Capítulo 1: La niña de Queribus

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Bernard de Saissac se atrevía a afirmar que conseguir mujeres para la orden era más complicado que reclutar caballeros

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Bernard de Saissac se atrevía a afirmar que conseguir mujeres para la orden era más complicado que reclutar caballeros. Era fácil reconocer a un hombre honorable, la reputación de estos hablaba sola y, para no caer en errores, siempre se podía consultar con discreción a la servidumbre y asegurarse de que el honor no se tratara de un engaño.

Con mujeres era diferente. De las damas se decía lo encantadoras y bellas que eran, lo delicadas y finas, lo talentosas y atentas. Eso no le servía, lo que Bernard quería para su orden era otro tipo de habilidades. Por eso no solo le bastaban las recomendaciones de los caballeros, sino que decidía tomarse un tiempo para observar y definir quién sería la adecuada.

Los miembros de la orden eran una clase privilegiada, y no se refería a los títulos que poseían, sino a la educación. Ante la sociedad debían de seguir las normas y vínculos de vasallaje, y en secreto hacían todo lo contrario. Incluso instruir a las mujeres.

Bernard tenía claro que existían monarcas y gobernantes cristianos que sabían leer, pero no escribir. A veces, ni siquiera les importaba, pues tenían quien les hiciera el trabajo. Una lástima, o una imprudencia, debería decir. Algo que no podía permitir en la orden, y que le criticaron al inicio de su mandato. Por eso siguió adelante a pesar de los detractores: Nadie de utilidad en la orden podía ser un ignorante.

Los caballeros y damas aprendían a leer desde los ocho años, y a escribir a los doce. Sus padres eran los encargados de instruirlos, así, cuando Bernard necesitaba agregar personas a sus filas, se aseguraba que estos sean gente instruida.

Para la sociedad, una dama común no tenía ese derecho. Algunas monjas recibían educación, y si una mujer quería estudiar debía de renunciar a su vida y recluirse en una abadía. Por suerte, eso nunca pasaba en la orden. Para ellos, era vital que una mujer recibiera la educación adecuada. Eran varias las muchachas que desde niñas se criaban con el conocimiento, sin saber que algún día serían reclutadas para servir a la orden en cualquiera de sus niveles.

Y ese era uno de esos momentos. No bastaba con una buena educación, Bernard tenía que conocer a la persona y asignarle una labor en la que se desenvolviera mejor. En eso estaba la clave del éxito.

Llegó al castillo de Queribus hacía unas semanas, pues era necesario hablar con el señor de esas tierras, caballero de la orden también. Xabaret de Barbaira era un buen hombre, atento y discreto, alguien que valía la pena tener en sus filas. Cuando por carta le pidió referencias para integrar a una nueva dama a la orden, este recomendó a su hermana Guillenma. Sin dudarlo, fue a hacer una visita a Queribus para observar a la joven.

Fue tal como lo dijo Xabaret, su hermana era una mujer interesante. La joven Guillenma era decidida e intrépida. La había visto jugar con las espadas como si fuera un entrenamiento real y en verdad era buena, además de inteligente. Leía mucho, captaba las cosas muy rápido. Y sí, ella era la elegida.

Bernard lo tenía todo planeado. Su esposa murió al dar a luz a su hijo Guillaume, pero antes de irse, dejó claras advertencias del futuro de la orden y el peligro que se les venía. La nueva dama del Grial sería la futura señora de Béziers, y al paso que iba la salud de la actual, quizá lo sería antes de tiempo. Lo mejor era sacar a la niña de su villa, y llevarla a un lugar donde estaría a salvo, un sitio como la montaña de Cabaret, en la zona de Lastours.

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