Capítulo I

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Gerard arrugó el folleto en sus manos y lo lanzó lejos. La bola de papel aterrizó en algún lugar de la desordenada habitación que compartía con su hermano.

— ¡¿Como se atreve a enviarnos allí?! —dejó escapar— Tendremos que llevar uniformes, Mikey. Malditos uniformes.

Pateó con fuerza el pequeño cesto de basura junto a su escritorio.

— Cálmate, Gee —murmuró Mikey con calma. El menor se encontraba recostado en su litera leyendo un cómic, mientras su estresado hermano caminaba de un lado a otro en la pequeña habitación como un animal acorralado— Por lo menos podremos escapar de está perra loca y sus estúpidas misas dominicales.

— ¡Es una maldita escuela religiosa, Mikey! —exclamó mientras alzaba los brazos al aire en señal de desesperación— ¡Todos los días tendremos misas o sermones sobre Dios!

— Lo sé —Mikey asintió con la cabeza— Pero piensa en esto, hermano. Al fin nos iremos de este lugar —una gran sonrisa se extendió por su rostro ante la idea.

Mikey tenía razón. Ambos odiaban vivir allí pero no tenían otra opción. Luego de la muerte de sus padres en un accidente automovilístico ocurrido hace apenas cuatro meses atrás, fueron enviados con su único pariente vivo; su vieja y odiosa tía Marie. Marie era una arisca mujer de mediana edad que vivía sola en una enorme casa en Monroeville, y era muy religiosa. Extremadamente religiosa. Tan religiosa que Marie literalmente le saba un significado completamente nuevo a la palabra.

Al ser menores de edad, el estado decidió que lo más conveniente para ambos sería alejarlos de su ciudad natal, de su escuela, de sus amigos y de todo lo que conocían para enviarlos a vivir con una completa desconocida que se vio obligada a hacerse cargo de sus sobrinos huérfanos. Gerard y Mikey ni siquiera habían sabido que tenían una tía y solo se enteraron una vez ocurrido el accidente. Desearían no haberlo hecho, pues vivir con Marie era un castigo eterno.

Era muy estricta y no permitía decir malas palabras en la casa, así como tampoco escuchar música "del demonio", como ella solía llamar a la música que ambos escuchaban. Le quitaba la diversión a todo. Y eso no era lo peor. Todo el tiempo hablaba de Dios y la Biblia y los obligaba a ir con ella a misa todos los domingos. Gerard quería golpear su cabeza contra la pared al oír a alguien decir la palabra "Dios", y ahora resultaba que iban a ser enviados a una maldita escuela católica. Ninguno de los dos tenía deseos de asistir a una escuela privada, muchos menos a una donde la religión te era impuesta a la fuerza. Sería el infierno mismo. Marie les había dicho que sería algo bueno para ambos, pero Gerard sabía que solo era una excusa de su tía para deshacerse de ellos.

Gerard suspiró. Tomó asiento junto a la ventana y contemplo el cielo nocturno. Las estrellas se veían bien esa noche, brillando en lo alto tal como sí el mañana no importase.

— Tienes un punto —murmuró, cabizbajo— Solo desearía que... desearía que...

Las palabras se le atascaron en la garganta. No había pensado en sus padres en mucho tiempo y le era doloroso hacerlo. Los extrañaba. Claro que no había tenido la mejor relación con ellos, al igual que cualquier adolescente de su edad y habían habido numerosas discusiones por medio. Pero seguían siendo sus padres y siempre lo serían, a pesar de que no estuvieran presentes.

Escuchó algo de movimiento a sus espaldas, seguido por el sonido de alguien acercándose a él. Mikey colocó una mano sobre su hombro.

— Yo también lo deseo, Gerard. Pero no hay nada que podamos hacer al respeto, lo único que podemos hacer ahora es... Seguir. Seguir adelante con nuestras vidas, de la misma forma que mamá y papá lo querrían. Lamentarse no servirá de nada.

Run Away (With me) ↠ FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora