Entrada triumfante.

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Decidida abrí la puerta y los diez hombres que habría allí- ya que es un gimnasio pequeño- estaban entrenando como si no se huebieran dado cuenta de que había entrado. Eso me pensaba hasta que la puerta se cerró de un golpe seco detrás mio y todo el ruido de guantes golpeando en los sacos de boxeo había desaparecido.

Empecé a caminar con la cabeza bien alta y podía sentir la mirada de todos los hombres en la sala mientras gritaban lo que supuestamente eran halagos pero que a mi me daban asco, así que me paré ya harta de todos estos simios y grité:

- Nunca habéis visto a una chica, imbéciles? Volved a vuestro puto trabajo y no miréis tanto porque voy a venir aquí a menudo y no quiero partirle la cara a más de uno.- dicho esto seguí caminando pero al segundo uno de los idiotas que estaba allí gritó-.

- A mi me parece bien que me den un golpecito de nada si son todas como tú. Pero cuidado no te rompas una uña princesa...- después de decir eso se rió y junto a él unos cuantos más.

Así que eso es lo que quiere eh... Pues lo va a tener. Voy decidida hasta el tio que me ha dicho eso que ya lo tengo localizado y me paro enfrente a él, que tiene una sonrisa burlona en la cara.

- ¿Estás seguro de lo que has dicho?- él asiente así que hago lo que queria hacer desde que he entrado. Le doy un puñetazo con toda mi fuerza y se queda tambaleando hasta que se tropieza y se cae al suelo.- ¿Una ayudita, princesa?- le digo marcando la última palabra con tono de burla. Para que aprendan a no meterse conmigo.-

Después de hacer todo el espectaculo me voy al final del gimnasio donde parece que no hay nadie, pero me equivoco. Cuando estoy llegando veo a un chico dandole al saco de boxeo con rabia y mucha fuerza.

Me pongo mis guantes preparada para boxear cuando siento que me observan. Me giro y me encuentro con unos profundos ojos azules que me miran de arriba abajo.

- Vete- me dice el chico y cuando escucho su grave voz me entra un escalofrío por todo el cuerpo, pero aún así, sigo con mi postura recta y mi mirada fría.

- ¿Perdón?- le digo, bueno más bien le pregunto.

- Ya lo has oído. Largate de aquí, vete a otra parte del gimnasio.- ya me ha hartando el tio este.

- Pero tú de que coño vas chaval, me voy a quedar aquí y si no te gusta me parece que o te vas a joder, o te vas a largar tú, porque yo de aquí no me muevo.- dicho esto nos seguimos mirando hasta que gruñe y murmura algo, coge su bolsa y se va hecho una furia.

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Después de estar una hora y media en el gimnasio, el viejo de recepción cierra el antro, así que me tengo que ir. La verdad no he tenido ningún otro problema después de darle su merecido al simio y después de haber discutido con el imbécil buenorro tatuado.

Me subo a mi bebé y antes de ir a casa, voy a hacer la compra. Cuando llego a casa entro a la ducha y seguidamente me meto en la cama, me he comido una manzana y un trozo de pan porque no tengo hambre. Así que sin más me quedo dormida, pensando que el lunes empiezo la universidad y mañana ya es sábado.

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Y otro capitulo más. Espero que os guste mucho. Ya habéis visto que María no se ha dejado pisar por ninguno de los hombres del gimnasio.

¿Se van a ver las caras más veces el imbécil tatuado y ella?

Lo veremos en el próximo capitulo.

Un beso,

M.


13/02/2016

Chica mala.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora