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Lali giró inquieta en su silla y dio la vuelta a otro contrato en el montón para firmar. Los lunes siempre estaban ocupados. Talones para procesar, contratos para mirar por encima. Era un trabajo aburrido y tedioso, pero pagaba las facturas, y podía hacerlo con medio cerebro. Lo que era importante cuando la otra mitad se consumía con su inexistente vida sexual.

El encuentro de ayer con Benjamin sólo había reforzado la idea que había tomado la decisión correcta. Todavía sentía la incómoda escocedura de la vergüenza de que Peter hubiera intervenido cuando Benjamin se había pasado de la raya. No le gustaba que Peter viera otro de sus fracasos.

La puerta de su oficina se abrió, y levantó la vista para ver a Peter de pie allí. Ella parpadeó y se preguntó si le había conjurado. Ella sonrió acogedoramente.

―Hey, ¿qué estás haciendo aquí?

Se adentró más en su oficina, con los pulgares empujando en los bolsillos de sus vaqueros. Unos vaqueros que moldeaban apretadamente sus piernas musculosas. Su chaqueta de piel colgaba holgadamente en su cintura, y debajo de ella podía ver que llevaba una simple camiseta. Obviamente, era un día en que no iba a encontrarse con posibles clientes.

―Hey, Lali ―dijo, devolviéndole la sonrisa. ―Estaba en el barrio y me preguntaba si querías comer conmigo.

Su sonrisa se amplió.

―¿Barbacoa?

Él se echó a reír.

―Como si sugiriera otra cosa.

Ella cogió su chaqueta del suelo a sus pies antes de levantarse.

―Siempre y cuando invites.

Cuando ella rodeó la mesa, el brazo de él salió, y apretó la mano en la parte baja de su espalda para hacerla pasar por la puerta. Fue un gesto íntimo que la desconcertó. Él por lo general le daba puñetazos en el brazo o le señalaba una mancha inexistente en su camisa para que mirara hacia abajo y poder tirarle de la nariz.

Salieron fuera, y Lali se estremeció ligeramente. Maldición el frente frío se había movido durante la noche. El cielo estaba nublado y gris, y una llovizna fría escapó en gotas de rocío fino.

Se deslizó dentro de la camioneta de Peter y se hundió en los asientos calefactados de cuero con un suspiro de satisfacción. Le había echado una bronca tremenda cuando él había comprado la camioneta. De gama alta, equipada, sin reparar en gastos. Se gastó el dinero como si no fuera nada. Pero entonces él tenía mucho para quemar.

―¿Tienes frío? ―preguntó Peter mientras ponía en marcha el motor y encendía la calefacción a máxima potencia.

Ella se quejó en voz baja y metió las manos cerca de las rejillas de ventilación. Él sabía muy bien que a ella se le estaba congelando el culo. Cualquier cosa por debajo de diez grados y estaba sacando la parka de invierno.

Se dirigieron a pocos kilómetros hacia la Barbacoa Shack y entró en el estacionamiento lleno de gente. Además de un restaurante mexicano y un sitio de hamburguesas, este era el único otro lugar para comer sin conducir hacia el pueblo vecino. Lo que estaba muy bien según Lali, porque si no estaba asado a la parrilla y cubierto abundantemente con salsa barbacoa, no era digno de comer.

Peter caminaba delante de ella permitiéndole una vista a esos muy apretados Jeans extendidos a través de un culo muy bonito. Su pelo estaba todo alborotado como era habitual, pero ese era Peter. El viento soplaba en él, agitándolo para arriba y enviándolo disperso por su cabeza. Estuvo a punto de alcanzarle para alisárselo, pero se paró antes de hacerlo.

"LINDA CASUALIDAD" TERMINADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora