7. Madurez

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Habían pasado ya seis días desde que Sakura despertó con un par de extremidades nuevas. Habían pasado seis días en los que estaba la mayor parte del tiempo fuera de la cabaña, con Sasori como su espectador. Miraba cada uno de los esfuerzos de la ninja médico y se preguntaba qué había detrás de cada esfuerzo, de cada gesto de cansancio, de cada movimiento en falso.

Sakura no había avanzado mucho a pesar de tener un gran manejo de chakra. Sus dedos apenas respondían a sus mandatos y sus brazos varias veces habían temblado sin dar un movimiento real. Sakura sudaba y se agotaba diariamente, pero no se rendía ni pedía ayuda. Cada mañana se levantaba cada vez con menor esfuerzo, y salía a entrenar. Los primeros días, Sasori se quedaba en la cabaña, terminando sus marionetas pendientes; mas luego del tercer día, se vio sin más actividades que realizar y tras escuchar un gemido de Sakura al caerse por el agotamiento, decidió observarla. Intentó darle consejos, pero Sakura parecía sorda.

Al final del día, Sakura finalmente caía en el césped, desmayada por no consumir las proteínas necesarias para soportar el entrenamiento en el que se sometía. Hasta ese momento, Sasori se acercaba a ella y la miraba. Aun inconsciente, la muchacha mostraba ese temple que Sasori vio desde su pelea en la cueva. Esa expresión de fortaleza y decisión permanecía siempre en Sakura.

Y, arrastrado por la curiosidad de saber hasta cuándo podría aguantar Sakura, Sasori la levantaba del suelo y la llevaba a la cama. Ahí inyectaba directamente en sus venas las proteínas que Sakura necesitaba recuperar para rendir al día siguiente.

No le mencionó lo que estaba haciendo por ella y Sakura tampoco preguntó cómo era que cada mañana amanecía en su cama y no en el césped; parecía que el tema, de cierta forma, les era incómodo.

No obstante, el séptimo día, mientras Sasori observaba a la chica que se convertiría en la siguiente marioneta humana, Sakura cayó de rodillas al suelo. Todavía no era mediodía y ella ya estaba agotada; su poca alimentación estaba haciendo efecto. Sasori negó con la cabeza, había olvidado lo complejo que era resistir todo eso. Si Sakura seguía así, moriría.

Hizo ademán de acercarse, mas un simple movimiento en Sakura lo detuvo: con un grito de por medio, Sakura apretó el puño derecho y alzó el brazo hasta nivelarlo con su hombro. Durante un par de segundos, Sakura no se movió. Enseguida, cayó de bruces al suelo.

—Fascinante —musitó Sasori al ver cómo Sakura conseguía incorporarse tras un par de fracasos. Ella sonreía levemente mirando su costado derecho.

Después de unas horas, Sakura había conseguido controlar por completo el movimiento en su brazo derecho. Empero, eso le había costado varios tropiezos y varios gemidos.

—Ya podré comer. —Se dijo en punto de las seis de la tarde, antes de caer una enésima vez al suelo. Esta vez, una sonrisa de satisfacción llenaba su sudoroso rostro.

Sasori no dudó en acercarse. Esa niña, esa pequeña niña llena de moretones y raspones, lo había conseguido, había salvado su vida y su dignidad. En verdad se trataba de algo más que una ninja de Konoha.

Se agachó para tomarla entre sus brazos; una corriente de chakra lo empujó ligeramente al tocar su brazo derecho. Sakura se había esforzado tanto en mantener un flujo natural en ese brazo que ahora parecía que era un río de chakra que podía ahogarla si se desconcentraba.

Sasori ignoró esa ligera molestia en su núcleo y alzó a Sakura del césped. Días atrás había descubierto que si usaba sus hilos de chakra para levantarla, afectaba ambos chakra; y aunque él no tenía conflicto alguno en regularizar su flujo, sabía que sería un problema para Sakura apenas se despertara. Así, había decidido hacer todo con sus propias manos.

Sigo viva (SasoSaku longfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora