Sueños y planes

24.1K 919 1K
                                    


¿Qué debía dar para estar así por siempre? Esa era una interesante pregunta. Bien podía dar todo con tal de seguir así, con mi Marinette entre mis brazos, presas de la pasión, consumidos por el fuego de nuestro amor, sintiendo el abrigo de su cuerpo, lo receptiva que era, lo bien que se sentía ser uno.

No la baje de golpe, esto debía durar mucho más que eso. Su rostro sonrojado y sus labios hinchados eran mi perdición, su cabello completamente rebelde, le daba un toque algo felino que despertaba a mi alterego y quería salir a jugar. Esta chica era mía y nadie más tendría el derecho de tocar su cuerpo, de comprender cada aspecto de su alma, de ser parte de su vida. Ese era mi único derecho, un derecho que me gané de manera egoísta y al que no estaba dispuesto a renunciar.

Recargó sus codos en mis hombros, envolviendo sus manos alrededor de mi cabeza, enterró sus dedos en mi cabello y me atrajo más hacia ella para seguir besándonos, amándonos y moviendo nuestros cuerpos, un preliminar para lo que venía.

Esta posición se volvería una de mis favoritas, sin duda alguna verla encima de mí, con sus pechos a la altura de mis labios, dispuestos a satisfacerme, eso era tener suerte. Acomode la entrada de Marinette sobre toda la longitud de mi miembro, quería torturarla un rato, que rogará por mi dentro de ella, que su cuerpo supiera lo que era suplicar por la liberación.

De inmediato sentí lo hinchada que estaba, además de lo sensible que debería de estar su clítoris y labios tras su primer orgasmo minutos antes. Eso era bueno, estimularla más podría incluso desencadenar olas de éxtasis que seguramente ambos disfrutaríamos.

Alguna vez había escuchado que solo las parejas verdaderas se preocupan por el placer del otro antes del propio, e incluso este placer dado les genera a ellos una satisfacción incomparable, y era como me sentía con mi Mari, primero quería ver su rostro, como apretaba los labios, como los mordía, como pedía su liberación de manera silenciosa y, llegado el momento, dejaba atrás cualquier barrera para ser brutal y salvaje.

Unimos nuestras frentes mientras lleve mis manos a sus caderas y comencé a moverla hacia enfrente y atrás, rozando nuestros sexos una y otra vez. De inmediato sentí lo húmeda que estaba, su miel emanaba y lubricaba todo mi miembro, preparándolo para lo que vendría.

-¿Te gusta?- se aferró a mis hombros, enterrando ligeramente sus uñas en mi piel. Heridas de la más exquisita y antigua guerra.

-hum hum- su patético intento de contestación no hizo más que impulsarme y seguirla provocando. Me paré en secó y atraje su mirada a la mía.

-princesa, tendrás que ser mejor que eso para que pueda hacer las cosas apropiadamente, dime ¿te gusta?- la moví ligeramente, solo para darle a entender el punto.

-Adrien, por favor- debía de ser algo más persuacivo, este juego de voluntad me estaba gustando bastante.

-quiero escucharte, cherri, si no hablas adecuadamente, yo no te entenderé-

-si- dijo desviando la mirada.

-¿si qué?- tome su barbilla y la gire para quedar sus ojos con los míos.

-si... si me gusta todo lo que me haces

-¿y exactamente, qué te hago?- colé una de mis manos entre nuestros sexos y cuando encontré su capullo de placer, lo comencé a mover de manera pausada, pero constante- ¿sabes? Yo se lo que te gusta, sé que te gusta cuando me restriego contra tu cuerpo, cuando estamos tan juntos que no sabemos dónde comienza uno y termina el otro, cuando soy travieso y exijo que me entregues todo- con la otra mano moví sus caderas sobre mi eje, siguiendo el vaivén- te gusta cuando quiero ser controlador, cuando te tocó aquí- pellizque su clítoris a lo que ella respondió con un gemido alto- te gusta gritar tanto y saber que es por mí. Repites mi nombre como un mantra porque es en lo único que puedes pensar cuando mis manos están sobre tu cuerpo.

Diario de un gato pervertidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora