Capitulo 3

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Habían pasado cerca de quinces días desde que habían visto a las Kaiser, ese día el sol parecía estar furioso, pues la luna aun se negaba a hablar con el, su furia era tal, que ni bajo la sombra de los arboles se estaba  a salvo de la furia de su fuego , el calor era insoportable, la piscina estaba a reventar, Tom y los chicos no quisieron ir sabían cómo estaría y siendo la única del pueblo no valía la pena, si a fin de cuentas no podrían darse un buen chapuzón.

— El calor hace que se me corra el maquillaje—se quejaba Bill, sus hermosos ojos color almendra se encontraban enmarcados por el delineador negro, los hacía lucir más hermosos

—se me ocurre que sería bueno ir a la heladería—propuso Georg, mientras recogía su cabello en una coleta, ya que por el calor se hacía insoportable traerlo suelto

— La mejor idea de todas Viejo— dijo Andreas quien ya se encontraba de pie,

— ¿El centro comercial tiene refrigeración? — pregunto Gustav

—Claro que la tiene idiota, porque crees que vamos— dijo Tom, todos salieron de la casa de los Kaulitz, y se dirigieron a la cochera para sacar el coche de la mamá de los gemelos, después de tanto insistir y prometer, finalmente accedió a prestarle el coche.

En el camino iban hablando, sobre lo divertido que había sido su presentación de hacía dos días en un club del pueblo, estaban eufóricos, pues su manager le había dicho que dentro de pronto se irán a Hamburgo para comenzar con la grabación del primer disco, no cabían de felicidad y mas a sabiendas que eso significaba dejar el colegio, adiós a los maestros y los deberes.

Llegaron al centro comercial y se dirigieron a toda prisa a la heladería, cada uno pidió su sabor favorito, devorando los helados en segundos era tal el calor, que Tom decidió ir por otro, parecía que hoy los dioses habían decido darle la oportunidad de redimirse con Anelisse, ya que en cuanto entro a la heladería, la vio, ella siempre tan ajena a la realidad, tan hermosa e inalcanzable, ella lo sintió, conocía su aroma a la perfección, como olvidarlo. Había sido él quien le había enseñado los placeres de besar, él había sido el único que no se había intimidado por ella y se había atrevido a besarla, al principio a la fuerza, ya que ella se resistía, después el entendió que así no se debía tratar a un ángel, relentizo el beso, haciéndolo suave y delicado. De la misma manera que era ella, para cuando se dieron cuenta ambos se miraban, el con la adoración que sintió en el momento que probo sus labios. Ella con la rabia que sintió al verlo con otra después de aquel beso, Anelisse se dio media vuelta, olvidando su sorbete de vainilla, la chica del mostrador miro confundida a Tom, quien tomo el sorbete, dejo más de lo que costaba. Era el dinero que Bill le había dado a guardar para el resto de la semana, que ahora ya no tendrían, pero ahora a él eso no le importaba el solo quería alcanzarla, ella caminaba lo más rápido que pudiera, su andar era grácil y delicado. En un momento se detiene como recordando, lo que había ido hacer al centro comercial, su giro fue tan rápido y grácil como el de una bailarina, en pleno escenario, Tom se detuvo a tiempo para no embarrar el helado sobre ella.

—Lo has olvidado—ella lo mira, entre altanera y divertida, lo toma y lo prueba solo una vez.

— ¿quieres? — dice acercándolo a él. 

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