Una vez al año

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Cuatro de la tarde, cuartos herméticamente cerrados, rostros llenos de enojo y culpabilidad, una visita a punto de llegar...

Toc, toc, toqui ti toc! Puaj, esta casa ha sido decorada por el hada de las sombras o qué.

¡Tía Elisa!- mi yo interior solía ser tan obvia, como yo tan carente de cerebro, o era eso lo que ella creía.

Me levanté con una sonrisa y corrí a toda marcha. Después de todo, un rayo de sol había llegado para alegrarme la vida y para molestar a Marco. -Jajaja, la venganza es dulce- Estaba a punto de bajar el último escalón cuando escuché unos cuchicheos.

-¿Están peleados no es cierto?- reconocí inmediatamente la voz de tía Elisa, ¿hablaría por mí y por Marco?- No esperaba necesariamente una calurosa bienvenida de Marco, pero Kitty Cath...

Bueno, si que hablan de - inmediatamente entré en acción y lance dos miradas inquisidoras, tanto a mi tía como a Susana, nuestra cocinera. Ambas parecieron ofendidas de que "una niña tan educada espíe conversaciones ajenas".

-Todo sea por seguridad propia, ¿recuerdas cuando espiaste a la mismísima reina de Inglaterra? Como dices, debo cuidarme la espalda, ya no soy la misma niña miedosa.

Tía Elisa rió a carcajadas, la tomé de la mano y caminamos por el salón de espejos. Antes de que yo pudiera contarle todas y cada una de las peleas épicas que había tenido con Marco, me miró fijamente y me abrazó. Pude notar una lágrima en sus ojos, aunque era demasiado orgullosa y dijo:" este aire me enferma, mi alergia infantil está de vuelta." Pero luego pareció olvidar todo ello y se centró en mi tema favorito: "Marco."

- Kitty Cath, que Marco es un aburrido a lo grande pero ¿cómo es posible que permitieras que "el señor oscuridad" decore esta casa? Ay, con el mal gusto que tiene, seguro defendiste esta mansión con uñas y dientes, pero no te preocupes aquí estoy yo para hacer unos pequeños cambios.

No te atrevas unicornio frustrado!- Marco apareció con su típico saludo, mostrando una sonrisa de oreja a oreja- No permitiré que invoques a las hadas de la luz, mi maldad inunda mi morada.

- Nunca la maldad prevalecerá sobre el bien, ríndete y tendré piedad de ti- Tía Elisa le mostraba quien mandaba.

Adoraba los momentos de teatro casero y lo tan a pecho que nos tomábamos los personajes, era como volver a la época en la que sólo éramos unos niños, jugando a ser grandes.

- Cuando Marco te decía Kitty Cath, ¿no es cierto?- cuando se lo proponía mi yo interior podía ser muy hiriente. Eso me hizo recordar mi pelea con Marco.

-Inconsciente, me destrozas el corazón. ¡Vuelve a dormir!

Como si leer la mente fuera la última habilidad aprendida en sus viajes, Tía Elisa no se hizo esperar en el tema de nuestra "ultima pelea" y sabía que llevaría esta charla hasta la reconciliación total. Y claro que así fue.

Yo...lo lamento- ¡bravo! Marco por primera vez mostraba una mirada sincera y yo no podía resistirme a sus hermosos ojos.

-Ya sabes que nunca te podré odiar más de un segundo- en cierto modo esa era mi disculpa, y era verdad pues por más conflictos que hubiera entre ambos yo siempre estaría allí, cuidando su espalda.

El resto del día paseamos por Inglaterra, Francia, China, visitamos las pirámides de Egipto y terminamos odiando a Tía Elisa por no casarse en Venecia. Esa era la magia que esa mujer destellaba y que compartía con nosotros una vez al año, invitándonos a viajar con ella, fuera de la protección de Bluemoon, fuera de aquella mansión, en un mundo confuso y seguramente hermoso.

Nuestro hogar lo tenía todo, es cierto, pero los colores y la alegría eran cosas que simplemente habían perdido el camino de vuelta a casa y aún no hallaban la luz que los guíe de vuelta.

Una vez al año retornaba la alegría.

Pequeña CathDonde viven las historias. Descúbrelo ahora