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Cuando llegamos a la casa de Rubén, su madre nos abrió la puerta, cuando me vio hizo una mueca.

–Querida-acarició mi cara–¿Qué te paso?

–Tuve una pequeña pelea.–le sonreí nerviosa

Se hizo a un lado, pase y Rubén detrás de mi, el cual fue parado en la puerta por su madre que lo agarró del brazo y lo llevo al comedor dejándome sola en el pasillo.

Subí las escaleras al segundo piso. La casa de Rubén siempre me ha gustado, tiene fotos de él y sus padres por casi todos lados, también hay fotos de su familia de España y de Noruega.

Entre en su habitación y encendí la luz, fotos de nosotros cuando eramos pequeños, cuando se fue a España, cuando volvió, un mar de recuerdos. Había una foto de él con un chico, me ha dicho varias veces su nombre pero siempre lo olvido, se ve que es majo.

–¡Por tu culpa esta así!–escuché el grito de la madre de Rubén

Me recargue en la pared y me dejé caer al lado de un mueble el cuál tenía muchos marcos con fotos. Apoye la cabeza en ese mueble y mire por el espejo que tenía enfrente, mi cara da lastima.

Me hace gracia ver mi cara golpeada. Es que, siempre está súper maquillada y ahora no tengo absolutamente nada de maquillaje lo que hace que me vea rara.

-¡Ken!-escuché gritos de los dos por toda la casa

No respondí, me quité las zapatillas y desabotone mi abrigo abriéndole un poco.

-¡Ken!-el grito de la madre de Rubén hizo que me sobresaltara

La puerta se abrió, los ojos verdes de la madre de Rubén me veían con lástima, seguro y le he de dar lastima desde que me conoció.

–Hija, levántate de ahí.–susurro caminando hacía mí

–No le quiero causar lástima, me siento incómoda.–la mire a los ojos

Atrás de ella estaba Rubén con la mejilla un poco roja, seguramente le dio una bofetada. En el fondo, se lo merece.

Sonreí por mi pensamiento y ambos pensaron que estaba bien, por lo que también sonrieron, pero unos segundos después estaba llorando frente a ellos. Cerré los ojos, no quería verlos, me sentía débil y vulnerable frente a sus miradas.

Sentí el peso de Rubén a mi lado, recargue la cabeza en su hombro y seguí llorando, él solo se dedicó a susurrarme ñoñería y a acariciar mi cabeza que en este momento daba vueltas. Adoro el momento en el que decidí cerrar los ojos.

(...)

Unas horas después, estaba en la cama de invitados, echa ovillo en una orilla de la cama con el punto que me hizo la señora Gundersen, punzante y molesto. Al o mejor porque lo estoy frotando contra las mantas.

The 5th Wave »r.d.g.«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora