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Lali se recostó en el asiento de la camioneta de Peter y trató de asentar los nervios en el estómago. Se dirigían fuera de la ciudad a una cabaña en el lago que Peter y Nico tenían en titularidad compartida.

Ella había estado antes. Se habían juntado para viajes de pesca y los fines de semana se quedaban en la cabaña, pero nunca había ido con la idea de tener sexo con Peter.

La semana previa había sido tremenda. Peter y ella habían pasado todos los días juntos. La tensión sexual entre ellos había crecido hasta convertirse en una entidad enorme, pero más que eso, su relación se había desarrollado más allá de su amistad casual.

Y ahora ellos estaban añadiendo el sexo a la ecuación. Parecía tan importante para él que ella confiara en él. Ella lo hacía. Siempre había confiado en él, y para ellos se sentía bien estar juntos. De alguna manera sabía que Peter satisfaría todas sus necesidades y deseos.

―Estás callada ―dijo Peter a su lado. ―¿Estás reconsiderándolo?

―No, en absoluto.

Le miró de reojo. El calor en su mirada le quitó un peso de encima. No, ella tenía muchos pensamientos, pero no estaba lamentando su decisión de ver a donde les llevaría el fin de semana.

Él se estiró y curvó su mano sobre la suya.

―Estoy contento. Realmente estoy esperando esto. Para nosotros.

Ella sonrió.

―Yo también.

Treinta minutos después, se acercó a la cabaña con vistas al lago Sam Rayburn, y Peter apagó el motor. Se puso de lado en su asiento y la miró fijamente.

―He planeado mucho para nosotros este fin de semana. Si alguna vez te sientes incómoda con la dirección en la que estamos yendo o estoy haciendo algo que no deseas, sólo tienes que decirlo. Voy a parar. De lo contrario, espero que hagas exactamente lo que te digo.

Un escalofrío en todo su cuerpo se abrió camino en la piel de Lali. Ella asintió, con la boca demasiado seca para hablar.

Él se inclinó y la besó, sus labios trabajando ardientemente sobre los suyos. Cuando se separó, tenía los ojos medio entornados, y el deseo quemaba intensamente, haciendo sus ojos de un azul más oscuro.

―Quiero que entres en la habitación. Te quites la ropa y te eches en la cama. Espérame. Voy a estar con nuestras bolsas.

Tragó saliva y asintió con la cabeza de nuevo.

Le entregó las llaves, separando la de la cabaña.

―Sólo déjalas en la mesa de café del salón y dirígete al dormitorio. Nuestro fin de semana empieza ahora.

Se bajó de la camioneta y se dirigió a la puerta. Metió la llave en la cerradura y entró. Peter evidentemente había estado aquí preparando su fin de semana. La cabaña estaba caliente, y podía oír el zumbido de la calefacción. La chimenea estaba preparada, a la espera de ser encendida.

Puso las llaves en la mesa de café y se dirigió al dormitorio. Una vez allí, pasó las manos arriba y abajo de los lados de sus jeans, tratando de preparar el coraje para hacer lo que él le había dicho.

Su cuerpo se estremecía de pies a cabeza. Su coño tarareaba, calientes vibraciones girando velozmente entre las piernas. La expectativa estaba casi enviándola por encima del límite.

Sabiendo que sólo estaba andándose con rodeos, se desabrochó los vaqueros y se los quitó poco a poco por las piernas. Se quitó el jersey por la cabeza y lo arrojó a un lado. Dudó por un momento poco antes de retirar su ropa interior y el sujetador.

"LINDA CASUALIDAD" TERMINADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora