Llegué de prisa al salón. Para mi mala fortuna no me dejó pasar el profesor de taller de crónica, así que me dispuse a ir a la cafetería a esperar el siguiente periodo. Tendría tiempo para investigar un poco el asunto de mis padres.
Iba de camino un poco perdida en mi caminar, miraba como mis piececitos esquivaban las líneas en el piso. De pronto, un olor peculiar. Conocía perfectamente el aroma de aquella loción. Le pertenecía a Tommy. O bueno, Tom.
Volteé a verlo como de costumbre. Todo artista tiene una musa, y el es mi muso; aunque yo no soy precisamente una artista. Ahí iba él, con su andar despreocupado y mochila colgando en el hombro. Él estudia ingeniería biomédica. Nos conocemos desde pequeños, pero no somos amigos. Sólo buenos compañeros. En secreto soñaba que él me tomaba de la mano y recorríamos el mundo escribiendo reportajes de prótesis. Ok, eso sería bastante extraño. Pero vamos, una chica de mi edad tiene derecho a soñar.
Recuerdo, que cuando estudiaba la educación básica el solía molestarme. Era de las típicas nerds. Buenas calificaciones por todos lados y amigos por ninguno. Le agradaba burlarse de mi pero siempre terminaba buscándome para pedirme ayuda en matemáticas. Debo admitir que es bastante listo, pero muy bruto para otras cosas.
Fue de esos chicos que iniciaron un rumor: gritaban que yo estaba hecha en un laboratorio por ser tan lista, que me diseñaron en una computadora, o incluso que yo era una computadora! Llegaban al punto de decirme extraterrestre y que era bastante rara. Aún así, no me importaba mucho que me molestara y sólo le sonreía mientras le enseñaba a despejar ecuaciones de segundo grado.
Pasó y se fue. Otro día más sin hablarle al cegatón ese. Si, tuvo un accidente que lo dejo parcialmente ciego, con razón no se fija en mi. Digo, ¿quién puede resistirse a una castaña de ojos bonitos y largas pestañas? Al parecer, Tommy puede.
En fin, después del minuto de apreciación a mi amor platónico, caminé a la cafetería y pedí un café. Me senté en la banca más apartada y solitaria para poder leer sin interrupción hasta la siguiente clase. Abrí la laptop e inmediatamente busque en redes sociales a la familia de mi papá: a todos los Gómez de Honduras que pudieran existir en Facebook. Hice la lista de aquellos que pudieran ser familiares directos, primos lejanos, viejitos con mucha descendencia. Después cotejé con los que yo conocía, no obtuve mucho. Ok, ahora a comparar con la dirección que había sacado de la basura. Le di un sorbo al café y me quemé la lengua. Como buena imitación de canino sediento, proseguí a investigar en que parte de Honduras está la dirección. Tegucigalpa. Justo en el barrio en donde vivían antes de que se mudaran. ¿Será que mi mamá estaba teniendo su aventura desde antes de que yo naciera? La información parecía decirme que si, pero aún seguía sin saber quien habitaba aquella residencia. Indagué, busqué, leí. Al parecer el gobierno de Honduras tiene cierta confidencialidad hacia la información de sus habitantes. Vi el reloj y era hora de partir a clase. Derecho Internacional. ¡Justo la clase que necesitaba!
El maestro Harries es muy bueno en su área, tiene un extenso currículum y contactos muy buenos, además de ser amigo de papá. Se conocieron al trabajar en la ONU y es prácticamente como un tío postizo. Es mi mentor en proyectos a pesar de no ser periodista, pero tiene acceso a información casi como si el fuera de la CIA o del FBI. Cerré la computadora y la metí en mi portafolio. Corrí a velocidad turbo para tener oportunidad de platicar con el antes de que los demás llegaran. Para mi grata sorpresa, mis prisas llamaron la atención de Tommy, quien me saludó. A lo lejos escuche el ¡Hola Joy! Pero estaba tan enfocada en mi camino que su saludo pasó a segundo plano. Ya habrá tiempo de utilizar eso a mi favor.
Cuando entré al edificio aumenté aún más el paso, empujé la puerta y si, ahí estaba el profesor instalándose. Lo saludé con singular alegría y le comenté que tenía un caso. Después recordé que es amigo íntimo de mis papás. Supuse que él no era la mejor persona para enterarse, así que cubría historia diciendo que quería hacer un reportaje sobre aquel golpe de estado que había azotado el país y sobre los distintos desaparecidos, en sí le dejé en claro que la investigación era de derechos humanos.
De esta manera yo podía tener acceso a la base de datos del gobierno de la capital y saber a quien pertenecía esa casa de donde provenían las cartas.
- Claro que si Joy, me agrada que te intereses en la historia de tus raíces.
- Si, últimamente me ha llamado bastante la atención, creo que aún hay mucho por descubrir.
- Entonces, te dejo los datos de mi amigo que trabaja en la embajada, y él te proporcionará lo que necesites.
- Muchas gracias, tío.
- De nada Joy.
Como aún no llegaban mis compañeros, tuvimos un momento para platicar de otros temas.
- ¿Y cómo están tus padres?
Ouch, pregunta incómoda. Titubee un poco.
- Bien. Creo. Si, todo está bien.
Y gesticulé una sonrisa tan exagerada que presiento cubrió todo mi rostro. Me miró y escuché su risa ronca y burlona. Gracias al cielo que empezaron a llegar mis compañeros para instalarse.
La clase transcurrió de lo más normal pero a mi ya me urgía salir. Necesitaba ir a la embajada a preguntar por el dueño de aquella propiedad. Sería sencillo estando allá.
En cuanto el profesor dio la orden, salí disparada. Un momento, no tengo coche. El torpe de Carlos no iba a venir por mi hasta las 4 de la tarde. Genial. Supongo que tendré que tomar el autobús. Me dirigía a la parada cuando alguien tocó el claxon de su auto. Voltee, y si, era Tommy otra vez. Se estacionó a un lado y bajó la ventanilla de su BMW. Aquí es cuando uso mi arma más seductora: la inteligencia.
- Hola Joy, ¿ahora si me vas a devolver el saludo?
- Tom, perdón por lo de hace rato, tenía prisa.
- Se nota. Creo que todavía tienes prisa no?
- Bastante. Pero no tengo como irme de aquí.
- Si quieres yo te llevo, no tengo ganas de llegar a mi casa todavía. Anda, sube.
Se estiró para quitarle el seguro al lado del copiloto. Dudando, abrí la puerta al tiempo que le decía que me daba pena.
- No te preocupes, te la debo Joy. De no ser por tus conocimientos nunca lo hubiera logrado para entrar a ingeniería. ¿A dónde vas?
- Al centro, necesito ir a una embajada.
- Ah, ¿Te vas de viaje?
- No exactamente, pero sería de buena utilidad. Gracias por la idea.
- De nada, supongo.
Y partimos por las avenidas. Sumergidos en un silencio incómodo, de vez en cuando hacíamos un comentario de los compañeros de la escuela y me enteré que su papá estaba trabajando en unos laboratorios genetistas para el ejército de Estados Unidos. Sonaba interesante pero no era algo que me importara mucho.
Llegamos y le di las gracias. Entonces me metí a la diminuta edificación. Llegué con la recepcionista y mostré mi credencial de estudiante. Aún no tenía ánimos de platicar con alguien, pues finalmente sería un ser que conoce a mis padres y no quería dar explicaciones sobre que estaba haciendo yo ahí y lo que quería saber.
Había una computadora que decía base de datos en un letrero sobre ella. Me senté e ingresé la dirección. Aquel vejestorio de máquina no se apuraba a arrojar un resultado. La golpee. Eso provocó que se tardara aún más, cuando finalmente dio un sólo nombre, el cual me desconcertó bastante.
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ADN: Cromosoma X
Teen Fiction¿Qué pasaría si un día descubres que no eres quién tú crees? Esto le pasó a Joy, que después de indagar descubre que su origen es un laboratorio, quien ha vivido siempre pensando que es producto de intentos de sus estériles padres, los cuales son mu...