Abismo (Portgas D Rouge)

176 5 0
                                    

Siempre he pensado que el destino no existe, todo lo que nos ocurre nos lo buscamos nosotros, de mil maneras distintas, con las decisiones que vamos tomando a lo largo de nuestra vida, y nunca he sido de las que echaba la culpa a nadie por lo que había generado una de mis decisiones, pero... ahora... solo tengo un pensamiento, y es que todo ha acabado para mí y que puede que sea culpable de que mi hijo sea infeliz.

No voy a ver crecer a la persona que porté en mi vientre tanto tiempo, no voy a pasar tiempo con esa criatura que el amor ha creado, y en parte, me echo la culpa de ello. Esa pequeña criatura es fruto del amor incondicional que tuve por su padre, pero tal vez si hubiera tenido padres distintos, si tan solo yo fuera más fuerte... no tendría que criarse solo.

Está claro que no hay forma de que yo sobreviva a esto, ni siquiera espero que así sea, solo rezo para que mi niño crezca rodeado de amor, que nunca le falte un hombro sobre el que llorar y que Garp lo cuide como si fuera su propio nieto, tal y como prometió.

Ver así a mi hijo, en brazos de un hombre que no es su padre, es triste, pero hasta ahora no había pensado en la muerte de Roger, ni siquiera había llorado más de dos lágrimas, solo había creído que lo correcto era asegurar la vida de mi bebé a toda costa, y ahora me doy cuenta que he llevado una dura carga sobre mí todo este tiempo, que no hay manera de cambiar mis actos para poder estar con ese dulce bebé llorón que ha resultado ser Ace, ese hermoso bebé de ojos oscuros y cabello negro que se parece tanto a él.

Noto como mis ojos empiezan a cerrarse, creo que ha llegado la hora de despedirme y todo a mi alrededor se vuelve negro, ni siquiera me ha dado tiempo a darle un beso, pero mi última mirada ha ido dirigida a lo que más amo en este mundo y espero que Ace comprenda y siempre sienta, que fue el bebé más querido en este mundo, y que fue el último pensamiento de su madre antes de morir.

Ya no oigo nada, todo ha acabado para mí y en parte estoy aliviada... ha sido duro, pero no puedo evitar preocuparme.

¿Mi hijo me querrá? ¿Pensará en mí cuando tenga uso de razón? ¿Se sentiría solo? ¿Quién lo consolará por las noches cuando las pesadillas lo atormenten? ¿Quién le dirá que hice esto por su bien y que no lo abandoné? ¿Quién le contará que su padre y yo solo intentábamos protegerlo?

Miles de preguntas se agolpan ahora en mi cerebro y la culpa me atormenta. Si la soledad es su destino, será mi culpa.

Espero que eso no pase, me preocupa mucho su futuro... Si ha heredado solo una cuarta parte de la personalidad de su padre se pondrá siempre en constante peligro, protegerá con uñas y dientes a todos aquellos que sean importantes para él, sí, seguro que mi niño se parece a su padre en ese aspecto, es la mejor parte de Roger, aunque también la más peligrosa.

Casi como si mis suplicas se vieran atendidas por una fuerza superior algo se ilumina a mi alrededor, estoy en una especie de bosque de árboles altos, tan altos que mi vista no alcanza a ver su final, son frondosos y una tenue luz se cuela por el medio de sus ramas, no entiendo lo que pasa hasta que no veo a tres pequeños muchachitos andando hacia mí, haciendo bromas, con grandes sonrisas después de haber pasado parte de su grandioso día. Los niños no superaran los diez años, dos morenos y un pequeño niño rubio con los dientes mellados. Uno de los niños morenos parece más pequeño que los otros dos, pero se nota que son grandes amigos. El mayor de los morenos, de rostro pecoso, se burla del pequeño mientras el otro niño rubio se ríe con una amplia sonrisa carente de algunos de sus dientes.

Resulta enternecedor verlos juntos, se ven tan felices... internamente y siendo egoísta, lo único que puedo pensar al observarlos es que deseo que mi hijo pueda encontrar grandes amigos como esos, amigos que puedan apoyarse en él y viceversa.

-¡Oye Ace!

Si mis oídos no me fallan ese niño acaba de decir el nombre de mi pequeño y automáticamente entiendo todo. Ese cabello negro ondulado, esas pecas en las mejillas, esos grandes ojos oscuros... ¡ese es mi Ace!

-¿Crees que podemos cazar un jabalí hoy para cenar?-Pregunta el pequeño moreno.

-No creo...

-¡¿Por qué?!-Insiste el pequeño.

-Cenamos eso ayer, hoy me apetece pescado.

-¡Ace eres cruel! ¡Siempre cenamos lo que a ti te apetece!

Los niños empiezan a discutir de nuevo, pero ni siquiera puedo oír lo que dicen, mis lágrimas de felicidad inundan mis mejillas y tapo mi rostro que hace tiempo se ha convertido en un lago de puras lágrimas. Pero no son lágrimas de tristeza, son lágrimas de puro alivio, alivio porque ahora sé que mi hijo no va a crecer solo, que va a estar rodeado de amigos y personas que lo aprecien de verdad, tal y como un niño normal, aunque sus padres no sean los más comunes del planeta, aunque su padre sea el mismísimo rey de los piratas.

Ahora entiendo que puedo ser devorada por el mismo abismo sin sentir temor, porque puedo partir en paz, porque gracias al cielo mi hijo va a ser amado.

.
.

Hola de nuevo.
Haciendo un barrido de historias que tengo empezadas, encontré este fragmento de no más de 1000 palabras que escribí hace un tiempo y que hoy decido publicar.
Es un fragmento algo triste, pero que me apetecía que hoy viera la luz después de pensar si publicarlo o no.
¡Nos leemos en más historias cortas!

Helen Martinelli.

OneShots De One Piece Donde viven las historias. Descúbrelo ahora