Parte 7

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Pobre alma perdida, que creyó que el problema final era la caída.

El término no era nuevo para mi. Su juego antes del asunto del suicidio, Sherlock lo había llamado de esa forma: el problema final. Su problema final. En el que ambos tendrían que terminar muertos, porque no había otra persona en el mundo que pudiera ser un rival digno del otro. Su existencia debía ser mutua, o al menos así me lo explicó mi amigo por la noche. Pero el estaba vivo, y Moriarty podría haberlo previsto. De modo que el juego continuaba, y esta vez una de las piezas era movida por un fantasma.

- Lo que de verdad quiero saber es ¿porque a mi? -

- Porque conociste a un sociópata en un laboratorio y te mudaste con él - contestó intentando ser gracioso. De nuevo aparecía el Sherlock comprensivo que odiaba, pero supongo que me veía en tan mal estado psicológico como en el que estaba.

No terminaba de salir del shock, de hecho.

- Me refería a la carta, ¿por qué dirigirla a mi? -

- Porque sabe que botones apretar para incitarme a jugar - puso sus manos debajo de su barbilla y metió todo su gigantesco cuerpo en ese pequeño sofá individual quien sabe como - lo ha hecho antes, casi se nota que no es el verdadero Moriarty quien mueve las fichas.

- ¿Es menos efectivo? -

- En absoluto - contestó sin mirarme y sonrió de costado.

Se quedó allí sin hablar y yo sabía que estaba entrando a su palacio mental. Tenía trabajo al día siguiente, pero no podía dormir. La carta arrugada en mi mano latía como si estuviera viva, pero no quería despegarme de ella. No debía tenerla, pero Sherlock la había hurtado de las evidencias. ''No importa, no tendrá ninguna pista'' dijo luego de que lo reprendiera con la mirada, pero por dentro esperaba que lo hiciera.

Aquella noche recuerdo que soñé con Moriarty, repitiendo las palabras de la carta suavemente por detrás mío, en mi oreja. Estaba en la piscina, con el saco de bombas, y Sherlock apuntando al sujeto. Pero cuando terminó, de repente, ambos se volaron la cabeza. Y desperté lleno de sudor, más agitado de lo que me dejaban mis pesadillas sobre la guerra. No se porque lo hice, supongo que estaba motivado por la adrenalina. Baje las escaleras corriendo y entré a su habitación. Estaba dormido, sin arrugar el ceño, envuelto en sus sábanas, y parecía un niño inocente.

Pobre hombre bueno, tan asustado de perderlo.

Resonó en mi cabeza.

- ¿John? - preguntó con su voz adormilada.

- Lo siento mucho Sherlock - le conteste y me fui a la cocina.

Vi la hora y marcaban las 5:36, por lo que decidí que sería poco práctico intentar volver a dormir. Estaba algo alterado aún, por lo que me concentre en preparar té solo por hacer algo, cuando de repente una melodía de violín comenzó a sonar. Me voltee y allí estaba mi amigo, mirando hacia la ventana con su bata azul, tocando aquella canción que él sabía que tenía un efecto relajante en mi.

- Gracias - dije sin pretender que me escuchase, pero luego de unos minutos, cuando ya estaba bebiendo el té, dijo:

- De nada, John -

Pobre romántico empedernido, amando sin poder admitirlo.

Y cuando terminó y dejó su instrumento en su estuche para sentarse junto a mi y beber su propia taza me pregunte ¿amaba yo a Sherlock Holmes?   


N/A: lo siento mucho por la tardanza, mala semana. Sin embargo, se viene San Valentin y aunque no soy precisamente fanatica de la fecha, voy a hacer algo especial. Saludos!!

La historia sobre nosotros - Johnlock Donde viven las historias. Descúbrelo ahora