1.3 Nieve en Mérida.

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Estaba en la escuela sentada junto a Alena, como siempre, cuando empezó a nevar.

A las dos nos pareció normal, tanto que hicimos comentarios sobre lo hermoso que era ver nevar en Mérida.

Los copos caían de una forma impresionante y yo quede más que levemente envelezada. El frío me abrazó con dulzura.

"Acompañame a la cafetería."

La voz de Alena me devuelve a la... realidad.
Sin responder, me levanté, ella me imitó y salimos de salón. Al salir pude apreciar el bosque. Un bosque hermoso y cubierto de nieve. El lugar era de ensueño. Podriamos decir que se asemejaba a Narnia. En mi inconsciencia podía imaginar un castillo al fondo.

Sigo a mi amiga con lentitud. Caminar en la nieve es muy difícil, es como intentar correr en la arena con tacones de trece centímetros. A pesar de eso, Alena parecía cómoda en esta situación. Llegamos a un tobogán formado por nieve, este tenía la forma descendente de un caracol.

"Tenemos que bajar por ahí." Miré llena de confusión a mi amiga. Debía estar bromeandome. Se nos va a congelar el trasero. "Es la única forma de llegar a la cafetería." Las quejas se quedaron atoradas en mi tráquea. ¿Qué decirle? "No temas, sólo disfruta."

Después de esas palabras Alena bajó por el tobogán de nieve. Escuché su grito de diversión y eso me llenó de valentía. Inhale y exhale tres veces antes de sentarme en la fría nieve, la nieve hizo contacto con mi carne dos segundos después de posar mis glúteos en ella, el frío caló en mis hueso pero no temble, no me congelo. Sorprendentemente se sentía bien, era agradable. Dos exhalaciones después ya estaba deslizandome por el tobogán y gritando por lo divertido que era.

Debería nevar siempre en Mérida.

Cuando llegué al final del tobogán no encontré a mi amiga espernado por mí. Sólo había más nieve y pinos cubiertos de nive, esta imagen me dejo sin palabras. Era más que bellos, más que más.

Frente de mí había una banca de parque vacía. Algo dentro de mi cuerpo me impulso a caminar hacia ahí y lo hice al instante. Ahora caminar por la nieve no parecía tan difícil. Debía ser porque había dejado de temer.

Al llegar a la banca miré a mi alrededor esperando ver a alguien, no sabía a quién o a qué, pero sabía que alguien faltaba. Vi como un puma corría detrás de un venado y el venado corría por su vida.

Los impulsos parecían manejarme en esta ocasión porque al segundo ya había tomado asiento sin querer sentarme, crucé las piernas sin pensarlo y me acaricie las clavículas por inercia.

De la nada apareció un muchacho a mi lado. Lo que más pudo sorprenderme en ese momento es que no me parecía raro o incómodo el tenerlo a mi lado.

"Pareces triste." Fueron las primeras palabras que me dedicó y lo miré sin verlo en verdad y él negó.

"Estoy cansada." Susurre despacio.

"No debería ser así. La niña más hermosa del mundo debería desbordar alegría y energía."

"Ella debe estarlo haciendo, amigo." Mi mirada bajo hacia mis zapatos. Las botas cafes de siempre.

"No lo está." En esta ocasión lo observé con cuidado para poder reconocerlo. No era parecido al hombre de mis sueños recurrentes, sus ojos cafes y su cabello negro lo alejaban de aquel chico perfecto, más sin embargo aquel joven seguía pareciendome atractivo. "Debería dejar las preocupaciones mundanas, princesa."

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