Ya no sé qué hacer, no sé ver qué es lo correcto.
He intentado ser lo siguiente a perfecto.
No sé qué decir, no sé ni cuando hablar.
Es un recurrir de la fiebre más fatal.
Mira que yo quiero,
y no le entiendo ni en epílogo.
Está lleno de traumas, pero
yo no soy psicóloga.
Tengo miedo a ser, a decir y a padecer.
Ha sido subir para volverme a caer.
Víctima del mundo y el verdugo de los suyos.
Sangre de su sangre pero son todo capullos.
¿Qué podía esperar? Si primero me abrazó
y sus mil pesares en mis brazos derritió.
Nada está bien, nada es ideal.
Nada es lo que quiere, todo lo hago mal.
Nada he acertado, nada he conseguido.
Nada yo he logrado, sólo he perseguido.
Me hubiera gustado compartir con ella su euforia.
Pero ni siquiera quedo yo ya en su memoria.
Amigo por siempre, amigo perdido
en la dura guerra, en este camino.
Claro ejemplo es de la dura decepción.
No por mí, ni él. Sólo es su condición.
Tiene ese poder, ese don de convencer,
y ese adiós ligero para desaparecer.
Canta las mil verdades que de ciertas tienen poco...