Ante todo...

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Cada vez que recuerdo que estoy perdido en el vacío me acuerdo de las obras clásicas que usaban mis maestros para hacerme aprender en contra de mi voluntad, siento el poder que tienen sus notas y sus versos que tiemblan hasta el tuétano de mi médula y pienso entonces que por aquellos días con todas las agitaciones aún era feliz.

La mañana tenía un aire desaparecido y el sol se sentía más como una luna revelada ante las miradas de los transeúntes, el vacío de una mañana sombría como de una canción maldita que daba temor oír por mucho tiempo en Hungría, los zapatos de charol brillantes donde veo ocasionalmente mi reflejo se ven pasar, hay seres orgánicos por todos lados, me faltan algunos humanos. Me levanto y miro pasar los automóviles y me atropella así mismo la nostalgia, el silencio que tanto me dejaba cara de sorpresa poco a poco va desapareciendo y pienso en tantos amigos que algún día cargarían mi vestido final de madera, pero ni la muerte de un humano puede darse el lujo mi país de darme, pienso entonces que desde hace 3 días es la única vez que me he levantado del piso en el cual con mucho esfuerzo laburo, camino un poco vagando entre los afanes de las personas y solo sonrió, lo mejor que puedo, pero en un reflejo veo que mis facciones se vuelven inamovibles, trato de nuevo, sin frutos, mi rostro olvidó el gesto, más melancolía me golpea, y sigo. Al pasar unas calles y soportar unas cuantas miradas veo de lejos a un hombre que se acerca y le lanzó una leve mirada, que en el fondo ahora que logro hacer que escriban por mí me doy cuenta de que realmente fue una gran mirada, o almenas, tenía la fuerza para hacer que se cambiase de acera el pobre. Veo las baldosas el suelo y me doy cuenta cuánto trabajo habrá tardado en hacer línea por línea los obreros que están terminando de acomodarlas al suelo y reacciono dándome cuenta que estoy arruinando el trabajo de otro. Pienso en ella, recuerdo el sabor de sus besos y sonrió.

Pasa por mí el aroma del café por el que siempre frecuento y siento como golpes repentinos de recuerdos me hacen pensar en un aroma parecido de donde he venido hace muchos años y siento que podré por fin saborear la amargura de una buen café, entró como cada vez que paso y pido café como nunca y como era de esperar recibí lo siempre, el sorbo de algún desconocido o el vaso descuidado de aquella rubia de mirada altiva que contesta su teléfono y olvida su cartera y su vaso sin empezar de el néctar amargo por el que he venido, yo solo tomo el café. Pienso en ella y en cómo ayudaría para estar juntos poder comprarle algo con la cartera de la joven, pero inmediatamente me atacan los rostros de una promesa a mis antepasados de no tomar nunca lo que no es mío y huyó de la escena triunfante como hace tres días.

De nuevo puedo pasar por las vitrinas y observo mi rostro, en otro desesperado intento de mi cara impávida y como una roca no cambia, siempre seria, siempre fuerte. Solo me dan ganas de llorar el querer reír de la vida, pero eso tampoco está permitido. Ante todo, la presencia pública solía rezar mi padre.

Al diablo con los PoetasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora