Cap. III: Bienvenido.

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— ¿Y?

—Me... No sé adónde ir, por favor...

— ¿Qué ha pasado?

—Me ha echado. Dice que no vuelva más. Ha dicho que no se lo esperaba, y... Ha sido muy cruel.

—Pasa, por favor.

Aaron entró. Llevaba dos enormes maletas, dos mochilas y tres guitarras.

— ¿Has venido hasta aquí con todo eso?

—Sí. No sabía adónde ir—dijo Aaron muy afectado.

— ¿Qué hace Aaron aquí con las maletas? —preguntó Trevor.

—Por favor, Trevor, ahora no, le han echado de casa.

—No es por decir te lo dije, pero. ¡Te lo dije! ¡Si es que eres tonto!

— ¡Trevor, cállate!

—Vale. Me voy.

—Me siento un lastre. No tengo dónde caerme muerto...

—Aaron, yo... Quédate aquí, un tiempo, pero...

— ¿Qué pasa?

—No tengo dinero. Mis tíos me han cortado el grifo, y... Necesito cobrarte algo.

— ¿Cuánto?

—No sé. A Trevor le cobro 220 al mes.

—Vale. Muchísimas gracias, te quiero—dijo, acercándose a mí para besarme.

—Eh, eh. No quiero nada contigo todavía.

—Vale. ¿Dónde duermo?

—En... En el cuarto azul.

—Vale.

Trevor se acercó a mí, una vez Aaron hubo entrado en su nueva habitación.

—Tigre... ¿Se va a quedar?

—Sí. Él necesita un hogar, y yo necesito el dinero... No te enfades.

—No me enfado... Me has acompañado al psicólogo, y lo agradezco. La semana que viene tengo que volver.

—Está bien.

Volvieron a llamar a mi puerta. Por fin, era Aura.

—Hola, Dani—saludó desde la puerta.

—Hola. ¿Cómo no me habías dicho que te marchabas?

—Bueno... Lo empezamos a organizar hace muy poco. Lo siento. Hablaremos por Skype, te lo prometo.

—Vale.

—Oye, es que no tengo más tiempo, tengo que hacer la maleta, y me quedan por comprar unas cosas.

—Dame un abrazo. Te voy a echar mucho de menos.

—Yo a ti también. Procura que Ainhoa esté tranquilita.

—Lo haré.

—Dani, perdona. ¿Puedo coger una toalla? —preguntó Aaron.

—Sí, coge la blanca, está en el primer cajón del baño.

—Vale, gracias.

— ¿Qué hace él aquí?

—Buf... Su padre le ha echado de casa, porque ha salido del armario.

—Joder. Bueno... ¿Va a vivir aquí?

—De momento sí. Necesito el dinero... Y así, a lo mejor, las cosas serán más sencillas entre nosotros.

—Bueno, ten mucho cuidado. Adiós. Nos vemos en septiembre, en la uni ya. ¡Qué nervios!

—Sí, un montón.

Aura se fue. Me quedé un rato un poco afectado. Mi mejor amiga...

Cenamos en silencio.

—Trevor, ¿Me acercas el agua?

Trevor movió la botella un par de milímetros, lo que no ayudaba a Aaron. Este insistió.

—Trevor, el agua—dijo firmemente.

Se la di yo. Trevor masticaba su ensalada con una sonrisa irónica, puede que maquiavélica.

Hacia las 11 de la noche, me encontré cansado, y decidí irme a dormir. Trevor hizo lo mismo. Aaron se quedó.

Me quedé profundamente dormido. A una extraña hora, tuve una pesadilla. Me desperté sudando, de golpe. Me levanté a beber agua. Mi susto al ver a Aaron sentado en el sofá con los ojos abiertos fue mayor que al despertarme.

— ¿Qué haces? —pregunté.

—No puedo dormir.

— ¿Quieres hablar?

—Sí.

Me senté junto a él.

—No sé si volveré a ver a mi familia...

—Seguro que les verás muy pronto. Vivimos muy cerca, y... Seguro que tu madre te aceptará.

—No. Mi madre está enferma. Tiene... Se lo diagnosticaron la semana pasada, y llevo toda la semana sin poder dormir... Cáncer de páncreas. Pronto morirá.

— ¿Qué?

—Solo espero que le quiten a mi padre la custodia de todos mis hermanos—dijo con lágrimas en los ojos, pero con ira en la mirada.

—Lo siento muchísimo... No conozco a tu madre, pero seguro que...

—Mi madre nunca ha sido una persona de hablar. Nunca la he visto feliz, con nada. No entiendo por qué no se divorció—interrumpió Aaron.

—A veces, cuando me siento muy, muy solo, recuerdo un abrazo que me dio mi madre, el único que recuerdo. Yo había... Bueno, eso no importa, pero mi madre me abrazó. Lo que más me gusta es recordar esa sensación cuando abrazo a alguien. Recuerda un abrazo que te haya dado tu madre, y será... Un poderoso recuerdo de ella.

—Gracias, Dani.

—Siento haber sido tan cruel contigo últimamente. No sabía lo que pasaba.

—Me has dejado quedarme en tu casa... Eso dice muchísimo de ti. Gracias.

—No sé cuánto tiempo podré aguantar en esta casa... Me queda cada vez menos dinero, y en nada quería sacarme el carnet de conducir... lo tendré que posponer.

—Encontrarás la forma de pagarlo, tranquilo.

— ¿Estás mejor?

—Gracias. Intentaré dormir.

Me acosté, pensando en Aaron. Estaba sufriendo mucho. Su madre, a punto de morir; su padre le había echado de casa, y yo no quería salir con él. Sin embargo, debía ser fuerte. No se había comportado bien conmigo, y no le iba a perdonar tan pronto.

Las siete últimas muestras de mi amor por ti (Gay/Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora