Capítulo 3: Las paredes escuchan

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Desperté. Había sido todo un sueño. Me encontraba en el banco de la estación. Vi mi reloj de bolsillo, eran las 22:00. Me levanté, sacudí mi abrigo y froté las manos en mi cara para quitarme más el sueño.

Me di cuenta que todavía había gente esperando, pero no mucha, lo que significaba que ya no quedaban muchos trenes.

En ese mismo instante se escuchó el silbato del tren. Una locomotora que iba muy rápido por las vías iba disminuyendo la velocidad hasta frenar dentro de la estación.

Las puertas se abrieron. Las personas iban saliendo de a poco. Me quedé buscando con la mirada al hombre, hasta que lo vi.

-Detective Moore - dije en voz alta.

Él miró hacia donde yo estaba y sonrió. Agarró su maleta y caminó hacia donde yo estaba.

- Señor Hamilton, es un placer estar aquí con usted - dijo estrechando mi mano.
- Lo mismo digo Detective Moore, déjeme ayudarle con su equipaje - dije tomando una de sus maletas.
- Gracias. El tren se ha retrasado un poco, se averió en el camino.
- Está bien, lo bueno es que ya está aquí. Acompáñeme.

Llegamos a mi casa. Abrí la puerta y entramos.

- Debe tener hambre después de ese viaje Señor Moore, ¿le ofrezco algo?
- En realidad solo quisiera un té.
- Está bien. Señora Adeline - llamé al ama de llaves.

- Buenas noches Señor Hamilton, y señor...
- Moore, Alan Moore - dijo este presentándose.

- Tráigale al Detective Moore un té, luego ya puede ir a descansar.
- si señor, con permiso.

Llevé al Señor Moore a la sala dónde prendí la chimenea y nos sentamos en los sillones. Adeline trajo el té y se retiró a su dormitorio. El señor Jacob, el mayordomo, no se encontraba ya que hoy era su día libre. Mary se había marchado luego de preparar la habitación de huéspedes como ya había contado. Esto significa que estábamos solos, un momento perfecto para hablar del caso y las nuevas pistas sin ser espiados. A veces el servicio podía ser bastante chismoso.

- Hamilton, usted tiene una casa muy acogedora, dígame ¿vive solo? ¿Tiene esposa o familia?

Me dio un escalofrío. Hace mucho no me ponía a pensar sobre mi esposa. Sufrí mucho con su pérdida, y lo que pasa es que la perdí de la peor forma.

-Am, yo... Em, mi esposa... Ahh- suspire- ella ya no se encuentra conmigo - dije con amargura y la mirada perdida.
- Lo siento, no quería incomodarlo.
- Está bien - dije - ¿y qué hay de usted?
- Nada formal, solo algunas amigas, no tengo hijos, pero tengo un sobrino de dieciocho años, a él lo crié desde chico, es como un hijo.

Hablamos de varias cosas, aunque no me pude aguantar más y tuve que preguntar:

- Detective Moore ¿qué hay de las pistas de las que me habló?
- Oh, de hecho ese es un tema muy confidencial y creo que aquí las paredes escuchan - miró hacia la puerta de la sala - ¿No es cierto señorita?

No lo podía creer. Mary nos estuvo espiando todo este tiempo, estaba muy enojado. Esto había sido lo que colmó mi paciencia.

- Am, ehh, disculpen, es que, emm - Mary no sabía que decir, pero tendría que darme una gran explicación.

- Creo que ya es muy tarde, tal vez deba ir a mi alcoba - dijo Moore
- Claro, su habitación se encuentra en el pasillo, la tercera puerta a la izquierda. La señora Adeline ya llevó su equipaje a su habitación.
- Está bien, me retiro, con sus disculpas señor Hamilton y señorita...
- Mary - respondió ella con un tono tímido y avergonzado.

Alan sonrió y se retiró

- Yo también debo irme señor Hamilton, hasta mañana - dijo Mary tratando de huir.

- Alto ahí - la detuve - usted me va a explicar qué hacía escuchando y hasta que no me lo diga no se irá.


¡Hola!
Les dejo el tercer capítulo. Déjenme en los comentarios lo que piensan del capítulo. Una pregunta ¿Quieren que tenga un día para subir capítulos?
Hasta el próximo capítulo

Detective Moore y La Mansión BardleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora