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Una sensación incomoda empezaba a rodearme. Un intenso dolor de cabeza. Los ojos me punzaban y no podía abrirlos. Vi la luz, genial, tenía migraña otra vez desde la mañana. Me quejé conmigo misma sobre la situación diciendo 'agh'. Me puse boca abajo con una almohada en mi cabeza haciendo presión sobre la misma y mi 'agh' se hizo más largo. Empecé a patalear. Pensaba para mí que no quería ir a la escuela, no me sentía bien y la cabeza me iba a explotar. Después de 5 minutos de quejarme de mi vil estado de salud y sentirme como si me hubiera ido de fiesta toda la noche, aventé todo y como pude me liberé de las cobijas que me aprisionaban. Debía pretender que todo iba bien, y no confundir a mis padres. Pensarían por completo que estoy así por una resaca.

Lavé mi cara y no me molesté en secarla, no valía la pena. Giré para encontrarme con mi closet de dónde tome una blusa rosa bastante arrugada pero cubrí con una palestina negra. No me sentía de humor para estar presentable. Que extraño, ¡yo nunca estoy presentable! Intenté ir a la cocina al mismo tiempo que me ponía los tenis, resultó ser una mala idea; una que otra vez golpee mi cabeza con la pared. Refunfuñé tal y como cuando mi día empezó y aventé con una patada los zapatos. Mi cara de 'no me importa nada' cambió a una de 'ups' cuando un zapato se estampó en la mesa del comedor y el vidrio crujió un poco. Encogiéndome de hombros al momento que mis ojos se cerraban en modo protector escuche a mi mamá gritar mi nombre con toda la potencia que pudo juntar en ese instante. Se asomó desde la puerta para mirarme de forma amenazadora, como si aquel comedor fuera el cachorro de una temible fiera. Sólo pude levantar la mano y gritar perdón de una manera muy apenada. Seguía mirándome, pero caminaba hacia atrás para adentrarse de nuevo en sus aposentos.

Últimamente me sentía bastante torpe, despertaba mal, comía puras asquerosidades, no me importaba mi cuerpo pero lo que si me importaba que rayos hacía que me comportara así. Parecía tener una gripa que nunca acabaría, acompañado de dolores intensos de cabeza cada que amanecía. Era extraño. Volteé a ver el vidrio del comedor, quería asegurarme de que siguiera en buen estado. Al virar la cabeza, sentí como todo dio vueltas y perdí la noción espacial. Caí al suelo confundida. ¿Qué me está pasando? Necesitaba ver a un doctor con urgencia.

Le marqué a Tommy, seguramente él podría ayudarme. Después de todo el genio de su padre empezó siendo médico cirujano. No contestaba, supongo que lo vería después en el campus. Era ya tarde y debía montarme al carrito que me llevaba diariamente y manejaba ese chofercito aburrido. Me limité a no desayunar, aquel mareo me quitó el apetito.

Me paré bajo el umbral de la puerta principal con los brazos cruzados y la bolsa con la laptop en los pies. Seguía sin estar de humor y el señor se dignaba a no aparecer temprano. Era costumbre en mí dar vueltas en mi lugar mientras esperaba, y así lo hice. Creo que fue una mala idea porque al cabo de unas cuantas terminé desvanecida de nuevo en el suelo. Mala idea Joy, mala idea.  Trataba de incorporarme cuando el claxon del cochecito sonó para aturdirme un poco más. Me encogí de hombros, de nuevo ya que esto comienza a volverse un hábito, los 4 segundos que sonó la bocina. Cuando terminó, seguía escuchando un beep infinito retumbando en los tímpanos metiéndome de mala gana al cochecito.

Todo el camino fui mirando a la ventana sintiendo mi cuerpo debilitarse. Todo iba de mal en peor, incluyendo mi estado de salud. Como pude tome mi celular y le mande un mensaje corto pero explícito a Tommy que me urgía verlo a la brevedad, algo así como “No me importa lo que estés haciendo, ve a la biblioteca ahora”. A mí todavía me faltaba mucho para llegar, eso le daría tiempo a él de dejar de hacer sus tareas matutinas y desplazarse con pronta lentitud a nuestro punto de encuentro en la biblioteca.

Llegué y tenía cara de impaciencia. Parece que atendió bastante rápido a mi llamado de auxilio. Me aproximé a donde él estaba, con mi cara en decadencia y ojeras más marcadas que lo usual.

-Tommy, necesitoooo de tuuuu ayudaaaa.- Susurré de una manera que ahora que lo pienso es bastante escalofriante.

Se alejó de mi expresando un gran ¿qué? Con la mirada. A lo mejor mi aliento no era el mejor. Me examinó con sus dulces ojos y solo pude sonreír deformemente como acostumbro. Notó las bolsitas de cansancio bajo mis ojos.

- ¿Qué puedo hacer por ti?

- Necesito que un doctor me revise con urgencia, no me siento nada bien.

-Casi no se te nota. – Sentí su sarcasmo. – No tengo clase pronto, si quieres te llevo con mi papá.

Salimos de la biblioteca bastante misteriosos, como si acabáramos de planear como asaltar un banco y estuviéramos a punto de hacerlo. Con piernitas temblorosas me subí a su auto y arrancó. Me dormí casi inmediatamente y ni cuenta me di de cuando ya estábamos prácticamente dentro del consultorio. Había mucha luz, por eso logré despertar, o eso creía.

Escuché como se susurraban uno al otro sobre mi condición, hasta que el profesional decidió por fin preguntarle a la afectada que la traía por esos rumbos. Le platiqué un poco sobre mi despertar, los mareos, el cansancio, falta de equilibrio, etcétera. Se me quedó mirando un poco más sin decir nada. Sacó una libreta diferente a la que ya tenía en el escritorio y comenzó a hacerme preguntas sobre mi menstruación, mi alimentación, mis hábitos. Al principio lo consideré normal, pero después pensé que era bastante entrometido como para solo ser preguntas de rutina en una consulta, además de que su hijo seguía ahí. Procedió a ver las palmas de mis manos, bastante resecas y buscar algo en mi cuero cabelludo. Me parece que encontró una cana, que prefirió retirar de mi cabeza y guardarla en una bolsita que posteriormente metió en la misma libreta. Me justifiqué diciendo que tenía bastante estrés en mi vida. Terminó por revisarme de cuerpo entero otra vez y me recetó vitaminas. Genial, ¿sólo eso? ¿Sólo necesito vitaminas?

Se apresuró a despedirme lo antes posible, y lo logró, no sin antes de que pudiera percatar que estaba iniciando una video llamada con alguien. Tommy me preguntó cómo seguía, solo lo oí, realmente lo que estaba tratando de escuchar era aquella conversación del doctor que pronunciaba mi nombre.

- Es extraño, déjalo. – Me dijo mientras me abría la puerta de su auto y yo seguía mirando hacia el consultorio. Estoy segura que algo estaba mal, y no era mi falta de vitaminas.

ADN: Cromosoma XDonde viven las historias. Descúbrelo ahora