Marinette

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No me importaba que Plagg estuviera despierto, necesitaba escribir, y lo necesitaba en ese momento.

De un salto me levante de la cama y literalmente corrí a mi escritorio, tome la libreta, escondida en el cajón y busque una hoja en blanco. Necesitaba hacerlo, tenia que hacerlo sino me volvería completamente loco. No lo pensé mucho, antes siquiera de darme cuenta, estaba escribiendo, siendo fiel al sueño.

Los días habían pasado después del incidente con la musa, y las cosas se habían vuelto relativamente a lo cotidiano, pero aun así no lograba sacar de mi cabeza a Marinette, me preguntaba cada día como estaba, y a pesar de que la veía en el colegio, el tiempo en aquel recinto me comenzó a parecer insuficiente.

Ciertamente, no conocía a profundidad a la chica de coletas y hermosos ojos azules, pero sabía que era graciosas, compasiva, sencilla, que se preocupaba por los demás y en la medida de lo posible ayudaba a quien lo necesitaba. Era desinteresada, tímida en ocasiones, completamente dedicada y apasionada a las cosas que le gustaban. Sin mencionar lo linda y atractiva que le resultaba.

Su cuerpo ya no era el de una niña y era muy consciente de eso. Sus curvas eran visibles para cualquier persona con dos ojos de frente. Ella era inconsciente del efecto que causa en algunos chicos. Inocente e inexperta.

No pude evitar de vez en cuando adoptar la forma de Chat noir para velar por ella, en un instante, comencé a preocuparme por que alguien la dañara, que alguien tratara de maltratarla de alguna forma inimaginable.

Particularmente aquella tarde Marinette había salido a la biblioteca, y yo, como buen hombre que era, decidí que ella necesitaba alguien que cuidara sus espaldas, solo por si acaso.

Salió hasta tarde del lugar y camino a casa cuando las luces de la calle ya se encontraban encendidas. Descuidadamente emprendió su camino a casa sin darse cuenta de que en un callejón cerca de la biblioteca, tres pares de ojos la acechaban.

Me molestó ver como no le quitaban los ojos de encima, y cuando ella dobló la esquina dela cuadra, aquellos tres chicos decidieron seguirla. Permanecí en las sombras de los tejados, mirando detalladamente. Eran probablemente chicos de no más de 20 años, pero por su andar tambaleante dude seriamente que se encontraran completamente conscientes.

Estaban siguiendo a la chica, seguramente para abordarla y ella era ajena a ese hecho, solo trataba de cubrirse del frío en aquel abrigo negro que llevaba y que acentuaba parte de su cuerpo femenino.

La risa estridente de los chicos resonó y la hizo consciente de que no estaba sola en las calles. Bien, pensé. Necesitaba saber que alguien, o algunos cuantos imbéciles le seguían. Pero solo se limitó a caminar un poco más rápido.

Los chicos hicieron lo mismo. Buscando acortar la distancia entre ellos y Marinette. Una muy mala decisión de su parte. Cuando la chica volvió a doblar la esquina decidí que tenía que hacer mi buena acción del día sacando a la escoria de los sitios que no la querían. Me deje caer enfrente del trio.

-¿van a alguna parte caballeros?- la pregunta fue casual, y deje claro un punto mientras jugueteaba con mi bastón, dando golpes sobre mi palma.

Dos de los chicos parecieron entender el mensaje, pero el que ibas más encaminado se acercó, su aliento alcohólico llenando mi espacio para respirar. Asqueroso.

-apártate muchacho- las palabras sonaban muy alargadas y en algunas letras escupía saliva- ¿no tendrías que estar en alguna fiesta?- su mirada se posó en mi traje, seguramente confundiéndome con una persona que iba a una fiesta de disfraces. Primer error.

Diario de un gato pervertidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora