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Julian

El verano da paso al otoño. El aire se vuelve más frío, los días se acortan, las nubes grises y la persistente llovizna alternan con cielos azules y vientos tonificantes. Willa pierde su tercer diente. Tiffin accede a cortarse el cabello cuando una profesora suplente lo confunde con una niña. Joe es suspendido por tres días por fumar hierba. Mamá empieza a pasar sus días libres con Dave e, incluso cuando trabaja, con frecuencia se queda en su departamento encima del restaurante para evitar los viajes diarios. En las escasas ocasiones que regresan a casa, raramente se mantiene sobria por mucho tiempo y Tiffin y Willa han renunciado a pedirle que juegue con ellos o que los saque a pasear. Hago viajes regulares al contenedor para reciclaje de vidrio después del anochecer.

El semestre en la escuela me agota; me olvido de ir de compras, Tiffin necesita pantalones nuevos, Willa necesita zapatos nuevos, las facturas aguardan ser pagadas, mamá pierde otra vez su talonario de cheques. A medida que ella continúa desligándose de la familia, Oriana y yo nos dividimos tácitamente las tareas; ella limpia, ayuda con los deberes del colegio, hace la rutina de la hora de dormir; yo voy de compras, cocino, arreglo las cuentas, recojo Tiffin y a Willa del colegio. Algo que ninguno de los dos puede manejar, sin embargo, es Joe. Ahora ha empezado a fumar abiertamente, aunque desterrado a la puerta o la calle. Oriana le habla con calma sobre los riesgos para su salud y él se ríe en su cara. Yo intento un enfoque serio y me gano una serie de improperios. Los fines de semana, sale con una pandilla de problemáticos de la escuela. Convenzo a mamá de que me de dinero para comprarle un móvil de segunda mano, pero él rehúsa responder cuando lo llamo. Le imploro que le imponga un toque de queda, pero ella rara vez está cerca como para hacerlo cumplir o, cuando sí lo está, llega a casa más tarde que él. Pongo el toque de queda por mi cuenta, y Joe, inmediatamente, empieza a quedarse afuera hasta más tarde inclusive, como si regresar a casa a la hora acordada fuera un signo de debilidad, de capitulación. Y entonces, sucede lo inevitable; una noche no vuelve a casa, en absoluto.

A las dos de la mañana, después de llamarlo repetidas veces y que me desvíe directamente al buzón de voz, telefoneo a mamá por pura desesperación. Ella está en un club, en alguna parte; el ruido de fondo es ensordecedor; música, gritos, risas. Cómo ya estamos en las primeras horas de la madrugada, sus palabras suenan arrastradas y apenas registra el hecho que su hijo ha desaparecido. Riendo y deteniéndose cada pocas palabras para hablar con Dave, me informa que necesito aprender a relajarme, que Joe es un hombrecito ahora y que debe tener algo de diversión. Estoy a punto de señalar que podría estar tumbado boca abajo en alguna alcantarilla, cuando me doy cuenta que estoy malgastando mi aliento.
Con Dave, ella puede fingir que es joven de nuevo, libre de las restricciones y responsabilidades de la maternidad. Ella nunca quiso madurar. Recuerdo a nuestro padre citando eso como una de las razones para irse. La acusó de ser una mala madre, pero la única razón por la que se casaron es que ella, accidentalmente, quedó embarazada de mí, un hecho que a ella le gusta recordarme cada vez que tenemos una discusión. Y ahora que estoy sólo a pocos meses de ser considerado legalmente un adulto, ella se siente más libre de lo que ha hecho en años. Dave ya tiene una joven familia propia. Ha dejado muy en claro que no quiere hacerse cargo de la de alguien más. Y así ella lo mantiene astutamente alejado, sólo trayéndolo a la casa cuando todo el mundo está dormido o en la escuela. Con Dave, ella se ha reinventado a sí misma; una mujer joven, atrapada en un apasionado romance. Se viste como una adolescente, gasta todo su dinero en ropas y tratamientos de belleza, miente sobre su edad y bebe, bebe, bebe para olvidar aquella juventud y belleza que dejó atrás, para olvidar que Dave no tiene intenciones de casarse con ella, para olvidar que, al final del día, sólo es una divorciada de cuarenta y cinco años, en un trabajo sin futuro, con cinco hijos no deseados. Sin embargo, comprender las razones tras su comportamiento no ayuda a que la odie menos.

Ya son las dos y media y estoy empezando a sentir pánico. Sentado en el sofá, estratégicamente ubicado para que la débil luz de la bombilla desnuda caiga directamente sobre mis libros, he estado esforzándome por leer mis apuntes por al menos las últimas tres horas. Las palabras garabateadas se enredan unas con otras, bailando a través de la página. Oriana bajó a darme las buenas noches hace una hora, con sombras púrpuras bajo los ojos, sus pecas contrastando fuertemente contra la palidez de su piel. Todavía llevo mi uniforme, los puños manchados de tinto como siempre, la camisa medio desabotonada. Desde algún lugar dentro de mi cráneo, un eje metálico de dolor perfora su camino hacia mi sien derecha. Una vez más, hecho, un vistazo al reloj y mi interior se anuda de miedo e ira. Contemplo mi reflejo fantasmal sobre el cristal oscurecido de la ventana. Mis ojos me duelen, mi cuerpo entero vibra de estrés y agotamiento. No tengo la más mínima idea de qué hacer.

PROHIBIDO «Novela Orian»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora