Capítulo 5: Escucha a tu corazón

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Cuando Darrell llegó a la casa de Elaine y Josh, después de una larga jornada de estudio, se sintió... diferente. Seguía siendo el mismo Darrell, aquel chico solitario y callado que amaba la música más que cualquier otra cosa, pero ahora sentía como si algo dentro de él hubiera cambiado. El hecho de que ahora mismo estuviera frente a una casa lo decía. Darrell nunca había visitado a un amigo a su propio hogar. Debía empezar teniendo un amigo, lo cual... era imposible.

Al tocar con el puño la superficie de madera, quiso dar media vuelta y huir. Se daba cuenta de lo cobarde que era al siquiera pensar en eso. Eran solo dos personas comunes y corrientes, así como él. O bueno, eso quería creer.

Respiró profundo, y un segundo después, la puerta se abrió. Ante él se encontraba Josh. Sin camisa. Lo observó sin parpadear, sin tener idea de qué decir o hacer. Sin embargo, el mayor actuó antes.

—Pasa. —Se hizo a un lado, dándole entrada a la casa. Él titubeó por un momento, pero luego se decidió

Al dar el primer paso dentro se sorprendió de lo ordenado que era el sitio. Al tratarse de los hermanos Carson él se imaginaba el piso repleto de latas vacías, hojas de papel sueltas y con las cortinas cerradas sin que la luz del día diera en la casa. Sin embargo, lo que veía indicaba todo lo contrario: el suelo parecía resplandecer, la sala y la cocina lucían impecables, las ventanas se encontraban abiertas e iluminaba el lugar.

—Ven —lo llamó Josh. Se giró hacia él y vio que caminaba hacia el piso de arriba. Lo siguió con paso apresurado hasta que llegaron a la segunda planta. Esta consistía de dos cuartos, los cuales parecían ser de ellos, y de otra puerta; esa estaba cerrada y allí fue donde se dirigió Josh. La abrió con una llave que sacó del bolsillo del pantalón y después subieron unas escaleras que al parecer los llevaba al ático de la casa. Escuchó las voces de otras personas y comenzó a sentir los nervios de nuevo. Socializar, eso haría. O intentaría, por lo menos.

Al llegar finalmente al piso, se percató de que aquel cuarto era donde ensayaban con la banda. Lo supo por la batería, la guitarra y el bajo que se apoyaban en la pared. Además, era comprensible. Al ser el último piso tenían más privacidad y todo el espacio para ellos.

Allí estaban Elaine, el chico gordito que se la pasaba comiendo donas, uno de los chicos más deseados del instituto y otro que sabía por boca de otros que nunca hablaba. No se atrevió a saludarlos, aunque no fue necesario.

—¡Darrell! —Saltó Elaine y se acercó a abrazarlo, lo que inquietó al chico, quien no acostumbraba a ser muy cariñoso con las personas. Sin embargo, con algo de temor, rodeó a la chica con sus brazos. Un segundo después, ella se alejó sonriente y él trató de corresponderle, fallando miserablemente—. ¿Qué tal?

—Eh, bien. —Por alguna extraña razón, siempre que hablaba con Elaine parecía que dudaba de todo lo que decía—. ¿Y tú?

Ella sonrió.

—Muy bien—contestó sin dudar. Se observaron por unos minutos y luego ella se giró hacia sus amigos—. Mira, este es Bobby. —Señaló al chico regordete, el cual, milagrosamente, no estaba comiendo nada en ese momento. Le sonrió un poco y el chico movió la cabeza hacia él.

—Hey, Dar —saludó. Darrell frunció el ceño al escucharlo. ¿Dar? Era raro que lo llamara así. Nunca en su vida estudiantil habían hablado, ni siquiera un simple "hola".

—Hola —replicó titubeante. Miró al chico que sabía que se llamaba Jesse y se sorprendió de la calidez de su sonrisa, la cual correspondió pero no llegó a sus ojos.

Persiguiendo estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora