar correctamente.
- ¿Y, no dirá nada más? - dio un respingón interno al oír aquello de una voz completamente desconocida para ella.
Comenzó a abrir los ojos poco a poco, sin acabar con ese acto se incorporo abruptamente, movió su cabeza para ambos lados y de arriba hacía abajo, sintió una vibración extraña y se dirigió a ella.
- Las mentes más brillantes son las que callan y otorgan - recitó de memoria.
Cuantas veces había oído al barbudo Albus Dumbledore decir eso...
- ¡Señorita Black! - se escucharon resonar los pasos sobre el suelo de la oficina, acercándose a ella.
Segundos después Minerva McGonnagall la tenía agarrada del rostro, inspeccionando cada facción de este.
- Minnie, estoy bien... - le regalo su típica sonrisa burlona, logrando relajarla.
- Oh, Merlín y todos los cielos, me tenias muy asustada, jovencita - soltó sus cara de repente, comenzando con su largo reproche, ya común para la pequeña pelirroja.
Haciendo oídos sordos a las replicas de su directora, se giró hacía su derecha observando como el mismo muchacho de antes la observaba. A diferencia de antes ya llevaba su túnica escolar puesta, con el escudo de Ravenclaw en su pecho perfectamente bordado mágicamente. El chico se encontraba sentado en una posición extraña: con las piernas juntas y los brazos pegados, con los codos apoyados sobre sus piernas, tapando su rostro con una mano, viéndola desde la abertura que hacían sus dedos.
«Raro» canturreó Sophie en su mente, ladeando un poco la cabeza aún algo aturdida «pero lindo» asintió para si misma, causando la mirada de confusión del chico.
Albus Dumbledore carraspeo, llamando la atención de McGonnagall quien no parecía haberse percatado de que la niña ya no le prestaba atención.
- Señorita Black - la llamó con molestia.
- Minnie, estoy bien, en serio - interrumpió ella, parándose con dificultad.
- No iba refiriéndome a ello - fruncío el ceño, volviendo a ser la misma directora firme que la Gryffindor bien conocía -. ¿Podría explicarme porqué esta aquí? - alzó por un momento ambas cejas para bajarlas con rapidez.
La pelirroja quedo en blanco, sin saber que decir exactamente. No podía decirle a su directora que había bailado sobre la mesa de los Slytherin, mucho menos que James y Luna la ayudaron a escapar de su inminente castigo, nunca los delataría.
- Venía... venía a hablar sobre unos problemas al dormir, he tenido un par de sueños y quería saber que opinaba sobre darme una poción - lo que Sophie decía no era completamente mentira, sus sueños, mejor dicho pesadillas, se hacían cada vez más constantes y dormir ya no era algo que pudiese hacer con facilidad como antes. La pelirroja, claramente, no tenia miedo a no poder dormir sino a lo que sucedería si lo hacía.
- Oh, ya veo. Creo que debería hablar con Madame Pomfrey y que ella se aseguré de que la poción es necesaria - dijo ella soltando un suspiro y sentándose frente a su escritorio, mirando a la Gryffindor directamente -. Y usted... ¿no oyó nada, no es así?
No debía decir nada.
«El silencio otorga Sophie, habla» pensó, golpeando su pierna disimuladamente para volverse a si misma a la realidad.
- ¿Debería? - dijo como si no se hubiese quedado medio minuto tiesa -. Minnie, no soy fisgona.
- No será fisgona, Black, pero si muy inoportuna - aclaró, limpiando sus lentes con su túnica -. Bueno señores, pueden retirarse. Y, Black, ve a la enfermería cuanto antes.
La pelirroja asintió, se levantó de un salto y lanzó un beso a todos los cuadros, sin importarle la mirada acusadora que le daba su directora ante su acto. Detrás de ella iba aquel chico del cuál aún no sabía el nombre. Al terminar de bajar las escaleras vio que ya no estaban ni sus amigo ni ninguno de los dos prefectos. Suspiró al saber que ya estaba fuera de problemas. James siempre conseguía zafar a los demás de castigos.
- Mientes bien - escuchó decir detrás de ella.
Se quedó tiesa por un momento, procesando el sonido que hacían las cuerdas vocales del chico, escuchando por primera vez su voz.
Él se aclaró la garganta, esperando que ella se girara mas no lo hizo. Sophie se cruzo de brazos para si misma y bufó.
- Y tú tienes una voz muy grave.
- ¿Puedo tomar eso como un halago o...? - dejó la frase al aire.
- Es agradable, no suena mal - se giró sobre sus talones, chocando su mirada con la de él.
- Que ojos tan extraños tienes... - logró a medias leer sus labios pero apenas pudo oírlo.
Los ojos de Sophie eran una particularidad que para muchos era hermosa, eran grises brillantes, como el hierro pero este con motas celestes decorando el contorno del iris. Impresionante.
- Gracias. ¿Eres nuevo, no es así? - dijo observándolo con su pose más relajada que podía en aquel momento.
El chico asintió, mirando el escudo de su casa tan bien bordado y que tanta intriga le traía. Él no sabía nada de ese mundo, McGonnagall lo había llamado Acunado por Muggles y aunque eso no sonase como una ofensa o algo parecido lo había continuado llamando así sin explicarle bien que era.
- Así es. Tal parece que soy Ravenclaw.
- Pues, yo soy Gryffindor y creo que has oído mi nombre.
- Tu apellido, en realidad, pero no es muy diferente.
- Claro que es diferente. Mi apellido no me hace quien soy, solo te dice parte de donde vengo. Yo soy Sophie y es un gusto conocerte.
- Soy Nicholas, Nicholas Hochman. Y también es un gusto conocerte, Sophie Black.
***
Lamento la tardanza pero he estado... Viviendo, de alguna manera.Lo siento, de nuevo.
Los quiero.Soy fabulosa:
-Canuta-.
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Sophie Black [#HPAwards]
أدب الهواةSophie siempre ha crecido con las historias de sus padres, relatos de aventuras hasta historias tragicas. Con su malhumor, su sarcasmo y sus incesantes bromas, Sophie, jamas creyo que ella podria ser parte de esas historias; ¿quíen dijo que las aven...