PUNK

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"Todas las historias necesitan un inicio, aunque este sea un inicio de mierda"

Comenzó a observarlo, lo miraba de pies a cabeza, tratando de memorizar dentro de su cabeza cada ínfimo detalle de su rostro, sintió envidia de aquellos que poseen memoria eidética así no tendría que esforzarse tanto, su cabello castaño peinado hacia atrás, su frente ligeramente amplía, sus cejas pobladas, una que otra ligera marca de acné, su nariz que siempre pensó que tenía algo de romana, su fuerte barbilla cuadrada, sus labios, eso labios gruesos y ligeramente rosados. Sí, esos mismos labios que solían sonreírle de un forma en la cual se sentía desarmado, que le hacían estremecerse con tan sólo pensar en ellos, que le hacían perder su pose de "HIJO DE PUTA", desde ellos salía la voz que más adoraba en este universo, la voz que no se cansaba de escuchar cuando decía su nombre. Entonces se encontró con esos ojos castaños, tan perfectos, era una pequeña galaxia contenida dentro de su iris, que lo miraban con una intensidad que no podía resistir, poco a poco el calor y el rubor fueron apoderándose de sus mejillas. Ahí estaba él, encima, clamando un poco de su atención, le gustaba fingir que no le daba tanta importancia aunque cuando él se marchaba únicamente quedaba un vacío en su pecho. Sintió como las manos del castaño se colaban por debajo de su playera, acariciaba ligeramente su abdomen, ahora estaban en sus costados, llegando a los bordes de su espalda, sólo a él le permitía conocer su punto débil, volvió a estremecerse a sentir como ese desgraciado le hacía cosquillas hasta hacerlo retorcerse.

-¡Para maldita sea! –le dijo entre risas.

-Vamos sólo un poco más, me encanta escucharte reír –le decía deslizando sus manos hasta su pecho.

Le fascinaba es calidez, esa manos las cuales le hacían desean un poco más, siguió acariciando su pecho, hasta se escapó un ligero gemido de sus labios, se sintió tonto, y por un momento quiso explicar lo que había pasado, pero antes de decir un palabra sus labios fueron callados, ahora era él quien rodeaba con su brazos el cuello del castaño.

Eran tan suaves, tan firmes, tan perfectos, si, tan perfectos, llenos de emociones desconocidas, se supone que él era un genio por qué no encontraba las palabras para describir lo que sentía, fue abriendo su boca exigiéndole un beso furioso y apasionado, quería ahogarse en el sabor del castaño, jugar con su lengua, agotar su respiración hasta que no pudiera más, que aquello se convirtiera en un encuentro fugaz. Mera satisfacción, que utilizara su cuerpo y se marchara, eso era lo que anhelaba, pero quien lo besaba jamás lo haría, no por el contrario en cada beso él se tomaba su tiempo, mordía ligeramente sus labios, parecía que también quisiera grabarse ese sentimiento, se detenía, lo miraba sonreía y volvía a sus labios, ahora era un beso mucho más profundo pero seguía siendo delicado, por qué sus besos eran tan dulces, tal vez eran así porque siempre estaba bebiendo esa horrible soda, o tal vez era.. porque lo amaba.

Cuando su madre le dijo que se volverían a mudar, se sintió molesto, no es que en el lugar donde viviera tuviera siquiera amigos, por el contrario siempre estaba en algún tipo de problema, pero ese era el lugar donde más tiempo había pasado, simplemente estaba acostumbrado a la porquería de ese sitio, no quería iniciar de nuevo, no deseaba lidiar con la mierda de ser el nuevo una vez más, y sin ahora sabía que era un de las mejores cosas que le ocurrieron en la vida porque lo conoció a él. Stan Pines, si, ese torpe sujeto que siempre lo hacía reír, el que era de los pocos amigos que tenía, y después sin que se diera cuenta, sin que se lo esperara termino completamente enamorado del castaño.

Abrió sus ojos ante tal pensamiento, quería no sentir aquello, pero desde que lo conoció todo fue tan distinto, odiaba la posibilidad de salir lastimado, pero cada vez que lo necesita él estaba ahí, tocaba ligeramente su rostro y le decía.

TEORÍA DE INGRAVIDEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora