Amoríos inexistentes

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Después de un tiempo que a mí me pareció interminable concordamos en vernos al día siguiente en el mismo parque.

Al verla en el colegio, no supe cómo reaccionar ya que no éramos nada más que amigos a no ser que ella lo marcara de otra forma, así que le salude de la manera más tranquila que mis emociones me permitieron, sin embargo, en su rostro se esbozó una sonrisa llena de complicidad.

Hola guapa- le dije cuando la tenía tan cerca que podía sentir su respiración, dando un paso hacia atrás continué -Sobre lo que hablamos...- respire hondo e intente poner en orden mis delirantes ideas.

– ¿Si?- repuso ella volviendo a acercarse; ante este arrebato sentí que mi corazón daba un vuelco, claro que antes habíamos estado así de cerca pero nunca ¡ASÍ!

-No sé si... Quisieras ir a hablarlo a algún sitio menos abarrotado.
Después de pronunciar la última palabra sin haber terminado la frase, me tomo de la muñeca y tiro con tal fuerza que di un traspié para no terminar en el suelo.
Camine en silencio tras ella mientras seguía tirando de mi muñeca. Al llegar al parque en el que el día de ayer tuvo lugar la extraña escena tire de su hombro para que se volviera hacia mí, al hacerlo me encontré con esas facciones de su rostro que me volvían loco y por un momento me deje llevar por el recuerdo del beso inesperado, al caer en la cuenta de lo que estaba a punto de hacer retrocedí bruscamente haciendo que esta vez ella se fuera de bruces.


Al levantarse me lanzo una mirada de ira tal que me hizo temblar, al final de un largo y áspero minuto soltó una risilla que no hizo más que ponerme de nervios, al cabo de un rato ella se acercó a mí con la misma intención que yo había tenido unos instantes atrás, puse distancia entre nuestros cuerpo con ambos brazos extendidos hacia adelante e intentando seguir con la mentira de que tenía novia dije:

-Sabes en otro momento me hubiese sentido alagado pero ahora me encuentro feliz en una relación con una chica maravillosa- al acabar de pronunciar esto fue ella la que retrocedió aún más de la distancia que yo había puesto entre nosotros.

-Entonces, ¿lo que me estas intentando decir es que me has dejado alzar el vuelo sin tu tener ganas de volar conmigo?- dijo mientras endurecía su rostro y se desvanecía la sonrisa característica que lo adornaba.

-No sé qué estés pensando, pero ciertamente yo no tengo nada que ver ¡Y encima sin previo aviso!- intente hacerla entrar en razón mientras me acercaba para poder tomarla de los hombros como un gesto de comprensión.

-!NO ME TOQUES!- estallo en un grito, y aunque casi desierto aquel parque las pocas personas que ahí estaban se voltearon hacia nosotros para poder ver la extraña escena.

-¡¿Qué demonios te pasa?!- alcé el tono para igualar el grito, aunque siendo mi voz más grave resonó menos en aquel silencioso e incómodo momento- Me llamas cuando tengas ganas de razonar- dije mientras daba media vuelta dándole la espalda, sin saber que eso fue lo peor que pude haber hecho.

-¿Y solo te vas a ir? ¿Sin que solucionemos nada?- dijo ella con una voz ya entrecortada por el llanto.

-¿Que rayos hay que solucionar? Sinceramente creí que ya deje en claro que lo que paso ayer fue un error tuyo en el cual no quiero participar- sentencie mientras deshacía la media vuelta que segundos atrás había dado e intentando que lo que acababa de decir se oyera real y creíble-, no hay nada de qué hablar -dije bajando el tono de voz para realzar mi grado de convencimiento-, no quiero darte ilusiones que no estoy seguro de que poder mantener. Y realmente amo a mi novia, nunca podría hacerle esto ni siquiera contigo.

Después de esa charla "civilizada" cada quien partió con rumbos distintos y con diferentes partes destrozadas ella el corazón y yo el orgullo tal vez al revés o tal vez una parte de cada uno.

Mitomanía: sintoma de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora