[ en la foto esta Henry ]
Creo que soñaba con unicornios cuando la voz de Oliver se coló en mis dulces sueños.
- Mirala como duerme..- murmuró - Hasta parece un angelito..
- Pues es la hija del diablo! - soltó Benjamin de golpe.
- Cierra la maldita boca.. -murmuré intentando que los unicornios volvieran a aparecer en mi mente.
- No la provoqueís o las próximas en subir por vuestras piernas serán cucarachas!- río Gian.
- Me acabas de dar una idea Gian! - dije abriendo los ojos rendida por recuperar mi sueño de fantasía.
- Hemos llegado! - anuncio Isaac apagando el motor del auto.
Mire por la ventanilla y la casa seguía igual. Pero con un toque de abandono.. Hacía como dos años ya no veníamos a la casa. Antes solíamos venir en familia, pero últimamente Isaac se montaba las vacaciones por su cuenta con los chicos y yo con las chicas, así poco a poco se fue perdiendo la costumbre de pasar cada verano en familia en esta casa.
La casa era de piedra, con un balcón enorme que estaba envuelto por rosas blancas. Un jardín espacioso y una piscina no muy grande. Justo al lado de la entrada, habia un banco de madera. Donde solía sentarse mi abuela para vernos a mi y a mi hermano corretear por el césped cuando éramos pequeños. En un rincón del jardín aún seguía la casita de madera de nuestra perra Moly. Desgraciadamente solo habia la casita. Esta era la casa de nuestros abuelos, siempre pasábamos los fines de semana con ellos y nos encantaba este pueblo. Cuando ellos murieron esta casa se la quedó mama y ahora solo la usamos de vez en cuando.
Me fije en el nuez del fondo del jardín y recordé a Anais y a Pedro. Sonreí al recordar las veces que nos enfilamos en el árbol y las caídas que nos pegamos cada vez que lo hacíamos. Anais y Pedro eran dos hermanos que vivían sólo a cinco minutos de la casa. Siempre que veníamos en verano nos juntábamos para jugar en nuestro jardín o en el suyo. Pero hace años que perdimos el contacto cuando ellos se fueron a vivir en Noruega.
En el interior de la casa habia un enorme salón lleno de sofás y sillones alrededor de una chimenea. A mano izquierda, habia una enorme mesa de madera donde solíamos cenar todos juntos en navidad.
La otra mitad de la casa era una cocina al estilo americano. Era grande y espaciosa. Cuando mi abuelo hizo esta casa, la cocina la creó especialmente para mi abuela. Ella siempre pasaba la mayoría de su tiempo encerrada entre estas cuatro paredes. Le encantaba cocinar y preparar galletas cada vez que veníamos de visita. Recuerdo esas galletas, para Isaac hacia unas con vainilla y canela, y para mi hacía las típicas de chocolate.
En la planta superior había seis habitaciones y tres baños. Siempre sobraba sitio cuando veníamos, menos en navidad, cuando venía también la tía Caroline y el tío Robert con nuestros primos "los Smith". Solo entonces la casa se llenaba y cada habitación era ocupada por alguien.
- Me muero de hambre! - se quejó Henry tocando su estomago.
- Pediremos unas pizzas - dijo mi hermano marcando un número de teléfono.
- Pepperoni! - gritó Cassius.
- Cuatro quesos! - se unió Franci y Oliver.
- Yo quiero una vegetal! - dijo Henry.
- Una de jamón ! - grito Benjamin desde un sillón.
- Otra para mi! - dije mirando a mi hermano.
- Esta bien. Gian tu qué quieres?- preguntó Isaac.
- Lo mismo que tu. - respondió sin quitar ojo de su celular.
ESTÁS LEYENDO
Rodeada de siete hombres.
Novela JuvenilDaria Lowell se queda sin amigas y no le queda otra opción que juntarse con los amigos de su hermano Isaac. Mayores que ella y siempre rompiendo las reglas. Podrá Daria con ellos?