Metí un poco de tarta a mi boca, lamentablemente era lo único que había en la nevera de mi casa. No había ido a comprar comida y mi madre menos lo haría.
Dejé la cuchara a un lado del plato y rasque mis nudillos con delicadeza tenían unas pequeñas heridas gracias a los golpes que le di a Dagny.
(...)
Mi padre entró a la casa azotando la puerta con fuerza, escuche como arrojó su maletín contra la pared haciendo que me sobresaltara un poco e hiciera mal un número. La borré y lo hice de nuevo.
–¡Anniken!–gritó furioso
Me levante de la silla que estaba frente al escritorio en que hacía mi tarea y salí del estudio cerrando la puerta con delicadeza.
Estaba ahí, frente a la puerta de la entrada con esos ojos verdes mirándome fijamente.
–¡Al menos puedes evitar meterte en problemas y dejarnos en ridículo!–grito con odio.–¿Por qué eres así, Anniken? Ojalá fueras distinta
–Perdona por no ser quien querías.–puse mis manos en mi cintura y lo miré con el mismo odio que tenían sus palabras
–Estas castigada por 2 meses, sin salidas, sin televisión y sin ver a Rubén
–¿Crees que me importan tus castigos?–murmure riendo y cambiando de postura, mi madre se limitaba a vernos
Me dio la bofetada, fue en el punto, sentí como rebotaba.
Toqué el punto, dolía más, quité los dedos de allí y los miré, tenían sangre. Sonreí y fui escaleras arriba para ir por una chaqueta e ir al hospital.
Tomé el primer abrigo que vi, me lo puse y volví a bajar.
–¡Ven aquí!–escuche como mi madre me llamaba mientras caminaba a la salida de la casa–¡Anniken!
Abrí la puerta y la cerré con toda la fuerza que pude. Baje las escaleras del porche y camine sintiendo las miradas de mis padres.
¿Por qué no me había cambiado por algo más cómodo? Joder, sigo con el vestido y los zapatos qué traía hoy. El abrigo me llega hasta la rodilla y el vestido antes, me estoy congelando.
Metí las manos en las bolsas del abrigo y levanté la vista. Unos segundos después y tal vez estaría en el piso comiendo de la poca nieve que hay.
–¿Ken?
A un metro más o menos, estaba Rubén mirándome desconectado, con una bolsa de pan siendo cargada por su brazo izquierdo y con la mano derecha sostenía las llaves de su casa.
No Anniken, no. No corras a abrazarle. No. No, no, no. Quedarte aquí, parada, mirándole.
¡A la mierda!
Corrí el metro qué faltaba para estar junto a él, saqué las manos de las bolsas y las levante para lograr abrazarle por el cuello.
Durante un segundo no me respondió el abrazo, pero después con la mano derecha me abrazo por la cintura.
–Vamos a mi casa.–se separó ligeramente de mi cuerpo.–Mi madre sabe hacer puntos