Capítulo 4: El poder de la música

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Darrell se arrepintió un minuto después de haberle dicho que no a Elaine. Un minuto tardó en reaccionar y salir corriendo hacia ellos. Y en un minuto dio la respuesta a lo que sabía que estaba buscando.

Su vida solo se había basado hasta ese momento en una rutina monótona, no había nada interesante que pudiera contar.

¿Qué contestaría cuando le preguntaran qué hacía?

—Oye, Darrell, ¿qué haces en tus ratos libres?

—Eh, ¿respirar?

No, esa no era una buena respuesta. Su diario vivir consistía en levantarse, ir al instituto, soportar esas largas horas de estudio y después ir a su casa a encerrarse en su cuarto sin hacer nada. Aquello gritaba "aburrido" por donde se mirara.

Así que, ¿por qué rechazar una propuesta que sonaba muy tentadora, a pesar de que no tenía idea de qué tenía que hacer? Por primera vez en su vida debía tomar riesgos, salir de su burbuja y relacionarse porque si seguía así, tan encerrado en sí mismo, las consecuencias no tardarían en llegar.

Cuando alcanzó a Elaine y a su hermano, se preguntó si estaba haciendo lo correcto. Acaso... No, no era momento de retractarse. Tomar riesgos, eso haría.

—¡Elaine, Josh!

Los hermanos escucharon la voz del chico, y al instante se giraron hacia él, confundidos. Cuando Darrell llegó a donde se encontraban parados, soltó un suspiro.

—Sí —dijo inmediatamente.

Ellos lo observaron con el ceño fruncido.

—¿Sí...? —preguntó Elaine.

—Quiero unirme a su banda —pronunció de forma lenta como si quisiera que las palabras se quedaran grabadas en su cabeza.

Elaine y Josh se miraron, sin entender la reciente reacción del chico, quien no hace unos minutos los había echado de su lado como si se tratara de bichos.

—¿Y por qué el cambio de opinión? —inquirió Josh. Él no se fiaba aún del chico y estaba seguro de que algo ocultaba, pero no sabía qué era eso.

—Porque... eh, no sé, fui iluminado —respondió con duda mientras se rascaba la nuca—. No entiendo por qué me buscaron, pero creo que esto será, eh, interesante.

Dos pares de ojos lo examinaban sin creer del todo lo que decía. Elaine pensaba que la convivencia con Darrell sería difícil, mas no imposible porque ya trataba a alguien parecido a él, Samy. Y Josh creía lo mismo de siempre, que el hecho de que Darrell se uniera a la banda era una locura.

Pero ambos dejaron de lado sus dudas y asintieron.

—Bienvenido. —Josh elevó una mano y Darrell la miró sin comprender lo que quería—. Ya eres miembro oficial de Underground.

—¿En serio?

—No, primero te haremos una prueba. —El mayor de todos se sonrió cuando vio la mueca en el rostro de Darrell—. Escribe una canción, para este jueves.

—¿Una canción? —preguntaron al unísono Darrell y Elaine.

—Josh, ¿para el jueves? Es muy poco tiempo... —habló ella mirándolo. Josh se encogió de hombros restándole importancia.

—Tanto decías que él era lo que necesitábamos, así que debe demostrarlo. —Se giró hacia Darrell, quien se encontraba boquiabierto—. ¿Puedes el jueves?

—Eh, sí, creo. —Darrell frunció el ceño ante su estúpida respuesta.

—Bueno, ven a nuestra casa ese día y veremos qué tienes ante nosotros. —Luego de aquello, sonrió ladino—. Hasta luego.

Y se dio la vuelta, sin esperar a su hermana. Los pasos de él eran seguros, firmes, con aires de grandeza, como si supiera que lo observaban. Y lo sabía. Después desapareció en una esquina, dejando a Elaine y Darrell solos en el pasillo. Ella se quedó al lado de Darrell y se preguntó a sí misma por qué no había seguido a Josh. Sin embargo, desechó ese inútil pensamiento y se concentró en el chico que tenía en frente.

Los acompañaba un silencio incómodo que primero rompió ella.

—Entonces... ¿por qué decidiste unirte?

Él no se atrevió a mirarla. Dialogar con chicas no era su punto fuerte, mucho menos tratándose de alguien como Elaine, así que prefirió agachar la vista y contar las baldosas.

—No sé, simplemente... creí que no era tan mala idea después de todo —contestó en voz baja y la chica sonrió.

—No será malo, lo prometo —dijo con seguridad y él casi creyó en sus palabras—. Es música, al fin y al cabo. Y en la música no hay nada malo.

Eso hizo que los labios de él tiritaran en una sonrisa.

Aquello sería interesante.




—Escribir una canción, escribir una canción... —se repitió de nuevo Darrell y la idea aún no le cabía. ¿Cómo se suponía que se escribiría una canción? Él nunca lo había hecho en su corta vida; sí, solía escribir poemas o algo así, pero una canción implicaba cierta profundidad, cierto mensaje que dejara encantado al oyente y que lo invitara a repetir una y otra vez las letras, que se quedaran grabadas en su mente y que aún siguieran allí después de semanas. Eso era una buena canción y él no estaba seguro de poder hacerlo.

Lo peor de ser un chico asocial y antipático —además de serlo, claro— era que, en casos urgentes en los que necesitara algún consejo, no tenía a nadie a quien recurrir. Su madre no le podía decir nada que lo ayudara. Su padre estaba muy lejos y llamarlo implicaba tener la típica charla de siempre, cosa que no le agradaba mucho.

Prefiriendo solucionar sus problemas por sí solo, decidió darse un descanso y relajar la mente. Con un suspiro entrecortado, cerró el cuaderno y dejó el bolígrafo sobre él. Se incorporó de la silla y luego caminó hacia su cama. Agarró el reproductor de música que se encontraba en la mesita de al lado y, con los ojos cerrados, se centró en las suaves melodías. Su piel se erizó al concentrarse y sentir las vibraciones de la canción en sus oídos; Darrell no veía la música como algo que simplemente escuchaba y ya. No, no era algo que se oía; la música se sentía... Él la podía palpar en sus manos, como si las notas comenzaran un recorrido por todo su cuerpo, iniciando por las puntas de sus dedos, siguiendo por las palmas, caminando por sus brazos y así hasta llegar al punto indicado: el corazón, el cual latía con rapidez por la misma emoción de la canción.

Darrell escuchaba más allá de lo que las letras decían.

Inmediatamente, abrió los ojos. Su mente estaba trabajando con rapidez, estaba creando algo, lo que necesitaba y, sin dudarlo, corrió de nuevo por su cuaderno y después se sentó en la cama en modo indio.

¡Lo tenía! Tenía la idea perfecta y exacta para la canción, incluso la letra.

Conforme escribía, una sonrisa se fue formando en sus labios hasta que estos temblaron. En definitiva la música tenía un gran poder en las personas; él lo acababa de vivir.

Escribió y escribió hasta que sus dedos dolieron, pero ignoró aquello. Debía aprovechar ese momento de inspiración y plasmar todo lo que rondaba por su mente.

Cuando terminó, alzó el cuaderno y observó las palabras, un poco desordenadas e ininteligibles, pero era lo de menos. Solo bastaba retocar algunas cosas, agregar otras, mas él, mientras leía por cuarta vez lo escrito, se sintió satisfecho consigo mismo. Ya podía imaginar los acordes que se agregarían al tocarla, la voz de Elaine cantando sus letras... Eso lo hizo sonreír.

Se tiró sobre su cama, aún sonriendo, y por primera vez en mucho tiempo se permitió estar feliz.

La música era poder.


Persiguiendo estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora