Resaca

801 47 9
                                    

—Mi amor despierta —susurró la mujer sacudiéndolo levemente en la cama—, deberías cortarte esa barba, estas horrible —y rió.

—Lo haré cuando el mundo se acabe —contestó y rió también.

Luego de enjuagarse y lavarse la cara para despejarse de la jornada laboral de ayer. El hombre fue hasta el comedor donde el desayuno esta servido.

—¿Trabajarás hoy? —le pregunta a su esposa

—Sí, hoy van a llegar nuevos productos a la tienda y tengo que supervisar lo nuevo que entra.

—Me invitaron a una reunión hoy —dice—, los amigos de mi promoción. Iremos a un bar.

—Esta bien, Bernie, espero que sean tus amigos —toma un sorbo de su café.

—Lo digo en serio —Bernie se ríe—. Hemos tenido que postergar nuestra junta por diversos problemas y hoy, no habrá nada que lo impida.

—¿Llegarás tarde? —vuelve a preguntar ella

—Oh, Diana, ¿en serio crees que estaré solo con ellos tres horas y luego irme?

—Entonces ven a la hora que quieras. Regresaré a las once, así que por la casa no te preocupes

Bernie asintió y bebió un poco de su leche.

—No me esperes despierta —terminó por decir y ambos rieron.

Llego el anochecer en un santiamén. Bernie se colocó una camisa verde hoja y una casaca marrón encima que combinaban bien. Comenzó a peinar sus cabellos marrones oscuros hacia atrás y acarició su barba que le traspasaba un poco mas del mentón junto con un bigote que se unía a ella.

Agregó dinero a su billetera y revisó que su celular estuviera cargado. Marcó el numero de su esposa.

—Aló, Diana —contestó—, ya estoy saliendo a verme con mis amigos... Yo también te amo, adiós —y colgó.

El salón principal del bar era amplio con las paredes verdes algo sucias y despintadas. Grandes focos alumbraban las mesas donde se sentaban los comensales y grandes bebedores. Algunos de ellos ya estaban empinando el codo y otro recién empezaban, otros apostaban en las mesas de billar o en las de fulbito.

Y al fondo de todo, estaba Bernie, con un gran chop de cerveza en la mano acompañado de sus otros cinco amigos. Uno de ellos llamó al mozo y pidieron una jarra más.

—La última vez que vi una buena banda de rock fue a pocas cuadras de aquí —continuó la conversación uno de ellos—, porque las mierdas de canciones de ahora no lo son, son ruidos programadas por computadora y una letra que lo único que hace es decir lo que ya sabemos

—O hablar del amor, Arturo —le contestó otro.

—El amor es tan trillado ¿saben? Pero esa banda, esa melodía tan fuerte y esa letra que salia de lo común, créanme, eso es verdadera música —continuó Arturo

—Hablas del rock subterráneo —preguntó Bernie

—Llámalo como quieras Bernardo, no tiene definición especifica. No es indie por si acaso, pero es un tipo de ska combinado. La potencia de la batería es lo que hace vibrar.

—Aun recuerdo las buenas épocas del rock cuando los miembros de drogaban, se iban de putas o subían a los escenarios alcohólicos y aun así hacían un show de putamadre —expresó Hector

—¿Eso era buena época? —dijo Bernie

—Fíjate donde están esas bandas ahora. Son leyendas. No digo que sea malo no estar drogado ni hacer esas cosas, me refiero a que el verdadero espíritu del rock era la potencia de sus gritos, el desenfreno total que tenían y el sentimientos de libertad y rebeldía. 

Un Largo Mundo GrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora