Elaine observó detrás de la enorme cortina de terciopelo a la multitud que se conglomeraba en el gimnasio. Las chicas venían con hermosos vestidos, luminosos y despampanantes que las hacían lucir preciosas. Los chicos llevaban trajes elegantes y todos estaban bien peinados. La decoración era mínima; solo una pequeña esfera iluminaba el recinto, la cual se encontraba colgada justo en la mitad conforme daba vueltas. Las mesas portaban aperitivos y bebidas sin alcohol, y justo en una esquina se encontraban todos los maestros, analizando con suspicacia a los alumnos para que a nadie se le ocurriera echarle cerveza u otra bebida alcohólica al ponche.
Por ahora, todo iba a la perfección.
Excepto Elaine.
Quería dar macha atrás. Nunca se había sentido tan nerviosa, cosa poco habitual en ella. Se decía que sí podía, que todo saldría bien, que tocarían como nunca antes, pero después atacaba su lado negativo y se convencía de que aquello era un error.
Caminó de un lado a otro mientras veía a su hermano hablar con Bobby y Jesse. En ese momento la única inquieta era ella, y no se sorprendía porque los hombres acostumbraban a ser relajados y tranquilos en la mayoría de los aspectos. Sin embargo, necesitaba a una persona en específico a su lado y no tenía idea de dónde estaba.
Darrell se había marchado desde hace un rato anunciando que iría a llamar a su madre y que no tardaba, mas ya iban veinte minutos y no regresaba. Elaine lo requería a su lado, que él le dijera y le confirmara que tocarían de maravilla, que dejarían a todos boquiabiertos y que esa sería la mejor noche.
Además de eso, necesitaba a Darrell para el final de la noche, solo el final y que no estuviera presente la inquietaba porque eso significaba un giro completo a sus planes. Trató de serenarse porque estar de esa forma no ayudaba en nada.
De repente, alguien tocó su hombro. Se giró y se sorprendió al encontrarse a Samy justo en frente de ella. Él tocaría su violín solo en una canción ya que era la más sencilla, así que no se le veía nervioso.
—¿Qué hay, Sam? —le preguntó con dulzura y le alborotó el pelo castaño al menor.
Samy solo la miró. Elaine sabía que no diría nada —nunca lo haría—, así que se limitó a esperar lo que sea que quisiera el chico...
La abrazó. Samy la estaba abrazando. Sus delgados y pálidos brazos rodearon la cintura de la chica, y su cabeza se apoyó en su pecho mientras cerraba los ojos y suspiraba. Ella quedó tan impactada que tardó unos segundos en corresponderle, pero cuando por fin reaccionó no lo dudó y lo abrazó con fuerza. Movió sus manos sobre su espalda y reposó el mentón en la cima de la cabeza de él.
Sabía lo que significaba ese abrazo y le dolía en el fondo.
Pasaron los minutos y ellos continuaron así hasta que finalmente el muchacho se separó con lentitud y agachó la cabeza. Ella sonrió con nostalgia y volvió a revolver su cabello.
—Gracias —susurró.
Aquel abrazo le había dado las fuerzas y el ánimo que necesitaba. Samy solo asintió y después fue corriendo hacia donde estaban Josh y los demás.
Se acercó a la caja donde guardaban el micrófono y los parlantes, y la abrió. Ya casi era la hora.
—Hola. —Se sobresaltó al sentir una respiración sobre su nuca. Sin embargo, se relajó al escuchar la leve risa de Darrell.
—Idiota —murmuró ella con una sonrisa—. ¿Por qué tardaste tanto?
Darrell, antes de que la chica se volteara hacia él, guardó con rapidez su cuaderno en el bolsillo trasero del pantalón. Cuando Elaine estuvo en frente de él, le sonrió como si nada.
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Persiguiendo estrellas
Teen FictionElaine ama la música. Al ponerse los audífonos y cerrar los ojos, se aísla del mundo para luego ser solo... ella misma. A Darrell le gusta mirar las estrellas y escribir en su cuaderno lo que ellas le inspiran. Sin embargo, sus letras nunca han sal...