Fue la mañana más maravillosa. Me pude dar cuenta cómo las hermanas influyen en la vida. Más que nadie. Te saben entender, saben lo que hay que hacer en cada momento... Son maravillosas, en todos los sentidos.
Comimos en "La Crem", un bar cercano al centro.
Al terminar la comida de mediodía decidimos dar un paseo por los jardines de cerca, para bajar el almuerzo, y disfrutar de unas bonitas vistas.
-Estos son los más bonitos que jamás haya visto, me encantan...
-Es increíble, la tranquilidad que se respira por aquí.
Al rato, llegó la hora de volver a casa.
Cuando llegamos, las caras de mis padres no eran las más felices. Se los veía tristes, y nos preocupamos muchísimo. Nunca había visto así a mi padre, un hombre alto y fuerte tan triste... lo que me impactó.
-Hola. ¿Qué ha pasado?
-Oh. No es nada. Ya os contaremos mañana.
-De acuerdo -nos conformamos.
No quisimos insistir, porque se veía a simple vista que no era nada bueno.
Dejamos el tema y fuimos a comer algo a la cocina.
-Están muy mal.
-Enfadados no están, están entristecidos -dije.
-Es raro, nunca había visto a papá así.
-Me preocupa, debemos averiguar qué pasa.
-No te preocupes Vega, llegará el momento en que ellos crean necesario que nos lo tienen que comunicar.
Sin contestar, la miré entristecida y fui a la ducha.
Al pasar 3 días decidieron contarnos el problema que había, lo que los tenía tan mal.
-Vega, María, venid al salón.
Mi hermana y yo fuimos hacia allí en seguida.
-¿Qué pasa?
-Sentadse, por favor -dijo mi padre- Veréis, sabéis que ya el abuelo Juan está envejeciendo, -no daba crédito a lo que me estaba diciendo mi padre- pues el otro día, cuando llegasteis después de estar toda la tarde en el centro, recién nos habíamos enterado que al abuelo le había dado un infarto. Nos pillasteis en casa de milagro.
-¿¡Dónde está el abuelo!? ¡Quiero verlo! -grité llorando.
Mi madre me cogió de la mano para tranquilizarme.
-No hay miedo que tener. El abuelo se encuentra en buen estado, pero está en el hospital.
-¡Quiero verle!¡Llevadme con él!
-Tranquila Vega -comentó María.
-Mañana a primera hora iremos al hospital, no iréis al instituto, iremos los 4 a visitarlo -comunicó mi padre.
-Vale -dijo María, y me abrazó.
Todos empezamos a llorar juntos.
Pronto, fuimos a cenar a la cocina, en silencio.
Antes de sentarme a la mesa, decidí correr hacia mi cuarto a por una foto de mi abuelo, que puse encima de la mesa cuando llegué a la cocina.
Levanté la vista y vi que a mi padre le recorría una lágrima por la cara. Era su padre al que le había dado un infarto, y estaba muy afectado.
Durante la cena permanecimos en silencio, todos recordando en nuestro interior los sucesos de "Don Juan" -así lo llamaban sus conocidos-.
Al terminar, mi padre intentó entablar una conversación:
-Y bueno, ¿qué tal va todo?.
-Bien -contestó María.
Otro silencio se pronunció en nuestra casa.
-Hoy me acostaré más temprano, necesito dormir y despejarme -dije sollozando.
-No estés triste amor, el abuelo estará bien, vas a ver.
-Buenas noches familia, os quiero.
-Buenas noches pequeña -contestaron.
Al siguiente día por la mañana, parecía que algo iba mejor, hablamos en el desayuno, y salimos de casa hacia el hospital a las 10:00.
Cuando llegamos al centro, fuimos directos a la habitación donde habitaba Juan. Fui la primera en verle, me dio un escalofrío sólo de ver tanto cable por la habitación y tantas máquinas.
Fui corriendo hacia él y lo abracé con fuerza, llorando.
-Ei amor, no me llores -habló.
-Te quiero.
En seguida se acercó mi hermana y pudimos conversar con él un buen rato.
-¿Cuándo volverás a casa? -preguntó María.
-No sé, espero que pronto, cada día me encuentro mejor, me siento más activo.
-Queremos verte de nuevo en tu sofá, viendo la tele y riéndote de las parchotadas que dicen los "malos periodistas".
Mi abuelo rió. Su sonrisa hizo que se iluminara mi cuerpo por dentro, hizo que pudiera contemplar su mejor sonrisa, la más bonita, la de un abuelo.
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Mi Principio Y Mi Fin
RomanceTodo empezó por un simple pozo. Una historia de amor ideal que enamora a los lectores