Capítulo VIII

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Gerard no se consideraba una persona que tomase decisiones precipitadas, aún menos alguien que aceptarse ir con un desconocido. Pues eso era Frank al fin de cuentas; solo un individuo con quién -y gracias a una causa común- terminó viajando. No conocía casi nada sobre él, pues el chico siempre se empecinaba en mantener oculta la mayor parte de las cosas que tenían relación con su persona, por alguna razón. Obviamente no podía culparlo por querer mantener sus secretos, todo el mundo los tenía, y quizás algunas veces era mejor no indagar demasiado en ellos.

Frank había establecido una simple regla antes de permitirles ingresar al vehículo: jamás debían preguntarle cosas personales. Estuvo bien para Gerard al comienzo, él mismo era bastante receloso cuando se trataba de sus asuntos, pero descubrió que lo único que provocó la advertencia del moreno fue inculcarle más curiosidad por querer saber.

— Si alguno rompe algo, juró que lo lanzaré fuera del auto y no me importará que esté en movimiento —había dicho luego Frank, junto con otras estúpidas cosas que no hicieron más que retrasarlos, aunque ni siquiera tenían un lugar específico hacía adónde ir.

Y de esa manera tan súbita resultó que se encontraron nuevamente en la carretera, los tres, casi como un pequeño equipo. Gerard trató de convencerse de que el beso no había tenido nada que ver en su decisión final, ni tampoco aquella graciosa sensación de cosquilleo que había y aún sentía en su estómago. Pero para su gran pesar falló miserablemente en hacerlo. Frank no era nada feo, lo admitía, y quizás las hormonas de adolescente que invadían su cuerpo eran las que actuaban y ponían orden a sus acciones. Solo quizás.

Luego de compartir y engullir unos snacks en silencio, Mikey cayó dormido como una roca en el asiento trasero. Usaba su mochila como almohada y se podía oír el leve zumbido de su respiración. Era tarde, no sabía que hora era exactamente pero intuía que debía de pasar la medianoche, cuando Gerard decidió hablar.

— Pensé que no te gustaba la compañía. Ya sabes, que no eres el tipo de persona muy sociable.

Frank conducía, él no parecía verse cansado como Mikey o él. Supuso que simplemente no lo demostraba. Nunca lo hacia, al igual que sus emociones. Se mantenía cerrado como una caja fuerte.

— Sí, bueno... ¿Qué puedo decir? —le vio encogerse de hombros— Me han caído bien y odiaría que alguien se aprovechase de ustedes si los dejó solos.

Gerard soltó una risita.

— No somos tan volubles como tú crees. Tengo mi carácter, ¿sabes? Mikey es aún peor. Créeme, no querrás meterte con él en sus peores días.

— El cuatro ojos puede tener algo de carácter, pero no tanto como yo —dijo, con cierto orgullo— En cuánto a ti, no sé. Crees tener voluntad, cuando en realidad te encuentras demasiado dolido como para poder ejercerla correctamente. Y al final... Alguien siempre terminará pasándote por encima.

— Eso no es verdad —espetó, molesto con su insinuación— Divagas sobre cosas que no tienen fundamento. Así que para de hacerlo.

— Está bien, no te hace falta perder los cabales para demostrar tu punto —murmuró Frank con una mueca. Su vista se encontraba dirigida hacía el frente y se le veía concentrado en el camino, cosa de la que Gerard no podía quejarse. Lo último que quería era sufrir un accidente— Yo solo digo lo que veo. Y lamento si no te gusta pero es la verdad.

— Pues estás mal. Creo firmemente que las situaciones difíciles son las que hacen que una persona sea fuerte, no al revés.

Frank le miró con una expresión en plan "¿Este chico habla en serio?" Jugueteó con el pequeño piercing de metal en su labio.

— Tal vez tengas razón, tal vez no. Pero lo que si es seguro es que... La vida es una porquería. Te impone trabas en el camino y no te permite seguir; la cuestión es lograr sobreponerse a ellas. Recuérdalo, te será útil.

Gerard giró la cabeza hacía el panorama que se dejaba ver a través de su ventanilla. Frank insinuaba que era débil, no lo era. Lo único que había intentado hacer desde la muerte de sus padres fue cuidar de su hermano y buscar lo mejor para ellos. ¿Era una señal de debilidad querer hacerlo? Para él no.

Luego de un rato de silencio suspiró cansado y volvió a hablar.

— ¿Es cierto lo que has dicho sobre mi?

Frank enarcó una ceja. Ahora una pequeña pero nítida sonrisa apareció en su rostro. Una sonrisa que no aparecía muy a menudo.

— ¿Qué tienes un buen trasero? Sí, no mentí cuando lo dije.

— Pues ya deja de mirarme el trasero. Es... Extraño.

— ¿Extraño? ¿Igual de extraño que hacer esto?

Apenas terminó de decir sus últimas palabras, le tomó de la pechera de la camiseta para luego besarlo. Exactamente igual que la vez anterior, Gerard no logró imponer resistencia, y en cambio, sus actividades cerebrales se centraron en cómo se sentía tener sus labios sobre los suyos. La sensación de cosquilleo solo pareció aumentar en su interior.

Cuando Frank lo dejó ir unos pocos segundos nás tarde, sintió como toda su cara se tornaba roja debido a la sangre. Lo había besado de nuevo, lo había hecho, y lo peor era reconocer que le gusto. Le gusto cuando no debería de haberlo hecho y se encontraba molesto con él.

Frank sonrió y rozó sus labios con sus dedos.

— Recuerda que también dije que tienes un rostro muy bonito, Gerard —dijo, saboreando sus propios labios. Volvió su atención al camino— Te diré algo; necesitas dejarte ir. Ser más liberal. Eres muy rígido. Diviértete un poco, la vida solo es una.

— ¿Dejarme ir? —susurró Gerard, aún sintiendo su electrizante toque en su piel. Negó con la cabeza— Ya lo he hecho.

Observó como Frank fruncía el ceño y le echaba una mirada de reojo, pero antes de siquiera poder preguntar o decir algo al respecto, se le adelantó y puso un fin a la conversación. 

— Es tarde. Trataré de dormir un poco.

Se recostó en su asiento y cerró los ojos, acomodándose lo mejor que pudo en aquella incómoda posición. Dormir en el auto ciertamente no era lo más placentero. No oyó decir nada al otro, por lo que supuso que él tampoco tenía pensado decir otra cosa, al menos no en esa ocasión.

No le fue fácil lograr conciliar el sueño, pues su mente continuamente divagaba en recuerdos que trataba de mantener lejos a toda costa, recuerdos que consideraba demasiado dolorosos como para sacarlos a la luz. Pero simplemente sucedía y no podía evitarlo, a pesar de los esfuerzos depositados sobre esa tarea.

Solo fue capaz de caer en el mundo de los sueños cuando dejó de luchar en contra de esos recuerdos, y al hacerlo, solo podía esperar que la decisión que tomó haya sido la correcta.

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⏰ Última actualización: Apr 03, 2017 ⏰

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Run Away (With me) ↠ FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora