Un Largo Mundo Gris

Un pequeño mundo escarlata

—¿Que... diablos, estas... 

—Escúchame, se que es difícil, pero le prometí...

—No digas más —y se levantó del suelo.

—Lo siento —intentó alejarse Bernardo—, quería decírtelo, buscaba el momento oportuno.

—¡A que te refieres?

—Yo maté a tu madre.

Joaquin se paralizo, el recuerdo de rita vino fugaz a su mete y se alejó rodeada de gritos. Recordó el daño colateral que le dejó, de todo lo que sufrió, para ser una mejor persona, pero todo era una mentira,

—Le jure que serías alguien mejor, que seriamos mejores, intenté encontrar la forma, y no vi otra solución que empujarla a los muertos.

Joaquin desenfundó la pistola y se la apuntó en la frente, Bernie se alejo mas.

—Dime que es falso.

—Le juré a ella que lo haría...

—¡No sigas!

—Somos sobrevivientes, Joaquin, hemos....

 —¡Cállate y dime! ¡Dime que es falso! ¡Que es una mentira, que estas inventando esto —empezó a llorar—, ¡Deja de mentirme! ¡No la matase! No...

—Lo siento...

—¡¿Por que?! Porque lo dices ahora, porque esperaste tanto para alejarnos del camino...

—Porque si no llegaba a este momento, no me creerías.

—Entonces ¡es verdad? Dios... no —Bernie no le respondió, bajó la mirada— ¡Respondeme! No seas insensible, dime algo, solo dime..

—¿De que serviría? Si hace cinco minutos tomaste la decisión de lo que harías conmigo.

Y le disparó, la sangre empezó a brotar de su frente, el hueco negro parecía querer abrirse y confundirse con la trágica noche. Bernardo cayó de rodillas al césped y dejo caer su cuerpo entero hasta chocar, la sangre cayo por todo su rostro empapando sus pómulos, su nariz y su barba.

El sonido estalló en todos los rincones. Joaquin se arrodillo ante su compañero y lloró hasta maldecir.

Los muertos empezaron a acercarse, subiendo por la colina donde se encontraban ambos, se asustó. regresó rápido hasta el campamento y vio que algunos de ellos ya estaban ahí, Brenda se defendía como podía con una pequeña hacha y cesar los golpeaba con una vara o los empujaba  a la pequeña fogata que había frente al camión. 

—¿Donde esta Bernardo? —le gritó Cesar sacándose a un muerto de encima.

—Lo siento —terminó por decir sin mirarlo—. Él no vendrá con nosotros.

Joaquin le disparó a uno de los infectados y alertó a sus compañeros para retirarse. Lo hicieron, trepando al camión, Brenda condujo lo más rápido que pudo intentando no chocar hasta que tocaron suelo firme y siguieron en la carretera.

—¿Cómo? —preguntó Brenda.

—¿Como que? —respondió Cesar.

—Le digo a Joaquin ¿como murió Bernardo?

—Arriba en la colina —dijo él abriendo una lata—, los muertos nos cogieron, él no pudo correr.

—No lloraste.

—Él no hubiera querido que lo hiciera —mintió.

La carretera se alargó más mientras avanzaban dejando una horda desahuciada tras ellos y un hombre culpable de sus propios juramentos.