Capitulo 8.

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**Paula en multimedia**

Juana había quedado aterrada. Después de haberse quedado parada mas o menos media hora pensando en que pasaría si... 

Bueno, pero ya pasó. Giro sobre si misma y se fue, mientras Felipe seguía discutiendo con Juan José. Iba caminando por medio de varias personas y vendedores ambulantes hasta que sintió una mano pesada en su hombro. 

-¡No me pegues, no me pegues!- gritó Felipe. Juana no supo que hacer así que solo se volteo y le dio la espalda a Felipe.

-¡Hey!- volvió a poner su mano en el hombro de ella. Juana se volteo molesta por su inasistencia. ¿Que él no entendía que no le quería hablar?

-¡No me toque!- gritó con voz chillona- ¡Ni me hable! ¡¿Bueno?! ¡Gracias!

Felipe retiró la mano de su hombro y frunció el ceño. Él solo quería invitarla a un café y ella se mostraba molesta.

-Vale...- dijo Felipe con tono triste.

-¡Es una locura! ¡Hablé con el hijo del imbécil que mató a mi hermano!

-¡¿Qué?!

-¡Como lo escuchó su papá mató a mi hermano!- grito Juana gesticulando con las manos y moviéndose de un lado a otro con brusquedad.- ¡Juan José Baez, Felipe Baez! ¡Es su maldito hijo! ¡Con cara bonita, eso si. Pero traqueto, igual que su puto padre!

En un movimiento muy, muy rápido Felipe abrazó a Juana con ternura.

-No soy igual que él. Puede que mi papá sea un traqueto, pero yo no. Y lo único que quiero es conocerte, porque sé que eres una persona fantástica. - Juana se intentó calmar y aceptó que  Felipe Baez era diferente a Juan José Baez.

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Valentina se levantó, ya era sábado y por fin podría salir con Santiago. Iban a ir a cine, así que se arregló para ello. Se fue a bañar y al salir se puso su buso cuello tortuga holgado, su leggis negro de cuero que le llegaba por encima del tobillo, sus zapatos de cuero blancos y como supo que haría sol, se puso sus gafas de sol. Cogió su pequeño bolsito negro con pelusas blancas y al meter su celular se percato de que tenia un mensaje de Alejandra. 

No olvides divertirte con Santiago, tampoco olvides lo mucho que te quiero.

¡Si! Yo también te quiero.

No somos nada, pero a veces pareciera que lo fuéramos.

No, no somos nada. Pero sí que deberíamos serlo. 

En la próxima reunión del club sé que lo seremos.

¿Que tienes preparado?

No te diré.

Sorprendeme.

Una sonrisa se dibujó en el rostro de Valentina. El ruido del auto de Santiago la saco de sus sueños despierta. Cuando bajó y salió se encontró con él. Levaba una camisa básica blanca, una chaqueta de cuero negra, un pantalón gris y unos tenis con el mismo color y textura de la chaqueta. Entró a su Audi y lo saludo de beso.

-¿Cómo estás?

-Muy bien. ¿Y tu?

-Perfectamente.-sonrio de oreja a oreja.

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