El Sol de mis días (LuNa)

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Parecía que había sido hacía poco tiempo cuando se había unido a esa tripulación de puro monstruo. Al principio, compuesta de dos personas, pero que luego empezó a crecer gracias a ese idiota del sombrero de paja que había pensado en utilizar para conseguir sus objetivos.

Usar a esa tripulación para conseguir dinero para pagar a Arlong le pareció bastante fácil, no había visto en su vida alguien más confiado que Luffy, confiaba en ella y en toda su tripulación de forma ciega, ni siquiera había sospechado que ella podría traicionarlo. Pero había una cosa con la que ella, de todas las mujeres no contaba, el hecho de traicionar al capitán de esa extraña tripulación se le hizo un mundo, costaba más de lo que quería admitir y algo se hundía en su pecho cada vez que pensaba en hacerlo.

Había comenzado a acostumbrarse a las locuras de ese chico con sombrero y a que le pidiera ayuda, siempre diciendo su nombre con una gran sonrisa de oreja a oreja. Sin duda la necesitaba, porque si los hubiera dejado solos a Zoro y Luffy probablemente hubieran acabado dando vueltas en círculos, perdidos en el inmenso mar, pero no era eso, no era esa necesidad lo que le movía a mantenerla en su tripulación, más bien el hecho de que se le había metido entre ceja y ceja que ella tenía que permanecer en su tripulación y punto, y bueno, sí, el hecho de que no tenía ni idea de navegación.

En realidad, aun no entendía que ese chico siguiera vivo siquiera, siempre se metía en problemas, problemas que no eran suyos. Siempre ayudaba a los demás, sin esperar nada a cambio de su generosa ayuda, de la que siempre salía lastimado, pero no le importaba, era uno de sus lados buenos, lo daba todo sin esperar nada a cambio.

Cuando lo traicionó robándole el barco y todos los berries que había en su interior, él jamás dejó de creer en ella, fue a buscarla, contra todo pronóstico él quería que volviera, y ni siquiera le pidió explicaciones del por qué lo había hecho, sabía que tenía sus motivos, los respetaba y quería sacarla de ese infierno en el que había vivido desde su más tierna infancia.

Desde ese preciso instante su corazón supo que no podía pertenecer a otro lugar que no fuera esa tripulación, se convirtió en Nami, la gata ladrona, navegante de la tripulación de sombrero de paja, su capitán y aunque no lo quisiera reconocer, la persona de la que se había enamorado.

Porque sí, aunque nadie en el mundo pensara que una exuberante mujer como ella pudiera estar enamorada de un idiota infantil como Luffy, había pasado, sin saber cómo un buen día se dio cuenta de que lo miraba de otra forma. No como Luffy el "bromista" en toda fiesta pirata, ni como su capitán, sino como algo que al principio no supo descifrar pero que le decía que debía permanecer a su lado por siempre, aunque eso significara arriesgarse a la misma muerte.

Desde que se había dado cuenta que esas ganas de permanecer a su lado se podían clasificar como "amor" gracias a su cotilla aunque certera amiga Robin, había comenzado a pensar en si ese idiota entendía lo que era el amor, o por lo menos el sentirse atraído por alguien de una forma más sexual. Aunque todos sus intentos por hacer que su capitán se diera cuenta de ciertas cosas que implicaba ser del sexo opuesto habían resultado un fracaso absoluto.

Definitivamente Luffy no estaba hecho para según qué cosas. Así que simplemente se rindió en su intento pensando que aunque no se sintiera atraído hacia ella él sí sentía algo especial por ella, llegándole a confiar entre todas las cosas su querido sombrero.

No había visto a nadie más a parte de ella misma y del mismo Luffy tocar ese sombrero. Él se lo había dejado para que lo cuidara en diversas ocasiones y otras muchas se lo había dado para arreglarlo, para él ese sombrero era algo muy importante y ella era la única a parte de él que había osado poner sus manos encima. Cosa que ella veía como un punto importante en su relación con Luffy.

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