Se alejó por el pasillo sacudiendo la cabeza, esquivando a cuantos alumnos curiosos se interpusieran en su camino. Suspiró frustrada, quitándose un mechón de pelo de la mejilla; un nuevo castigo que agregar a su largo historial. Pero, por primera vez en bastante tiempo, parte de la culpa de verdad la tenía ella.
Volvió a su salón de clases, deteniéndose de vez en cuando para saludar a alguien y responder alguna que otra pregunta curiosa, pero con la férrea intención de regresar lo más pronto posible para guardar la nota de castigo y encontrarse con Justa. Sabía perfectamente que perder el comprobante sólo complicaría un poco más su ya enredado día. Una vez le había pasado que con Jus habían dejado los papeles en quién sabe qué lugar, y por eso tuvieron que esperar bastante tiempo para que reconocieran que en serio tenían que cumplir con un castigo; como si alguien en su sano juicio fuera a cumplir sanciones por diversión. A veces pensaba que las personas tenían muy poco sentido común.
Giró en la esquina y caminó unos metros hasta su aula, pero antes de llegar unos brazos la rodearon con fuerza por detrás, provocando que chocara contra ese alguien. No dudó ni un segundo en quién era.
—¿Cómo te ha ido con la tortura? —Interrogó Justa con diversión, para después soltarla y quitarle el papel de las manos—. Um, bueno, no es tan malo. Pensaba que iban a darte algo peor. Pero, ¿por qué te has tardado tanto? ¿Te mantuvieron contra tu voluntad? ¿Tuviste que hacerte escuchar para dar tu versión de los hechos? ¿Te creyeron?
Álida rió ante el atropello de las palabras de Justa. Era a veces tan impaciente que ni siquiera le daba tiempo a contestar.
—Vamos de a partes, Jus —sonrió, tironeando de su brazo para que entrara con ella—. Bueno, la directora fue muy amable al principio, cosa que me resultó extraña, pero bastante buena. Nos quedamos hablando un rato sobre el accidente de ayer, y después le dije que Pietro me había mandado, y toda esa historia. Pero después: ¡bam! —exclamó, dando una palmada con las manos con entusiasmo— me dio el castigo, y yo que pensaba que no me iba a decir nada, y ahora tengo que ir a tragar polvo por una hora.
Justa arrugó la nariz como si estuviera a punto de estornudar. Ninguna de las dos era fanática de los libros, y menos que menos de la biblioteca, tan silenciosa que cualquier sonido parecía un estruendo. Su mejor amiga era chica de acción, estaba siempre en donde aparecían los problemas, y no tenía miedo de las consecuencias con tal de hacer lo que consideraba su "trabajo". En cambio, Lid era una persona de temperamento tranquilo, pero que se veía arrastrada a la marea de estudiantes curiosos y revoltosos a causa de Justa, pero admitía que eso le daba bastante color y entretenimiento a su vida.
—Lo siento, hermana de combate, pero esta es una batalla perdida —se lamentó con dramatismo, posiblemente haciendo memoria de las veces en las que ambas compartieron castigos en el mismo lugar. No hacer ningún ruido podía ser una tarea fastidiosa, o un juego muy entretenido.
Lid suspiró y se sentó sobre uno de los bancos, balanceando los pies en el aire.
— ¿Y qué me dices que pasó después de que yo me fuera?
Justa soltó una carcajada, echando la cabeza hacia atrás, cosa que no hizo más que hacer brotar la curiosidad de su amiga. Pero Lid tuvo que esperar unos segundos, que parecieron eternos, para que ella recuperara el aliento y se dignara a contestar.
—Has logrado sacarla de sus casillas. Se pasó el resto de la clase alterada, y nos dejó un montón de tarea para el martes. Fue de lo más espantoso.
—¿Y cuál es la parte graciosa del asunto? —preguntó sin comprender la reacción de Justa. La profesora había estado de pésimo humor -y bien sabía qué implicaba todo eso-, y les había dejado deberes. Entonces, ¿por qué aquella risa?
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Somalhia
Fantasy¿Quién diría que en el día de la explosión en el colegio la vida de Álida Voinea comenzaría a cambiar para siempre? Quizás ella nunca hubiera pensado en que el extraño día que la llevó a un simple corte de cabello sería el que marcaría los inesperad...