Todo comenzó con aquel maldito mensaje. "Tenemos que hablar. Mañana te cuento." Por muchas preguntas que te hice, y por mucho que insistí, no quisiste responderme. Tenía que ser en persona, decías. Recuerdo que aquella noche no pude dormir.
Cuando bajaste del autobús al día siguiente te agarré del brazo y te aparté de nuestros amigos para que me pudieras explicar lo que ocurría. Ni siquiera te dije hola.
-He encontrado una beca para ir un año a estudiar a Canadá -me dijiste. No podías mirarme a los ojos. Recuerdo que yo cerré los míos e hice una mueca de dolor.
Entramos en el instituto y me llevaste a un lugar apartado para poder explicármelo todo con tranquilidad, y ya de paso asegurarnos de que la información no llegaba a oídos indeseados.
Tu madre había encontrado una beca en facebook para ir a Canadá durante todo un curso para estudiar allí y así mejorar el inglés, y tú cumplías todos los requisitos necesarios. Yo, por desgracia, no iba a poder acompañarte porque mi media no era lo suficientemente alta. Casi, pero no lo suficiente. Iban a ser 10 meses, básicamente lo que duraba el calendario escolar allí. Llegarías una semana antes para poder acostumbrarte, aunque fuera un poco y te irías dos días después de que el curso acabara, para que te diera tiempo a hacer la maleta con tranquilidad y despedirte de los amigos que hubieras hecho durante el curso. Si conseguías pasar las pruebas y todo salía bien, te irías el año que viene para cursar allí primero de bachiller.
-Di algo -susurraste cuando acabaste de hablar. Yo cerré los ojos.
-¿Qué quieres que diga? Pues que me alegro mucho y que espero que lo consigas.
-No. Quiero que me digas lo que realmente piensas. -dijiste, acercándote. Yo abrí los ojos. Los tenía llenos de lágrimas.
-Pues que no quiero que te vayas -dije con voz rota. Frunciste el ceño cuando comencé a llorar, justo después de decir aquellas palabras. No dijiste nada, pero cubriste tu cuerpo con el mío para que nadie me viera llorar.
-Pero Andrea, no es seguro... Ya verás cómo no me cogen -dijiste al fin.
-Sí que lo harán. ¿Con quince años todavía no te has dado cuenta de lo inteligente que eres? Te irás allí, conocerás a otra gente, y pronto alguien me sustituirá -. Frunciste el ceño. De repente, parecías molesto.
-Eso es una estupidez. Andrea, ¿crees que alguien puede sustituirte? Pues no.
-Pero es que un año... Es mucho tiempo.
-Te llamaré todos los días. Y si no puedo hacerlo, te llamaré en cuanto tenga un minuto libre. Además, en realidad no es un año. Son solo diez meses -dijiste, intentando quitarle importancia. Yo resoplé.
-¿Solo? ¿Diez meses te parece poco?
-Bueno, es menos tiempo que para siempre. En realidad, diez meses son solo un suspiro. Piénsalo de esa manera.
-A ti te parecen un suspiro, pero a mí me parece toda una eternidad -. Sonriendo con tristeza, te sentaste a mi lado.
-Tengo una idea. Si por algún milagro de Dios, me fuera a Canadá, que no va a pasar, tú podrías escribirme cada semana. Así me enteraría de lo que está ocurriendo por el pueblo, y me sentiría como en casa. Así incluso podría parecer que no me he ido.
-No seas estúpido. No es lo mismo hablar por carta que cara a cara. Y cuando yo esté despierta, tú estarás durmiendo... ¿Cómo nos podemos llamar teniendo un horario tan diferente? -Pusiste los ojos en blanco.
-Te preocupas demasiado. Primero me tienen que seleccionar. Y segundo, sí es cierto que nuestro horario sería muy distinto, pero si hace falta los viernes me quedaré despierto hasta la madrugada y hablaremos por videochat. Podríamos turnarnos. ¿Te parece bien, Andrea? -Yo asentí, pero no sonreí. -Eh, prométeme que me escribirás.
-¿Por qué tienes tantas ganas de que te escriba?
-No lo sé. Me apetece. Siempre se te ha dado bien escribir. Y así será mejor que si me lo cuentas por llamada. Primero porque así habrá una regularidad y si por algún motivo no podemos llamarnos una semana las cartas seguirán llegando, y además podré releerlas cuando yo quiera. ¿Me escribirás? -Dándome por vencida, asentí. No habías conseguido engañarme. Escribir para mí siempre fue una especie de terapia, y sabías que si yo escribía llevaría el tema mejor, aunque fuera solo un poco. Estuve tentada de decirte que sabía lo que tramabas, pero decidí callarme. Si iba a estar un año sin ti, iba a aprovechar el tiempo que nos quedaba juntos. Y eso significaba no discutir.
-Tú ganas. Te escribiré una carta todas las semanas.
-Sin fallar ninguna -Añadiste. Yo por fin sonreí.
-Sin fallar ninguna -prometí. Tú sonreíste también.
La cuenta atrás acababa de comenzar.
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44 Semanas sin ti
Novela JuvenilJónatan y Andrea llevan toda su vida juntos. Pero llega un momento en el que sus caminos se separan. Se separan 7.060 km exactamente, ya que Jónatan va a cursar primero de bachiller en Canadá. Pero ellos no son de los que se rinden fácilmente, y van...