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Farah

No quiero volver.
Había conseguido volver a tener una vida normal, y ahora todo se vuelve a ir a la mierda porque los estúpidos de mis padres han decidido aceptar un trabajo en nuestra antigua ciudad porque piensan que la Universidad es mejor allí.

IMBÉCILES.

Llevamos un buen rato en el avión y todavía no ha despegado, lo que hace que esté empezando a perder los pocos nervios que me quedan.

–Farah, puedes dejar de mover la pierna? Estás empezando a ponerme nerviosa.

No le contesto, sigo enfadada, muy enfadada. Estoy harta de ellos. Nuestra relación nunca fue muy buena, pero después de esto, está peor que nunca.

–Se que estas enfadada cariño, pero esto va a ser muy bueno para ti -dice mi madre con su tonto dulce tan estudiado para conseguir ablandarme-

–Te vendrá bien cambiar de aires, ya sabes que tienes este año para dedicartelo a ti misma, hasta que empieces la Universidad el próximo curso -interviene mi padre- sabes que sólo queremos lo mejor para tu futuro y estudiando en Amsterdam no ibas a conseguir lo mismo que aquí en Inglaterra

Sigo sin decir nada, esperado que se den por vencidos y dejen de insistir. Eso hacen después de varios minutos y cuando el avión despega por fin, me limito a leer un libro que me regalaron mis amigos antes de marcharme y a escuchar algo de música.

Hemos llegado a Londres, por fin. No es que tuviera ganas de llegar, es que estar metida en ese avión estaba empezando a crearme ansiedad.

–Y ahora a donde se supone que tenemos que ir? -pregunto bastante borde, porque ni tan siquiera sé dónde vamos a vivir. Nuestra antigua casa la vendieron poco después de irnos a Amsterdam.

–Hemos comprado una casita cerca de Abbey Road pero aún no han llegado los muebles así que durante un par de días nos quedaremos con los Lair -responde mi madre-

–Ehm...con quien? -vuelvo a preguntar, no tengo ni idea de quién es esa gente y eso me causa muy poca gracia

– Los Lair, no te acuerdas de ellos? Cuando vivíamos aquí solías jugar siempre con su hijo Miles, tiene tu edad, no te acuerdas? Erais muy buenos amigos, os lo pasabais genial juntos

–También me lo pasaba genial con mis amigos de Amsterdam pero no os ha importado para nada alejarme de ellos- respondo fulminandola con la mirada-

Mi madre pone cara de enfado y va a responderme, pero mi padre pone una mano sobre su hombro y niega con la cabeza, haciendo que ella deje el tema.

Arrastramos las maletas hasta la zona donde están todos los taxis y subimos a uno de ellos. Me coloco en los asientos de atrás, en el lado de la ventana y voy contemplando las vistas. Londres me resulta horrible, no lo recordaba de esta forma, el cielo está completamente gris, hay un montón de niebla y cada vez llueve más.
Parece que está triste, igual que yo, es como si supiera que no quiero estar aquí...o simplemente que el clima de Londres es una total y absoluta mierda.

Llevo tanto tiempo pensando en mis cosas que ni me doy cuenta de que ya hemos llegado a casa de los Lair, no quiero entrar, además, necesito fumarme un cigarrillo urgentemente, llevo demasiado tiempo sin fumar. Le digo a mis padres que entren ellos primero, que yo iré enseguida porque quiero hacer una llamada (saben que fumo, pero se ponen muy pesados siempre que me ven hacerlo).
Cuando ya están dentro de la casa saco la cajetilla de mi bolso y enciendo el cigarro, le doy una buena calada y echo el humo. Hace tanto frío que me tiemblan las manos, a penas puedo sentirlas.
Termino rápido el cigarro y voy hasta la puerta de la casa, llamo al timbre esperando a que me abran y entonces le veo. Frente a mi, posiblemente el tio más guapo que he visto nunca, ni siquiera hablo, me limito a quedarme quieta y mirarle a los ojos, no recordaba que los tuviera tan azules. Son preciosos.
Cuando me doy cuenta de que me he quedado mirándole como una tonta reacciono, pero veo que el también me está mirando, puede que incluso más detenidamente de lo que yo lo estaba haciendo. Su mirada va desde mis ojos hasta mis pies y no puedo evitar sentirme intimidada. No me gusta que me miren tanto. Vuelve a subir su mirada y se para un momento en mis pechos creyendo que no me he dado cuenta, pero lo he hecho.

–Hola, soy Farah -digo finalmente-
–Lo sé -responde seco.
Borde de mierda
– Pasa, tus padres están en el salón. -vuelve a decir bastante borde y se aparta permitiéndome el paso-
–Gracias.-respondo con el mismo tono-

Entro arrastrando mi maleta hasta el salón dónde veo a mis padres y a los suyos hablar animadamente. Les saludo y me siento en uno de los sillones libres que quedan. Me preguntan cómo estoy y lo qué he estado haciendo estos años en Amsterdam, intento responderles de la forma más corta que puedo sin parecer maleducada. Quiero ir a la habitación y meterme en la cama, no me apetece hablar con nadie ahora.

–Miles, lleva a Farah a la habitación y ayudala a que se instale.

Por fin! Miro a Miles y se levanta sin a penas mirarme, ¿pero que le pasa a este? Yo tampoco quiero estar aquí pero no me comporto como una gilipollas.
Subo mi maleta por las escaleras como puedo porque pesa un huevo,cuando llego arriba no siento los brazos.
Miles abre la puerta y entro en la habitación, me quedo algo sorprendida cuando la veo. Las paredes son de un gris claro, hay un montón de posters de grupos bastante buenos lo que, sinceramente, me sorprende un poco. Hay un montón de libros repartidos en varias estanterías por toda la habitación; sobre las camas, la mesa de estudio...
Lo que más me llama la atención es, que justo al lado de la mesa hay un corcho lleno de post-its con algunas frases y palabras sueltas y, aunque tengo curiosidad por saber porque tiene todo eso ahí no le pregunto.

–Tu cama es la de la izquierda, te he hecho hueco en el armario para que puedas dejar algo de ropa hasta que os marchéis -dice, interrumpiendo mis pensamientos-
–Gracias...
–De nada, te dejo que coloques tus cosas -y sin decir más sale de la habitación cerrando la puerta.

Por lo menos esta vez ha sido un poco más amable. Aunque podía haberme ayudado a subir la maleta por esas putas escaleras.

Suspiro y pongo mi maleta sobre la cama, saco la mayor parte de la ropa y la voy colocando en el armario. Veo su ropa y la miro un poco, tiene un estilo bastante "raro" para lo que lleva la gente de nuestra edad. Decido dejar de cotillear y cierro el armario, me meto en el baño para desmaquillarme y despejarme un poco, han sido demasiadas emociones por un día.

Espero poder acostumbrarme a volver a vivir aquí.

Acantilados MalvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora