PREFACIO: Entre el veneno y la pared

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El espejo estaba entre dos nichos de piedra en los que había, en cada uno, un cáliz oxidado. El de la derecha tenía grabadas en letras rojas una única palabra; "NO", el de la izquierda, un "SÍ" en dorado. En el centro, justo debajo del espejo, había una puerta sin pomo ni cerradura.

La voz del espejo repitió su pregunta:

―¿Es tu amor verdadero? Bebe y responde.

Desde que el mecanismo se había accionado, Velvet había escuchado aquel mensaje más de media docena de veces. Al principio se había asustado, pero poco a poco se estaba acostumbrado a ese susurro débil, ajado, aunque bastante irritante, que repetía con la tenacidad del eco ese único mensaje.

La muchacha frunció el ceño. Hasta donde alcanzaba a recordar, todos sus problemas habían nacido con ella, ligados a su apellido y a esa sangre que arrastraba más maldiciones y fantasmas de los que se atrevía a contar. La situación en la que se encontraba no era la peor de todas a las que ya se había enfrentado, pero si no hacía algo rápido, sería la última. Flexionó las rodillas, manteniendo la mirada fija en la pared opuesta; aunque todavía les separaba unos cuantos metros, la distancia se iba a acortando poco a poco, devorando los suficientes centímetros para convertir un pasillo en un claustrofóbico habitáculo.

El mecanismo era obvio: si no lo detenía, moriría aplastada entre la puerta y la pared.

Velvet se mordió el labio. Era una trampa tan simple y típica que la había pasado completamente por alto. Hasta que el pasadizo se había trabado, dejándola sola con el espejo mientras el tiempo avanzaba y la distancia desaparecía. A pesar de su experiencia ante enredos como aquel, la única solución que se le había ocurrido era responder a la pregunta bebiendo de uno de los cálices.

Pero ella sabía que el "NO" era ácido y el "SÍ" un veneno desconocido. O eso decía la leyenda.

Donde sueñan las libélulas © (Concurso elementales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora