Alguien nota mi existencia

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Y llegó martes... ¿Había algo peor?

Sí, la respuesta es sí. Al colegio ni le interesaba si estaba bien, supongo que no tienen la culpa, después de todo, habiendo tantos jóvenes, por qué a de fijarse si yo estoy bien. Si tienen a sus alumnos más inteligentes, deportistas. Pero... ¿Acaso no era yo una de las más listas? Bueno eso significa que sí, no les importa mi existencia, o quizás lo hacen sin darse cuenta.

¿A estas alturas importa?

Creo que no. Tan solo quería pasar una semana más tranquila, regresar a lo de antes, es decir, que no había mucha diferencia.

El silencio me invadía, la profesora solo hablaba sobre su vida, y yo tan solo, pensaba en decirle que la entendía, entendía por fin a lo que se refería. Que hay momentos que te inspiran a hacer muchas cosas, como en ese instante, recodaba a mis padres juntos, y lo único que me inspiraba a hacer, era llorar, y ahí estaba yo, tratando de contener las lágrimas. Quizás a este punto, cualquiera diría que no debería hacerlo, al menos no cuando hay gente, pero, la verdad es que a nadie le importaba, pero tampoco quería que me tengan lastima.

Tocó la campana del refrigerio y miré el reloj.

"Por qué demoras tanto. Eres un reloj, y controlas el tiempo a tu antojo, maldito. Bueno creo que ya deliro, no es sano hablar con objetos no vivos. ¿Los chicos lo son? Mi papá no cuenta, ya que él es un abuelo, ya está en sus años."

Y ahí, estaba yo, caminado por el patio, en camino al baño, a tocar el agua y quizás deshacerme en ella. Pero no funcionó, así que seguía viviendo, en el mismo cuerpo.

Ya era hora de regresar a mi jardín, es prácticamente mío, porque nadie más lo conoce, excepto la directora y las personas de la limpieza, creo.

"El día está oscuro, quizás no lea hoy, tan solo me sentaré y miraré a las pequeñas ardillas que vienen."

Cuando entré al pasadizo de siempre para ir donde el árbol, escuché una voz, no lo podía creer.

Y hablé bajo para mí misma.

-Que rayos. ¿Qué hace él aquí?

Y él se dio cuenta de que estaba ahí.

-¡Hey! Matt.

Hice lo usual, me apoyé en una columna que estaba por la escalera.

-¿Adam? Pero, ¿Qué haces aquí?

-Hubo un tiempo que estuve mirando las cosas que hacías. Y te vi venir aquí, no tuve oportunidad de seguirte hasta acá, porque siempre venias, y quería saber que tanto hacías aquí. La semana pasada estabas demasiado triste, que ni salías del salón. Y aproveché para ver este lugar, y creo que descubriste algo... te diría hermoso, pero no quiero sonarte como un osito de goma parlante.

Me sacó una sonrisa, seguida de una carcajada.

-Creo que aun te gusta reír – dijo él.

-Tuve una mala semana, no una mala vida. Hay cosas de las cuales reír. Como las bobadas que dices.

-Extrañaba que me trates mal.

-¿Qué? O sea yo me vuelvo una tristona, y tú un masoquista, aunque lo llamaría, alguien que acepta las verdades que le dice una chica.

-Claro si tú lo dices, pues suena tan gracioso, ya que eres a veces tan sarcástica.

-¿Sarcástica? No me has oído ser sarcástica.

-Entonces, si lo que he escuchado no ha sido sarcasmo, pues ni me imagino una Matt sarcástica.

-Pues esa Matt, se fue en la maleta de una mujer muy importante.

-¿En serio?

-No. – me reí.

-¿Y se supone que esa es la Matt de la que me hablas?

-Pues... - tocó la campana – tendré que responderte otro día.

Regresamos al salón, ya no me sentía tan mal, aunque seguía mirando a la profesora.

Al término de la última clase, salí del aula primera, salí de la escuela, y me fui directo al parque. Y de repente escuché una voz, sí, era él.

-Creí que no vendrías.

-¿Me estabas esperando? – dijo Adam.

-No, pero algo me dijo que me buscarías. En realidad no era eso, pensé que, bueno, solo quería darte las gracias por notar mi existencia.

-¿En serio? ¿Tú? ¿Matt? ¿Diciéndome gracias? La verdad es que todos lo notamos, pero dijeron que era mejor no preguntarte, ya que eso te pondría más triste.

-Woah. ¿Y esperas que me crea eso?

-Pues sí, porque es la verdad.

Toqué su hombro y lo miré.

-Voy a decir que creo que eso es cierto. – La voz la hice más aguda– ¡Ay! Adam, tienes mucha razón, a todos les importa cómo me siento.

-Jaja. No te burles, es cierto.

-Claro.

Seguimos caminado por el parque. Luego como ya habíamos tomado tema de conversación, el cual consistía en que la Matt sarcástica es solo un mito, llegamos a mi casa, donde él, se marchó cuando ingresé.

Aún era un misterio su casa de Adam, hasta hora solo había salido con él a comprar libros, y a un lago en familia. Pero, dé qué me serviría saber dónde está ubicada su casa.

Tan solo almorcé y esperé a papá para el postre, que de vez en cuando era helado.

Mentirle a un mentirosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora